Literatura

"El mal del 99% de los escritores catalanes viene de que son puros aficionados", decía Armand Obiols

La enigmática figura del crítico literario, poeta, político y pareja de Mercè Rodoreda motiva el último ensayo biográfico del editor y expresidente Quim Torra

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Mercè Rodoreda y Armand Obiols, a finales de los años 50 en Lausana

BarcelonaArmand Obiols (1904-1971) ha sido uno de los intelectuales catalanes más importantes del siglo XX, pero murió sin haber publicado ningún libro. "Fue alguien que a lo largo de la vida se dedicó a perder cosas", asegura Quim Torra, que acaba de publicar el ensayo biográfico Armand Obiols, de una frialdad que arde (Empúries). "Armand Obiols debía ser un gran poeta, pero abandonó los versos muy pronto. Se convirtió en un crítico literario reputado y muy temido, aunque también lo dejó para convertirse en analista político. De ahí pasó en Acció Catalana, el partido de los intelectuales, donde estaba Carlos Riba, Eugeni Xammar y Josep Maria de Sagarra, entre otros", añade Torra. Las ideas catalanistas, liberales y republicanas que Obiols defendía se fueron al garete a partir del estallido de la Guerra Civil. En 1939 se exilió y nunca más volvió a pisar Cataluña.

Lo primero que perdió Armand Obiols fue el nombre.Nacido como Joan Prat y Esteve en Sabadell en 1904, empezó a firmar con este seudónimo a partir de 1920. Influido por el Novecentismo y por el malogrado Joaquim Folguera (1893-1919), Obiols fue compañero de aventuras y de inquietudes con la llamada Aleación de Sabadell, de la que formaban parte Francesc Trabal, Joan Oliver, Lluís Parcerisa y Antoni Vila Arrufat. "Obiols era del parecer que Catalunya solo podría salvarse con la cultura –recuerda Torra–. Esto se tradujo, en su caso, en la excelencia, que fue acompañada de una autocrítica radical en cualquier cosa que pudiera decir o hacer".

Una "eterna promesa" frustrada

Antes de presidir la Generalitat, Quim Torra había dedicado ensayos al bibliobús de la Generalitat, a Eugeni Xammar ya Manuel Fontdevila y había publicado, desde su editorial, A Contravent, numerosos autores de la generación en activo en los años 20 y 30, entre los cuales estaban Just Cabot, Carles Sindreu y Domènec de Bellmunt. Ha dedicado la última década a leer las aportaciones más recientes sobre el autor –destaca el trabajo de Mercedes Ibarz, Jordi Marrugat, Miquel Bach y Anna Maria Saludes– ya escribir este ensayo sobre Obiols, "personaje que aparecía a menudo vinculado a muchos de los nombres" que le interesaban. Aquella "eterna promesa" de las letras catalanas, que "debía ser el sucesor de Carner", acabó saltando de un lado para otro hasta que la guerra y su desenlace le obligaron a dejar el país.

En aquellos momentos, Obiols estaba casado con Montserrat Trabal y tenían una hija, Anna Maria Prat. Durante los meses que, junto a otros intelectuales exiliados, pasó al castillo de Roissy-en-Brie, Obiols comenzó una relación con Mercè Rodoreda. "Los paseos a solas de Obiols y Rodoreda, por la noche, encienden todas las alarmas", escribe Torra en el ensayo, antes de recordar que en Roissy estaba el resto de la familia Trabal, con la excepción de Montserrat y Anna Maria. Tanto Rodoreda como Obiols "estaban legalmente casados", recuerda el autor. Es en esta "situación explosiva" que "vuelve a resurgir Joan Prat, el hombre que prefiere dejar pasar, dejar hacer, perderse y que le pierdan".

A la hora de escribir Armand Obiols, de una frialdad que arde, Quim Torra ha querido comprobar hasta qué punto son ciertas las "tres leyendas" que rodean a la figura del poeta y crítico literario. La primera tiene que ver con el posible colaboracionismo con los alemanes entre 1941 y 1944. "Obiols fue reclutado por la Compañía de Trabajadores Extranjeros y pasó dos años en Burdeos en uno de los campos de la Organización Todt, el organismo alemán encargado de la construcción del Muro Atlántico –hace memoria Torra–. Llegó después de la fuga de París, que Rodoreda utilizó para el relato Orleans, tres kilómetros, y que ambos pasaran un año medio escondidos en Limoges". Antes de incorporarse a Todt, "trabajó en una cantera y después en una fábrica de explosivos: entonces, después de una estancia breve en prisión , salió y se pasó dos años en la base naval". Obiols, "que hablaba con fluidez cinco lenguas y tenía una inteligencia bastante superior a la media, acabó trabajando en las oficinas". Durante la investigación, Quim Torra no ha encontrado "ningún papel que pudiera hacer pensar que Obiols fue colaboracionista". Y añade: "Al día siguiente que se liberara Burdeos empezó a trabajar en una oficina de recolocación de republicanos españoles para el gobierno francés ".

