Maggie O'Farrell y los secretos de familia
'La distancia que nos separa' es la historia de amor de dos personas que el destino se esfuerza en mantener alejadas, pero también un relato sobre vidas paralelas
'La distancia que nos separa'
- Maggie O'Farrell
- Otra editorial / Libros del Asteroide
- Traducción de Alexandre Gombau
- 350 páginas / 22,95 euros
La distancia que nos separa es la historia de amor de dos personas que el destino se esfuerza en mantener alejadas, pero también un relato sobre vidas paralelas, los secretos y el dominio absoluto de la familia y el peso del pasado. Maggie O'Farrell, que nació en Irlanda del Norte y creció en Gales y Escocia, evoca muy bien las vidas de personas mestizas y culturalmente desplazadas en una novela publicada en inglés en 2004, hasta ahora inédita en catalán.
Paseando una tarde fría de febrero por Londres, la italoescocesa Stella Gilmore –que trabaja en una emisora de radio– se encuentra a un hombre pelirrojo en el puente de Waterloo que la devuelve momentáneamente a un instante insoportable de su vida pasada . A partir de este encuentro fortuito, la chica deja el trabajo y, sin avisar a nadie, se instala en una aldea recóndida de Escocia a trabajar en una casa rural. Sólo Nina, su hermana, sabrá dónde encontrarla. Ambas están muy unidas por un secreto de niñez. En paralelo a la narración principal, O'Farrell introduce una subtrama intrigante basada en la relación amor-odio de las dos hermanas. Al mismo momento, al otro lado del mundo, Jake Kildoune –asistente de un director de cine– y su pareja Mel celebran un multitudinario Fin de Año chino, pero una serie de circunstancias trágicas y una boda precipitada le harán huir de Hong Kong hasta el Reino Unido, donde empezará la búsqueda del padre que nunca conoció. Un comienzo de libro entrecruzado que hará que Stella y Jake acaben encontrándose y conecten al norte de Escocia: resulta que Kildoune no es un pueblo sino un hotel, el mismo hotel donde ahora trabaja Stella. Y así se unen las dos historias.
Lo que hace interesante las novelas de Maggie O'Farrell es la apuesta por cambiar de ángulo o decidirse por lo más inesperado. El estilo, lírico, delicado y fragmentario pero también directo y estremecedor, la atención al detalle, las escenas breves sin capítulos escritas de forma no cronológica que saltan del pasado al presente y de un punto de vista a otro consiguen que el lector se preocupe apasionadamente por los personajes (que son muchos, quizás demasiado incluso) y sus destinos. La autora realiza un análisis casi clínico de emociones y sentimientos humanos a partir de una tragedia indigerible. No hay una única línea de tiempo en los relatos de O'Farrell, una escritora que siempre gira sobre unos mismos motivos humanos: el anhelo de raíces y la necesidad de escapar, la sensación de alienación y la oportunidad que surge de la nacionalidad híbrida, hermanas y dobles, el insomnio y el despertar en lugares extraños, amenazas persistentes de peligro urbano en forma de enfermedad, violencia o disturbios.
Quizás la gran diferencia con el resto de novelas de O'Farrell es que en La distancia que nos separa los protagonistas, Jake y Stella, son bastante mediocres y pasivo-agresivos. Mel, por ejemplo, afirma que lo que le atrae de Jake es su «incompletez». Stella, por su parte, se describe a sí misma como alguien que tiene la sensación siempre presente del extraterrestre de no estar del todo. Jake está tan obsesionado con lo desconocido que le engendró que tiene poca energía para las personas que le rodean en su presente. Dos protagonistas que ocupan muchas llanuras pero que son bastante opacos, poco convincentes y poco capaces de conducir la trama. Reservados no pueden hacer frente a los conflictos. El lector desconoce en todo momento qué quieren en el trabajo, en la vida privada, en las relaciones familiares. Siempre parece que quiera huir a su reino de Oz confidencial.