"Como no soy mujer, gay ni joven, mis proyectos ya no interesan a los teatros"

BarcelonaHa invertido en los dos últimos años en escribir una de sus novelas más extensas, La quietud (Ediciones 62, 2024). Jordi Coca se siente "cansado" y "triste", y asegura tener menos que ver con la edad que con el presente. "Cada novela me supone subir hasta el Himalaya –reconoce el autor, de 76 años–: implica un gran esfuerzo, una disponibilidad y unas renuncias que no sé si estoy dispuesto a volver a asumir, porque en un país como la actual, los libros acaban en la papelera al cabo de dos meses. Estoy harto de trabajar tanto para nada, y también estoy harto de nuestros políticos y de tanta tontería".

El autor siente que La quietud es su "testamento" como narrador de ficción, aunque su editora, Pilar Beltran, quiera ponerlo en duda. "Estoy segura de que Jordi no tardará en volver a querer escribir otra novela –dice–. Le he publicado siete desde Cara de ángel [2004], y todas comparten planteamientos de una gran ambición y seriedad". También tienen en común "una trama mínima", en la que aparecen temas como "la vulnerabilidad, el deseo, el paso del tiempo y, en definitiva, el aprendizaje de la complejidad de la vida". En el caso de La quietud, el punto de partida es la conversación entre dos mujeres en el patio de una casa de pueblo de una isla del Mediterráneo. Una de ellas es Margalida, "vieja narradora de larga melena blanca"; la otra es Celeste, "su asistenta de piel oscura".

Qué pasa cuando aparentemente no pasa nada

"Me interesa mostrar qué ocurre cuando aparentemente no pasa nada porque es en estos momentos que pasa todo lo importante –reconoce Coca–. La acción arranca en este patio y desde allí Margalida y Celeste tomarán un autobús para ir a ver al cuñado de la primera, que tiene Alzheimer. De camino se detendrán a visitar a una amiga, Maria del Mar, que se ha quedado sola". En medio de esta fina línea argumental Margalida rescata fragmentos de su vida y les va contando a la asistenta. Existen los recuerdos sobre la familia y sobre la isla, que podría ser Menorca –la abuela de Coca había nacido–, la tensión con un marido ausente, obsesionado con el hinduismo –personaje inspirado en el profesor y orientalista Joan Mascaró– y el vínculo con el mundo del teatro. "Aparecen algunos de mis referentes, como Ibsen, Chéjov y Strindberg –adelanta el autor–. Hay una representación de La señorita Julia, de Strindberg, en un teatro sueco que tiene un paralelismo con el que se cuenta en el libro. Esta obra me ha interesado siempre mucho por cómo habla del deseo, la ambición, el dinero y el miedo al poderoso durante el descalabro que tiene lugar durante una noche de San Juan”.

El teatro ha sido y sigue siendo una de las grandes pasiones de Jordi Coca. En muchas de sus novelas tiene un papel destacado y ha motivado ensayos como El teatro de Josep Palau i Fabre: alquimia y revuelta (Galaxia Gutenberg, 2013) y El teatro de Shakespeare en su contexto (Ediciones de 1984, 2022). Además, Coca ha dirigido una quincena de montajes, el último de los cuales fue La última cinta de Krapp, basada en un texto de Samuel Beckett, que pudo verse en el Teatre La Gleva el pasado otoño. "Me indigna ver que hace poco la Generalitat ha retirado la subvención a La Gleva porque hacen, según ellos, demasiadas obras en castellano –dice Coca–. El trabajo de La Gleva es impecable, sea en una u otra lengua, y si coincidieron dos o tres montajes en castellano no debería ser un problema". A Coca le gustaría poder seguir haciendo teatro, pero lamenta que ahora mismo no quieran en ninguna parte. "Como no soy mujer, gay ni joven, mis proyectos ya no interesan en los teatros", aventura.

Rebotado con la situación actual, Coca ha querido que La quietud tenga "un tercio en castellano" para respetar la voz de una de las protagonistas, Celeste. "El país se nos va adelgazando –reconoce–. Cualquier día nos levantaremos y nos daremos cuenta de que esa ficción que aguantamos entre unos cuantos ha terminado".