Cuando el compromiso con la verdad puede costarte la vida
Detrás de todas las palabras de Yelena Kostiuchenko late un compromiso admirable y casi suicida con la libertad
Mi país querido. Crónicas de un país perdido Yelena Kostiuchenko
- Traducción: Miquel Cabal Guarro
- La Segunda Periferia
- 504 páginas. 23,90 euros
Hay periodistas serviles y cobardes que sacrifican el rigor deontológico a la obediencia a sus superiores oa las consignas del partido de turno que les paga o les alimenta (y les dice lo que deben decir) y hay periodistas que tratan de hacer su trabajo con honestidad y rigor, que intentan pensar y escribir el esquí. Y, después, hay periodistas que son auténticos héroes, que deben trabajar en contextos ominosamente hostiles en los que la libertad de prensa es amenazada y vandalizada a diario, periodistas que se juegan la vida si se atreven a decir la verdad o hacer frente a los abusos de los poderosos (líderes políticos, mafias, empresarios) y explicar la realidad.
Éste es el caso de Yelena Kostiuchenko (Yaroslavl, Rusia, 1987) y de todos los periodistas que han pasado por la redacción del Nóvaia Gazeta, un semanario fundado en 1993 que siempre fue muy crítico con el régimen de Vladimir Putin y que fue considerado el último baluarte de la prensa libre rusa hasta que fue clausurado en 2022 por orden gubernamental por cómo informaba sobre la invasión de Ucrania. Kostiuchenko, que tuvo que huir de Rusia amenazada de muerte (en una ocasión estuvo a punto de morir envenenada), vive exiliada en Berlín.
Mientras lee Mi país querido. Crónicas de un país perdido, la recopilación de crónicas, reportajes y textos autobiográficos que La Segunda Periferia acaba de publicar en catalán en una traducción del siempre fiable Miquel Cabal Guarro, el lector no puede dejar de pensar y de oír que detrás de todas y cada una de las palabras de Ielena Kostiuchenko late un compromiso admirable y casi suicida con la libertad y la verdad. Después de pensar esto, el lector también piensa que los periodistas cobardes y serviles del Occidente acomodado son una de las piezas más podridas de nuestro sistema y que los buenos periodistas de aquí son, pura y simplemente, dignos profesionales, y que sólo faltaría que no lo fueran.
Panorámico y detallista
En conjunto, Mi país querido hace un efecto impresionante de mosaico a la vez panorámico y minorista, capaz de dar una visión global de la Rusia de Putin a partir de poner el foco sobre aquellos acontecimientos que han sido silenciados o distorsionados por la verdad oficial (catástrofes ecológicas provocadas por la codicia y la negligencia humanas y el secuestro masivo policiales rusas...) y sobre aquellos ciudadanos que el sistema margina, reprime, aplasta o hace desaparecer. La nómina de víctimas es abundante y variada. Hay desde homosexuales hasta miembros de las tribus milenarias absorbidas y en proceso de asimilación por el imperio ruso, pasando por madres de víctimas de atentados, huérfanos, jóvenes sin esperanza, prostitutas, disidentes ideológicos, activistas por los derechos humanos, muertes en combate a quienes no permiten enterrar a sus seres queridos... Coratjosa e implicada, Kostiuchenko les da voz a todos, y lo hace con una prosa vívida, musculosa y frontal, llena de frases que combinan información y expresividad.
Complementando la mirada hacia afuera y hacia los demás, están los textos autobiográficos, en los que Kostiuchenko se desnuda. Son singularmente memorables. Por ejemplo, el texto en el que cuenta su devoción por Anna Politkóvskaya (periodista icónica de la Nóvaia Gazeta, asesinada en el 2006) o el relato (romanticismo emocionante y disidencia arriesgada) en el que explica su lesbianismo. O, también, el texto que cuenta crudamente la complicada relación con su madre, una nacionalista rusa que se cree toda la propaganda oficial. Es un texto que a Camus le hubiera encantado. Particularmente escalofriante es el artículo que hace recuento de los periodistas de la Nóvaia Gazeta asesinados a lo largo de los años, cuyas fotos presidían la sala de reuniones de la redacción: piel de gallina. Mi país querido es el libro de una mujer valiente que escribe muy bien y que tiene clarísimo cuál es la función del periodismo.