Amanda Mikhalopulu: "Si Dios le hubieran imaginado las mujeres sería más sensual y más terrenal"
La escritora griega imagina cómo sería casarse con un todopoderoso herético en la novela 'La mujer de Dios'
BarcelonaCon 17 años, una mujer renuncia a la vida terrenal, acepta casarse con Dios y se va a vivir a su casa, es decir, al cielo. Es un Dios con barba y pelo desordenado, pero no tiene estómago ni corazón, y no toca de forma erótica. Con esta singular premisa, la escritora griega Amanda Mikhalopulu (Atenas, 1966) inicia la novela La mujer de Dios (Raig Verd), traducida al catalán por Mercè Guitart. "Empecé a escribir pensando cómo sería Dios (si existe) como pareja. Cada uno puede interpretarlo de manera muy diferente. En Grecia no puedes llegar a imaginar las lecturas diferentes que se han hecho. Puede ser leído como una en el ·legoría sobre una pareja contemporánea”, propone Mikhalopulu.
Por todo lo que explica la protagonista, Dios no es muy fácil como pareja. Es todopoderoso y lo sabe todo, pero no responde a muchas preguntas. Es muy espiritual, todo ocurre en su cabeza. La mujer es más carnal y esa diferencia le genera frustración. "Al final ella explora por sí misma y eso le da más entidad. También decide formarse y leer para saber por qué se siente frustrada y qué le hace falta", explica la autora, que escribió el libro entre el 2010 y en 2012, en medio de la gran crisis financiera griega. "En ese momento también teníamos muchas preguntas que no tenían respuesta y me replanteé el sentido de muchas cosas. En el libro, por ejemplo, el capitalismo no existe", dice.
Dios teme a la literatura
A la protagonista, la literatura le da fuerza, pero a Dios la ficción le da miedo porque la humaniza. Ella se subleva escribiendo a escondidas y oculta el lápiz dentro de la vagina. "La literatura hace que Dios tenga dudas porque le recuerda que somos seres creativos, que los humanos podemos crear, tener ideas y sentimientos, y es una manera fantástica de recordar por qué estamos aquí. Creo que estamos aquí para crear, con las manos, con la mente... –reflexiona Mikhalopulu–. Si hay un Dios, creo que ese Dios es mi deidad Antes que escritora, yo soy lectora. ". La esposa del libro se cuestiona muchas cosas gracias a la literatura. La autora cree que, en parte, estamos perdiendo esa capacidad de cuestionarlo todo. "Sabemos muchas cosas, pero de forma superficial. La filosofía y la poesía nos permiten cuestionar las cosas de forma profunda, pero la televisión muestra las cosas de forma superficial y repetitiva. En Grecia hubo unos incendios terribles hace unas semanas. Era una repetición histérica de imágenes y no se cuestionaba nada, no se explicaba por qué sucedía o se reflexionaba sobre qué podríamos hacer para evitarlo. Sentábamos en el sofá y mirábamos la catástrofe en vez de intentar entender algo", lamenta.
La escritora griega no quería que su Dios fuera el de la iglesia ortodoxa griega. "Crecí con las historias de la Biblia, pero mi Dios es herético. Es el Dios que yo he imaginado porque el otro lo han construido sobre todo los hombres", afirma. Ahora mismo, Mikhalopulu ha terminado otra novela en la que ha investigado sobre las deidades femeninas desde la antigua Grecia hasta la cultura azteca pasando por Egipto. "El mundo que ellas crean es muy diferente. Los paisajes son más sinuosos y las diosas más abiertas y más tolerantes en cuanto a la sexualidad. Si Dios lo hubieran imaginado las mujeres sería muy diferente. Sería más sensual y más tolerante", asegura Mikhalopulu.