Cómic

“Mucha gente está pagando por esnifar azúcar”

Ferran Vidal retrata con empatía un centro de drogodependientes en la novela gráfica 'Fuerza'

BarcelonaEn 2020 Ferran Vidal fue finalista del Premio ARA de Cómic con la historieta corta Fuerza, que retrataba la cotidianidad y los usuarios de un centro de drogodependientes con una empatía y lucidez increíbles. La historieta estaba narrada desde el punto de vista del autor, un dibujante que trabajaba en el centro realizando labores de mantenimiento. Sin embargo, Vidal no trabajaba en el centro sino que era uno de sus usuarios. Estuvo durante años para tratarse, pero prefirió esconder esta parte, consciente del estigma que pesa sobre la drogadicción.

Cuatro años después, Vidal ha publicado la novela gráfica Fuerza (Norma, 2024), versión larga de aquella historieta, y el subterfugio del narrador que trabaja en el centro todavía está ahí –la obra, de hecho, llevaba cinco años en el cajón–, pero él ya no siente la necesidad de esconder -se. “Ya me quité el estigma de ser drogodependiente –explica–. Ha sido un trabajo de años, a base de hacerme mayor y de ver que mi hijo crecía fuerte, guapo y listo. Esto me relajó. No hay ningún padre perfecto, así que ¿por qué seguir culpándome? Ya me he culpado y avergonzado lo suficiente. Y llega un momento en que rebotas y ves que Supermans hay muy pocos. Todos tenemos nuestra cruz, y hay peores”.

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El lector de Fuerza no encontrará un relato en primera persona sobre la adicción. Vidal no aparece en la historieta y no tiene ninguna intención de contar su problemática. “Mi interés como enfermo es inexistente, no tiene particularidad alguna –asegura–. De hecho, me olía atraer la atención hacia mí. ¿Qué debo hacer, presumir de haber vivido en el límite, de haber consumido en exceso? Sería patético. A mí lo que me ayuda y lo que me cura es contar lo que veo en el centro, y lo que conozco, y hacerlo desde dentro, como uno más”.

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La persona, y no la enfermedad

Lo que sí encontramos en Fuerza son reflexiones incisivas y documentadas sobre el consumo de drogas y la rehabilitación y, sobre todo, retratos humanos de los compañeros de centro de Vidal, a los que acompañó, escuchó y dibujó en su libreta durante cinco años. De algunos usuarios se terminó haciendo amigo, pero con otros la interacción fue mínima. Sea como fuere, Vidal tiene un talento especial para capturar la verdad de cada uno. Y el mero hecho de singularizar a un colectivo tan deshumanizado como el de los drogodependientes ya es, en sí mismo, un acto de reparación y dignidad. "Se trata de ver a la persona y no sólo la enfermedad, pero en realidad empezó como un juego y como un acto reflejo de dibujante, sin más pretensiones", explica.

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Aunque hay dibujos posteriores a su paso por el centro, la mayoría los dibujó in situ y conservan la inmediatez y la verdad del apunte a lo natural. Esto se traslada a la forma en que los describe: sin juicios morales, pero sin esconder tampoco la oscuridad de las situaciones. “He intentado hacer un cómic sin un gramo de maquillaje –subraya–. Veo un cómic del Sagar, tan atractivo gráficamente, y me digo: «Ojalá yo dibujara así». Pero esta incompetencia mía es parte del retrato: en el cómic hay dibujos infumables, pero es que están dibujados sobre las rodillas. Y eso es señal de que yo estaba allí, que formaba parte”.

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Vidal describe las rutinas del centro, su endémica falta de recursos –“Los centros de drogodependientes son de gestión privada y, por tanto, un negocio”, critica– y las dinámicas cotidianas de los usuarios. También la realidad actual del consumo, como la cocaína que se vende hoy en día contiene porcentajes altísimos de sustancias como sosa cáustica, vidrio en polvo, yeso y desparasitante de ganado, entre otros. "La cocaína mata, sí, pero también todo lo que meten –dice–. Y mucha gente paga por esnifar azúcar".

Fuerza retrata al personal del centro, con un cariño y admiración que Vidal no puede disimular. "Ras y corto, son la gente que me salvó la vida", dice. Y a ellos también les singulariza, explicando quién es cada uno. “No puedo generalizar y decir simplemente que es el psicólogo: para mí es Alberto, nos hemos visto cientos de horas, y en todos mis posibles estados. Quizás si lo conociera en otras circunstancias pensaría que es un cabrón, pero para mí es un ángel”.

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Drogas y cómics

Vidal tenía 12 años cuando empezó a leer la revista deEl Víbora y creció idolatrando las aventuras del Makoki, a quien veía como “un superhéroe de barrio que desafiaba a la autoridad, un referente de conducta”, pero que básicamente era “un heroinómano en busca de la siguiente dosis”. El cómic de los años 80, opina, tenía “una forma peculiar de abordar las drogas, se idealizaban mucho y yo fui uno de los que cayeron, pero es que cayeron ellos mismos: Mediavilla, Calonge, Diego. .” Los estragos que hizo la droga en los autores del underground de los años 70 y 80 no son ningún secreto. "Muchos de los que la retrataron como un emblema contracultural han muerto o han llegado a viejos enfermos y acabados", señala el dibujante. En este sentido, Fuerza evoca y resignifica el eslogan deEl Víbora: “Come para supervivientes”, y contribuye a ofrecer una versión más objetiva y realista, que no moralista, de las drogas. “En el fondo me siento un poco como Judas, el chafaguitarras –dice Vidal con un deje de ironía–. Después de 20 o 30 años haciendo de todo, ahora predico lo contrario. Pero me da igual, tener un hijo me hizo reflexionar y he perdido la vergüenza”.

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