Literatura

Eva Comas-Arnal: "Mercè Rodoreda estuvo a punto de echarse al Sena por amor"

Escritora

BarcelonaGracias a Mercedes y Juan, con la que Eva Comas-Arnal (Gavà, 1975) ha ganado el sexto premio Proa, los lectores podrán viajar a la montaña rusa emocional de Mercè Rodoreda y Joan Prat, conocido con el seudónimo deArmand Obiols. Entre 1939 y 1948, la década en la que transcurre la novela, los dos escritores y amantes se exilian a Francia, huyen de los nazis, acaban conviviendo con fuerza, y una vez terminada la Segunda Guerra Mundial tienen la esperanza de poder volver a Catalunya, aunque allí han dejado a las familias rotas. Filóloga, ensayista y traductora, Eva Comas-Arnal se ha atrevido a ficcionar las vicisitudes de una de las parejas más brillantes y polémicas de la literatura catalana del siglo XX. El resultado es un libro ameno y al mismo tiempo riguroso, que rehuye el cartón-piedra histórico y una idealización excesiva de los protagonistas.

Mientras leía esta novela y me sorprendía alguna de las muchas historias que aparecen pensaba: ¿hasta qué punto son conocidas? Sabía que había tenido una aventura con Andreu Ninpero, en cambio, no tenía presente que se había acostado con Francesc Trabal.

— Si quería hacer una novela de amor sobre Rodoreda y Obiols había caramelos como estos que no podía pasar por alto. Estas dos historias no toman gran protagonismo en el libro, pero ayudan a contarnos el personaje. Rodoreda fue una mujer muy adelantada a su tiempo.

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En 1928, cuando tenía 20 años, se había casado con su tío, Joan Gurguí, y muy pronto le describe como un hombre "déspota, egoísta y sin corazón".

— Esto sale de un dietario que ella tenía en la época y que Carme Arnau cita en El paraíso perdido [Ediciones 62]. Lo califica a menudo de tacaño porque no le compra vestidos. A medida que la vas estudiando te das cuenta de que Rodoreda se quejó de todos los hombres con quien tuvo relaciones. .

Exigente y posesiva. Desde que en 1939 empieza a entenderse con Obiols, siente unos "celos asfixiantes" hacia la mujer que él ha dejado en Sabadell, Montserrat Trabal, y también hacia su hija, Anna Maria.

— La novela explica una relación triangular donde, por un lado, están Mercè Rodoreda y Armand Obiols, y por otro Obiols y su esposa, Montserrat Trabal, que se ha quedado en Catalunya después de la guerra. En 1946, cuando Rodoreda y Obiols están en Burdeos, Montserrat reaparece y él corre a decir a Rodoreda que debe dejarlo para volver con su mujer. Es un momento muy difícil para ella.

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Rodoreda vive, a menudo, en el límite. Dos conocidas se acaban suicidando y eso le afecta mucho. De hecho, ella también tiene pensamientos en esa dirección.

— Podemos intuir que Rodoreda estuvo a punto de echarse al Sena por amor.

En plena Segunda Guerra Mundial, es hospitalizada de urgencia porque en principio tiene apendicitis...

— Pero le acaban extirpando un tumor en el ovario.

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Si no lo hubieran operado y hubiera acabado muriendo...

— Entonces Rodoreda habría quedado como una más en la lista de autores que habían despuntado en los años 30. Habríamos perdido el maravilloso puente que hace entre el mundo de antes de la guerra y el de después, con novelas como La plaza del Diamante, Espejo roto y La muerte y la primavera. Rodoreda nos conecta con el país que perdimos.

Fue una mujer muy decidida tanto en lo que se refiere al amor como en relación con la literatura que escribió. Mercedes y Juan describe este doble combate, enmarcado en un mundo desquiciado por la guerra.

— Ella está muy decidida a hacerse suyo Obiols. Está dispuesta a jugarse "el todo por el todo", asegura. Los celos de Rodoreda no se acaban cuando Montserrat se va a Chile con su hija, lo que provoca que Obiols entre en una depresión muy profunda. A principios de los 60 Rodoreda recibe en Ginebra una carta de su hija, Anna Maria, en la que le explica que les irá a visitar. Rodoreda la desgarra, la pone en un sobre y luego la envía hacia Viena, donde vive Obiols. Aquella carta la desquicia muchísimo. Aún vive atemorizada para que no le tomen el hombre que ama...

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Mercedes y Juan explica los primeros diez años de relación entre ambos, quizás los más convulsos. Coinciden en el castillo de Roissy-en-Brie en 1939, un lugar donde se encuentra la flor y nata de la intelectualidad republicana catalana, desde la amiga y confidente Anna Murià hasta el poeta Joan Oliver y el novelista Francesc Trabal, hermano de la mujer de Obiols.

