Literatura

El empoderamiento de Arundhati Roy gracias y por culpa de la madre

La autora india publica 'Mi refugio y mi tormenta'

MadridCuenta Arundhati Roy (Shillong, 1961) que si no viviera constantemente en una mezcla de sentimientos y sensaciones, no podría ser escritora. Es la misma contradicción constante que caracterizó la relación con su madre –una relación "oscura, brillante y valiente" a la vez–, ya que fue ella quien la impulsó a escribir y al mismo tiempo se enfadaba por cómo escribía. La autora india, mundialmente conocida por El dios de las cosas pequeñas, la novela con la que ganó el Premio Booker en 1997, ha publicado Mother Mary comes to me, un libro de memorias que en catalán la editorial Ara Llibres ha traducido como Mi refugio y mi tormenta.

Roy recuerda que, cuando era pequeña, veía a través del agujero de la puerta cómo su madre pegaba a su hermano porque sacaba notas "mediocros" en la escuela y, en cambio, a ella le aplaudía por sus resultados excelentes. "Pienso que en otra habitación hay alguien en prisión o que están asesinando a palestinos en Gaza", reflexiona, para dar a entender que no puede tener momentos de felicidad. Es una especie de precio a pagar por tener un "sentido de la conciencia" que la llevaba a "pensar en el mundo" y que en un encuentro con periodistas en Madrid admite que, en buena parte, lo aprendió de su madre. Pero no sólo. "También viene de mi propio crecimiento", puntualiza.

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Roy se marchó de casa a los 16 años por la tortuosa relación familiar. La admiración a la madre por cómo había logrado innovar en el ámbito educativo y su lucha por los derechos de las mujeres contrastaba con una "agresividad de gángster". "Yo vi cómo se desplegaba toda ella –con toda su genialidad, excentricidad y amabilidad radical; su coraje militante, su falta de piedad, su generosidad, su crueldad; su manera de maltratar a los demás, el olfato para los negocios y ese carácter travieso e impredecible–".

La obra nace a raíz del impacto que a la propia Roy le suscitó el choque por la muerte de su madre en el 2022, y admite que es una "manera de hablar con ella" y, a la vez, de "compartirla en el mundo". Esta necesidad bebe de la imposibilidad de hablar, porque cada vez que lo intentaba, al ser asmática, "me culpaba de que le tomaría un ataque y debería ir al hospital". Por eso no sabe qué pensaría ella del libro –"yo nunca sabía qué diría mi madre en un momento u otro", asegura–, pero tampoco le importa. "Mi madre no era horrible. Básicamente, tenía una personalidad y bastante. El sentimiento de perdón no es un ingrediente de esta historia", deja claro.

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Roy recela de una "cierta tendencia" en la tradición occidental de culpar a la madre, lo que hace que las personas no crezcan y, de rebote, debilita el movimiento feminista. En el fondo, la autora se muestra orgullosa de haber "sobrevivido" –"podría haber fracasado, haber ido a prisión, haber sido narcotraficante"– y haber escrito el libro de su vida sin juzgarla. "He conseguido cosas porque mi madre me animó y porque no me animó", añade. La lección que deja Roy es que empoderarse es eso, y también asumir conclusiones aparentemente sencillas como que "hay cosas en la vida que no se van a resolver" o que "hay momentos que no tendremos respuesta".