Tener una madre revolucionaria y cruel

BarcelonaEl día del funeral de su madre, la escritora Arundhati Roy estaba deshecha. Nada sorprendente, hasta que explica que también estaba desconcertada y algo avergonzada por encontrarse en ese estado. Su hermano, LKC, le dijo: "No entiendo tu reacción. Eres la persona a la que peor trataba." Roy escribe: "Quizás tenía razón, pero a mí me da la impresión de que quien ostentaba ese mérito era él". Todo esto lo explica en el primer capítulo de'Mi refugio y mi tormenta (Ara Llibres, con traducción de Imma Falcó), una especie de libro de memorias que ella recomienda leer como una novela, y es que hay una mezcla constante de ficción y realidad, tamizada por los recuerdos.

Es un libro fascinante, que te lleva por la vida de la autora a partir, sobre todo, de la figura de su madre, porque la marcó profundamente. Roy dice que en sus obras le ha hecho aparecer en diferentes versiones, pero que "la ella de verdad no la he escrito nunca". Nada de lo que le explique en este artículo de "la ella de verdad" le preparará para la lectura de este libro que, por otra parte, le recomiendo con entusiasmo. El título ya da pistas, Mi refugio y mi tormenta, y hay una frase del libro que ilustra muy bien por dónde va la historia: "Enseguida aprendí que el lugar más seguro puede ser también el más peligroso." Desde pequeña, la autora india deseó que su madre le quisiera, pero no lo tuvo nada fácil: describe a una madre cruel, que le pegaba y los humillaba, a ella ya su hermano, a quien llegó a decir "eres feo y estúpido. Yo, si fuera tú, me suicidaría". Roy describe una relación traumática, pero al mismo tiempo pone en valor a su madre. Separada, resiliente y muy fuerte, logró cambiar una ley de sucesiones que no daba ningún derecho a las hijas. También fundó una escuela modesta que acabó convirtiéndose en referente y que fue particularmente revolucionaria. A lo largo del libro, la autora retrata la realidad de la sociedad india, machista y patriarcal. Su madre, además de educar a los chicos en la igualdad, ayudó a muchas chicas: "Les dio fuerza mental, les dio alas, las hizo libres". Curiosamente, explica que a ella también le ayudó a ser libre, pero de otro modo: los alumnos recibían su luz, y su parte oscura era para los hijos, que debían llamarle "señora Roy", como los demás, para no hacer diferencias. Aún hoy, su madre es la señora Roy, pero la escritora agradece la oscuridad y la considera un regalo. "Resultó ser, también, un camino hacia la libertad".

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A los dieciocho años, se marchó de casa. "Si dejé a mi madre no fue para que no la quisiera, sino para poder seguir amándola". La escritora explica su vida a partir de ahí, los reencuentros con la señora Roy, pero también sus experiencias personales y profesionales. Habla mucho de escritura, y los fans deEl Dios de las cosas pequeñas gozarán mucho de lo que explica. También la identidad es muy importante en este libro lúcido, nada sentimentalista, a la vez que emotivo y sorprendentemente divertido en algunos momentos. Roy ha encontrado el tono y la distancia perfectas para despedirse de su madre. "Quizá, más que una hija que llora la muerte de su madre, la lloro en tanto que escritora que ha perdido su tema más fascinante", asegura.