La enfermedad universal que cuesta mucho curar y que quizás sufres

BarcelonaComo en ese momento todavía no había, en Inglaterra, diarios de gran tirada, Joseph Addison y Richard Steele fundaron en 1711 una hoja volander con el nombre The Spectator, que tuvo una vida efímera: durante la primera etapa, entre 1711 y 1712, todo lo escribió Steele; a veces también Addison y alguna persona más, dejando aparte una sección de "cartas al director" que mantenía un diálogo permanente entre la opinión del fundador y la de los lectores, como todavía ocurre. Más adelante, en 1714, se hizo cargo Addison solo, y todavía hubo una retahíla de entregas. Donald Bond hizo una edición completa, utilísima, en 1965: muy reciente. (La literatura tiene un tempo diferente del tiempo de la historia.)

En el número 582, del 18 de agosto de 1714, Addison comentó un fenómeno que todavía hoy es frecuente: el gran prurito, que tenía muchísima gente, de escribir. Dice el artículo: "Hablaré de una enfermedad de la que ni Galeno ni Hipócrates hicieron mención alguna ... Juvenal [Sátiras, VII, 51-52; en catalán en la Bernat Médico] le llama cacoethes a partir de una palabra griega que sólo conocen los sabios, y que no significa más que el prurito de escribir [un invento etimológico; pero la palabra se encuentra en Platón, según Bailly]. Es un mal casi tan universal como la viruela, porque hay muy pocas personas que no hayan sido víctimas, tarde o temprano, al menos una vez en la vida. Hay, sin embargo, una diferencia entre las dos enfermedades, y es que la viruela desaparece al cabo de varios días o semanas, y ya no vuelve; la otra no se cura casi nunca".

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Steele sigue diciendo que no se ha encontrado un remedio para este mal (escribir con prurito), aunque se han inventado y probado un grupo, como los libelos difamatorios, los comentarios cáusticos –a nuestras letras no se dedican "asnos literarios"; sería un ejemplo el famoso Hudibras, de Samuel Butler, anterior. En todo caso, dice el redactor, hay un remedio que ha curado a algunos afectados de este mal, el mismo que se emplea contra la picadura de la tarántula: el sonido de un instrumento de música y sólo uno, la gralla (el texto inglés pone un equivalente). Dice más: el único remedio de veras que existe para curar a los "enfermos de escritura" es prohibirles el uso de la tinta, la pluma y el papel. (Hoy hablaríamos de otra herramienta.)

Y termina el artículo diciendo: "La nación se encuentra oscurecida desde hace tiempo por estos antilumeneas, si se puede decir así. Les he sufrido duro, pero al final he tomado lo determine de extraditarlos del hemisferio entero". Siempre con el buen humor tan querido en las letras inglesas.