Armand Obiols y Mercè Rodoreda, en Roissy-en-Brie

Obiols, ¿espía de los rusos?

La segunda leyenda relacionada con Obiols tiene que ver con su posible condición de espía mientras realizaba traducciones para la Unesco, la ONU y la Agencia Internacional de la Energía Atómica. "Incluso Domènec Guansé, cuando escribe la necrológica de Obiols para el Institut d'Estudis Catalans, muy sutilmente apunta a que trabaja más allá del Telón de Acero –explica Torra–. Obiols pasa muchos años en Viena, ciudad mítica de los espías, en parte gracias al éxito de la película El tercer hombre. Alguien debió pensar que, además del trabajo, se dedicaba a espiar para los rusos, o quizás para los americanos". Torra cree que la hipótesis "no tiene ni pies ni cabeza".

Fue durante la etapa vivida en caballo de Viena y Ginebra, ciudad en la que vivía Rodoreda –en un pequeño piso cuyo alquiler pagaba Obiols–, que volvió a hacer acto de presencia el implacable crítico literario de los años 20. Con una diferencia: Obiols ya sólo evaluaba y aconsejaba Rodoreda: "La ayudó a afinar el estilo, tal y como recuerda la profesora Eva Comas Arnal –comenta Torra–. Mientras ella escribía La plaza del Diamante, había días en que Obiols llegó a escribirle dos cartas con comentarios". Torra define estas cartas "como el último acto de amor a su compañera ya la literatura catalana". Si él no fue capaz de escribir nunca ninguna gran obra, lo haría Rodoreda en su lugar. Entre los consejos que le dio estaban estos: "La espontaneidad soberana que tienen los grandes libros se debe trabajar poco a poco"; "Trabaja un poco cada día, es la única forma de hacer algo: con sudor, dolor y alegría. Y, sobre todo, con verdadera ambición". De vez en cuando, Obiols no podía evitar soltar alguna chispa de la dureza que gastaba a finales de los años 20: "El mal del 99% de los escritores catalanes viene de que son puros aficionados; gente [...] que escribe un ratito después de cenar y alguna tarde de domingo. Gente perezosa; incapaz de romperse la cabeza y, por supuesto, de perder la salud, para llegar a decir algo".

Todavía hay una tercera leyenda que rodea a Armand Obiols, la de la relación clandestina con la secretaria Pilar González de Prada: "Se presenta como su última traición, el asunto que Rodoreda habría descubierto mientras velaba a Obiols en un hospital de Viena, enfermo de cáncer –recuerda Torra–. Este último escándalo es inexistente, según las voces que he consultado y todo lo que he leído". Obiols murió el 15 de agosto de 1971, cinco meses después de la última carta que se conserva enviada a Rodoreda, donde asegura: "Espejo roto será una de las novelas más llenas –la más llena– escrita en catalán. Y dará una grandísima impresión". Enterrado en el cementerio general de Viena, tocando al aeropuerto, en la tumba estaba la inscripción Juan Prat. Años después, como casi todo en la vida del intelectual, la placa con su nombre también se perdió.

Quim Torra, esta semana en el Ateneu Barcelonès
La revista centenaria que Obiols dirigió en un momento clave

La Revista de Catalunya nació en 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera, con el objetivo de ofrecer a los lectores artículos de historia, arte, literatura, pensamiento y lingüística. Dirigida por el historiador y político Antoni Rovira i Virgili hasta 1932, año en que se suspendió su publicación, en 1938 –en plena Guerra Civil– fue retomada por Armand Obiols, que la dirigió con la ambición de convertirla en la publicación de referencia cultural de Cataluña. "Obiols se tomó esta labor como la oportunidad de dejar un legado de la patria perdida", afirma Quim Torra.

La edición de la revista continuó con intermitencias desde el exilio hasta 1967. Después de un paréntesis de casi dos décadas, la creación de la Fundación Revista de Catalunya por parte del ex consejero de Cultura de la Generalitat Max Cahner permitió que la revista tuviera continuidad hasta el presente. Durante la última década la han dirigido Josep Maria Roig i Rosich (2012-2015), Quim Torra (2015-2018), Agustí Pons (2018-2022) y Lluïsa Julià, que todavía está a la cabeza. La Revista de Catalunya ha llegado al centenario con más de 300 números editados, cientos de artículos publicados y miles de páginas impresas. Este año, coincidiendo con la fecha redonda, se impulsarán varias iniciativas, entre las que cabe destacar una exposición, la edición de un monográfico sobre la historia de la revista y una antología bilingüe catalán-inglés de artículos históricos y la digitalización de todos los números entre 1986 y 2023.

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