Hacerse mayor también es entender a Mafalda y los chistes de Eugenio
BarcelonaCuando era pequeña, como ocurría en tantas familias, cuando íbamos en coche poníamos cintas de casete de Eugenio. Había un chiste que iba de dos niños que se encuentran y uno le pregunta al otro qué va a pedir por Reyes. "Pues un Exin Castillo, un Scalextric, unos lápices Alpino..." El otro niño le dice que él pedirá un Tampax. Extrañado, el primero pregunta: "¿Un Tampax? ¿Y qué es un Tampax?" "Pues no lo sé –responde el segundo niño–, pero tiene que ser la hostia, porque puedes esquiar, montar a caballo, jugar a tenis..." Ahora me hace mucha gracia, pero tardé un poco en reírme con este chiste, porque no lo entendía. No sabía qué era un Tampax y, por algún motivo, no me atreví a preguntarlo.
Hace poco, pensaba que esto también me pasó leyendo a Mafalda. En mi casa había varios libros suyos, de esos apaisados que tenían un par de tiras por página, y me enganché enseguida. Siempre me reía mucho cuando llegaba a la historieta en la que una señora, con un paquete inmenso de galletas, le da una a Guille y, cuando su madre le pregunta "¿Qué se dice?", él mira a la señora y le responde: "Roñica". Manolito me hacía gracia porque era igual de "roñica", Susanita me parecía una pesada, me parecía rarísima la cabeza de Felipe y me encantaban las protestas de Mafalda con la sopa. No acababa de entender, sin embargo, por qué tenía al mundo, en formato de globo terráqueo, en la cama, como si estuviera enfermo. Ni por qué la tortuga que tenían en casa se llamaba Burocracia o su amiga Libertad era tan pequeñita. Pero pasaron los años, me fui haciendo mayor, seguí con Mafalda, y recuerdo perfectamente el cambio en la forma de leerla, la sensación que tuve cuando empecé a entender más cosas. Es muy emocionante, como lectora, esta experiencia, y todavía me veo a mí misma pensando, más de una vez, que Quino era un genio. Seguro que es lo mismo que deben de pensar los lectores que se avecinan a esa lectura ahora, sesenta años después del nacimiento de la tira. Lo habéis leído bien: efectivamente, el 29 de septiembre se cumplirán 60 años de la primera aparición de Mafalda en la prensa argentina. Es un aniversario importante, y Lumen lo celebra con varias publicaciones (que, por cierto, incluyen la traducción de todas las tiras al catalán).
La última que ha salido es Universo Mafalda, que recoge todo tipo de informaciones y anécdotas en torno a Quino y su protagonista más famosa. Habla de los personajes, del origen de su odio por la sopa (que a Quino le encantaba), de la importancia de la radio y de la tele, del retrato de época histórico y social que hacía... Una de las cosas que explica, y que me sorprende cada vez que la leo, es que Quino dejó de dibujar a Mafalda en junio de 1973. Es decir, duró menos de diez años. Como os podéis imaginar, le preguntaron infinidad a veces por qué no hacía más Mafalda. "Solo es un personaje", dicen que respondía él, con prudencia y humildad. Cuentan que Quino, fallecido en el 2020, era el primer sorprendido de la vigencia de su protagonista. Desgraciadamente, el mundo todavía no ha podido levantarse de la cama, y no se prevé que lo haga pronto. De ahí que las tiras sean todavía tan actuales, pero yo diría que el éxito de Mafalda también se debe a otra cosa, que queda muy bien resumida en esta frase de Romano Gubern: "Mafalda es, digámoslo de una vez, más humana que muchos seres humanos".