Literatura

Matar lo que amas: 'Acto de fe', la nueva novela de Sergi Belbel

Sergi Belbel publica 'Acto de fe', una novela ambientada en el siglo XV, durante el infausto capítulo de la Inquisición, tras debutar como novelista con 'Morir diecisiete', premio Sant Jordi

'Acto de fe'

  • Sergi Belbel
  • Ediciones Proa
  • 600 páginas / 22,90 euros

"No poder tener lo que quería": la frase contiene buena parte del sentido del drama de este nuevo libro de Sergi Belbel, que debutó como novelista con Morir diecisiete, premio Sant Jordi 2021. Y no poder tenerlo significa, al fin y al cabo, no ser capaz de cumplir el deseo. El deseo amatorio, principalmente.

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El autor ambienta su historia en la España del infausto capítulo de la Inquisición, que algunos calificaban de santa, pero que fue, lisa y llanamente, execrable. La España oscura y trágica del castellano Torquemada frente a la más abierta de miras de la Corona catalanoaragonesa. La acción transcurre en la Sevilla y en el Teruel de principios del siglo XVI, cuando los conversos —judíos que fueron obligados a abrazar el cristianismo— eran perseguidos, porque, presuntamente, no habían abandonado del todo su ley y, de escondido, la practicaban. De hecho, los inquisidores y sus esbirros los considerarán falsos conversos. La novela comienza con un acto de fe en la capital andaluza: la bárbara quema de seis hombres. Y acabará con otro en Teruel, con seis personas ajusticiadas, entre ellas dos que el lector habrá conocido bien. Asesinatos públicos, edificantes: actos de fe.

Belbel es un narrador competente, que no complica nada la vida al lector y que no suele dejar demasiado sitio a suposiciones o interpretaciones. “No poder tener lo que quería”, por ejemplo, es una frase innecesaria, porque ya hacía muchas páginas que habíamos entendido quién era el delator y qué había motivado su perversa operación. Quiero decir que el lector no debe llenar vacíos significativos en el relato que va conociendo, porque el autor ya le da bastante bien masticado. La lengua es funcional, sin florituras. Como buen dramaturgo, Belbel es más un narrador de voz que de descripción.

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Acto de fe, en realidad, es una novela histórica (como si hubiera ninguna que, de una manera u otra, ¡no lo fuera!). En mi opinión, sin embargo, la gracia de la obra es que lahistoricismo recreado pesa mucho menos que los valores que Belbel dispone sobre el tablero para su exploración. Las descripciones de ambiente, para entendernos, interesan poco al escritor. Los dos actos de fe están descritos eficazmente, sin demasiada complacencia (por no decir nada) en la sangre y el horror sufrido. Existe el miedo —o el pánico— de una hipotética delación ante los funcionarios de la Inquisición, pero la sociedad en la que se produce esta situación tan angustiosa queda siempre en segundo plano (por no decir más lejos incluso). En cambio, la investigación (o la construcción) de la identidad propia y colectiva, algunos mecanismos mentales del horror, la naturaleza contradictoria del deseo o la necesidad de construir un mundo más femenino parecen estar en la base del articulación del relato.

Fanatismos sin medias tintas

Los cristianos que arremeten descabellados contra familias de conversos que viven en la judería de Sevilla son los precursores de aquellos otros —revestidos de autoridad y pompa— que perpetrarán, décadas después, la barbarie en Teruel. Es hora de fanatismos sin medias tintas. En el primer capítulo seis hombres serán llevados a la pira, seis hombres que llevan décadas ciudadanos de pleno derecho, como el que más. Una pareja que estaba a punto de casarse escapa por los pelos. Sin embargo, el grueso de la historia tendrá lugar ochenta años más tarde, y tiene como protagonistas a tres amigos que han estudiado juntos teología y filosofía en Salamanca: el sevillano Manuel Núñez, el burgalés Esteban Gómez de Castro y el valenciano Calixto Villena.

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La amistad entre los tres, en apariencia tan firme, está sin embargo condenada. Son tres jóvenes que podrían haber optado por la vida religiosa, contemplativa. Ahora bien, el deseo les arbola, y el deseo —su llamamiento profundo, irracional— les acabará dañando fatalmente. Esto, en el plano individual. Por encima de éste está el plan colectivo, la cuestión judía. “La sangre sabe cosas que la mente desconoce”, concluye Manuel, el protagonista más funesto de la historia, verdugo que ha llegado tarde a la posibilidad de redención. “Nada en la cabeza, nada en el corazón”: ésta acabará siendo su truculenta divisa. La herencia inconocida, recibida a destiempo: un cofre. Las palabras no pronunciadas en el lecho de muerte de su madre, que le habrían podido hacer ver la luz... Dicen que el verde es el color de la esperanza: en esta novela, representa el color de una mujer deseada y, finalmente, quizás el de la posibilidad de una paz que se alejará para siempre.