— Tenemos constancia de que se conocen profesionalmente antes de la foto del homenaje a Ruyra en 1938. En los primeros meses de ese año ella escribe cuentos para la Revista de Cataluña, de la que él es redactor jefe. En Roissy, una de sus primeras conversaciones tiene que ver con Aloma. En Mercedes y Juan él le dice que esa novela tiene algo bueno: que se ha vendido mucho. También le explica que el escritor catalán se ha quedado sin público, por culpa del desenlace de la guerra, y que la forma de continuar es hacer "libros tan buenos que se puedan leer dentro de cien años como si acabaran de escribir".

Entre los proyectos que nunca escribió se encuentran La novela de Roissy.

— Hay algunos pasajes de una novela en la que sale la línea de tren que pasaba cerca del castillo, el mandarino y el amante que lleva unas gafas donde se refleja el cielo durante los encuentros en el cementerio. Se pueden consultar a Cartas de guerra y de exilio (1934-1960) [IEC, 2017]. Rodoreda y Obiols se iban a amar en un cementerio que había cerca de donde vivían.

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Estos primeros encuentros hacen pensar en los amores del Romanticismo.

— Quizás sí. Mary Shelley se enamoró de Percy frente a la tumba de su madre... No era tan extraño encontrarse en cementerios. Los hemos acabado expulsando de la vida, pero antes formaban parte del casco urbano. Estaban cerca de la parroquia. Eran lugares cuidados y bonitos.

Aunque pasen por lugares hermosos, ellos viven tiempos difíciles. El papel de Obiols durante la Segunda Guerra Mundial ha sido controvertido y se le ha llegado a considerar colaboracionista. Él mismo lo resume por carta. Destaca que ha sido "percazado y ametrallado", pero también "señor casi omnipotente de un campo de 4.000 hombres".

— Esta carta la envía a César August Jordana después de que se haya terminado la guerra. Le explica que ha tenido que transformarse muchas veces, durante aquellos años, y acaba diciendo: "He sobrevivido, que ya es mucho". Quizás para entender un poco más Obiols podemos mirar hacia un amigo suyo, el occitanista Pierre-Louis Berthaud: cuando está en un campo de concentración francés escribe a su mujer, Madeleine Castelain, y le hace saber que es probable que les envíen en Alemania, pero él tratará de entrar en el cuadro administrativo para evitarlo. No lo consigue y acaban deportándolo a Dachau. El caso de Obiols es distinto. Cuando uno y otro vuelven a coincidir en París en 1946 se ponen a hacer juntos la Revista de Cataluña: Berthaud ha pasado por Dachau; Obiols ha acabado siendo jefe del bureau del campo Lindemann.

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Dices que has escrito esta novela durante el último año, pero llevas mucho tiempo profundizando en Rodoreda, a quien has dedicado dos ensayos, El sueño azul (IEC, 2020) y Afinar el estilo (IEC, 2022). ¿Cómo y cuándo la descubriste?

— Fue antes incluso que me la hicieran leer en el instituto. Cuando tenía 13 años, papá tenía alquilada una plaza de parking a un hombre que en vez de pagarle un dinero al mes me compraba libros. Uno de los primeros que elegí fue Aloma. Después ya leí La plaza del Diamante. Y así fui haciendo. Nunca me he cansado de Rodoreda. Es inagotable.

A Obiols llegarías a través de Rodoreda, más adelante...

— Sí. Obiols me interesa muchísimo: es un gran estilista, inteligentísimo, y está dotado de un fino humor. Su forma de escribir no es popular, pero una vez entras, te fascina. Además de los proyectos personales –muchos de ellos quedaron en el cajón– Obiols fue una especie de director de orquesta de la cultura catalana. Estaba siempre en medio de todo. Algunas de las ideas que tenía las terminó encargando a otros autores a través de la Revista de Cataluña.

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Mercedes y Juan ha llegado al tiempo que Comanegra recupera sus artículos de juventud y meses después de que Neus Penalba publicara el ensayoHambre en los ojos, cemento en la boca (3y4). Tienes miedo, como Penalba, de que Rodoreda acabe convertida en una "gracieta", que acabe siendo carne de mem y de stickers "divertidos y banales"?

— Yo estoy a favor de la alta búsqueda sobre la autora, de poder escribir novelas a partir de su vida, e incluso de la Rodoreda con gafas de sol que circula por whatsapp. Todo esto, sumado a sus libros, que son lo más importante, demuestran que su obra está viva y que la seguimos leyendo. De hecho, he llegado a proponer un videojuego a Conrad Roset basado en La muerte y la primavera.Creo que sería maravilloso poder perderse en aquel mundo.