Cada guerra es distinta y todas son la misma
En 'El internado', el ucraniano Serhii Jadan explica cómo, en plena guerra del Donbás, un profesor se arriesga a rescatar a su sobrino
'El internado'
- Serhíi Jadan
- Cuadernos Crema
- Traducción de Andríi Antonovskyi y Catalina Girona
- 320 páginas / 22 euros
A veces con resultados espléndidos ya veces con resultados espantosos, Hollywood ha convertido a menudo el horror y el drama de la guerra en un espectáculo trepidante. En contra de esta tendencia ha proliferado otro tipo de películas bélicas, que retratan y cuentan el horror y el drama de la guerra sin espectacularizarlo, centrándose en la intimidad de los civiles y no en el épica de la acción multitudinaria militar, buscando más el realismo verosímil y menos el entretenimiento. La clasificación no implica ninguna valoración creativa: hay películas bélicas espectaculares y artísticamente buenísimas, y las hay íntimas y realistas de una pedantería y vulgaridad soporíferas. Tampoco implica ningún juicio o jerarquización de carácter ético: es posible realizar espectáculo sin hacer sensacionalismo frívolo y deshumanizado (Kubrick, Kurosawa, Aldrich, Coppola, Klimov, Weir, Spielberg: la lista es muy larga) y es posible hacer un arte cínico y amoral desde la presunta empatía y la falsa intimidad.
Esta disquisición viene a cuento porque me ayuda a explicar qué tipo de obra es El internado, de Serhíi Jadan (Starobilsk, Ucrania, 1974): una novela en la que la guerra tiene un papel central, pero no desde una épica heroica ni desde una tragedia grandiosa y de masas, sino como una escenografía tétrica y una pesadilla personal. Los peligros cotidianos y las intimidades trinchadas de los civiles: es eso lo que prioriza a Jadan. Aunque el autor da pocas informaciones concretas sobre quiénes son los combatientes, por qué luchan, con qué objetivos ya favor de qué causa, y por tanto todo está envuelto de un aire de vaguedad amenazante –casi no tenemos contexto, y prevalece la confusión–, hay pistas suficientes para entender que la acción de El internado transcurre durante la guerra ruso-ucraniana de 2014, cuando Rusia invadió Ucrania para anexionarse Crimea y para apoyar a los pro-rusos de la región del Donbás.
Tres días cruciales
El argumento es sencillo y efectivo como el puñetazo de un hombre torpe pero desesperado. El Paixa, un profesor de lengua y cultura ucranianas –un oficio que le pone aún más en riesgo ante los militares rusos invasores, y por lo que intenta no tener que decir nunca qué enseña–, decide ir a rescatar a su sobrino adolescente de el internado en el que fue ingresado por conflictivo. El propósito parece valeroso y la peripecia parece heroica, pero lo cierto es que Paixa es un hombre acobardado e indeciso que prefiere pasar desapercibido y no tomar partido en nada, que ni siquiera disfruta del respeto del sobrino al que quiere rescatar . La tragedia de la guerra para un hombre como Paixa, que debería combatir pero que no lo hace porque tiene una discapacidad, es aún más trágica, porque lo pone en evidencia y le avergüenza.
Traducida directamente del ucraniano por Catalina Girona y Andríi Antonovskyi, la novela de Jadan fluye en catalán con una prosa espinosa y muy plástica. Es una prosa que capta bien el caos y el terror bélicos (una ciudad sitiada, bombardeos, destrucción, muertes, hambre), que narra con energía tres días cruciales en la vida de los protagonistas y que sabe contar con aflicción y expresividad la lección básica y repetida de todas las obras bélicas valiosas: que cada guerra es distinta y que todas las guerras son la misma.