Una de esas noches que hacen avergonzar el currículum sentimental de cualquiera
'La fiesta' es una novela breve y perfecta de Tessa Hadley, la cuarta que publica Edicions de 1984
'La fiesta'
- Tessa Hadley
- Ediciones de 1984 / Sexto Piso
- Traducción de Josefina Caball
- 128 páginas / 17,90 euros
Esta novela brevísima y perfecta es la cuarta que publica Edicions de 1984 de Tessa Hadley, una autora inglesa que domina cómo quiere las relaciones familiares y que pinta con mano maestra escenas ambientadas en la placidez de un domingo por la tarde que se enturbian sin remedio. La fiesta es una especie de tragedia en tres tiempos, en la clásica, que narra el paso a la edad adulta de unas hermanas, Evelyn y Moira, que son de clase media e hijas de un matrimonio que no se aviene: el marido ya no esconde que tiene una amante y la mujer aguanta como puede el Sunday roast, la principal comida familiar de los ingleses: como puede decir con los rulos en la cabeza ya punto de llorar. Pero Tessa Hadley es la reina de alternar momentos de máxima luz y máxima oscuridad, detectar la tristeza que esconden los momentos más felices y la luz que nace de la tragedia más profunda. La escena inmediatamente posterior a la comida familiar, donde las dos hijas peinan y arreglan a la madre ante un tocador, es de una belleza y de una elevación ejemplares, hecha sólo a base de peines, agujas de pelo y diálogos cargados de subtexto.
Pero el libro se titula La fiesta, y en torno a una fiesta es donde pivota todo. Primero hay una escena de pub, que no es sino una especie de cata de lo que ocurrirá en el tercer capítulo: las hermanas conocen a unos hombres mayores que parece que medio flirtean con ellas, y todo acaba con las hermanas huyendo escaleras arriba, hacia un piso lleno de ratas y malos aseos que no será sino la prefiguración de lo que conocerán en el. En el segundo capítulo, el del asado de carne, recibirán una llamada con una invitación irresistible a una mansión de uno de los barrios más exclusivos de la ciudad. Como dos chaietas a punto de sacrificar, las hermanas irán (una habría preferido quedarse en casa traduciendo literatura francesa, pero la mayor le obliga a acompañarla). Y ahí es donde va a pasar todo.
La fiesta es una especie de encuentro de ambiente turbio, muy lujurioso, con personajes de intenciones más que ambiguas, que termina más o menos mal. El mayor mérito del libro, más allá de describirla y de jugar con las expectativas de las dos hermanas, es saber escribir las páginas que retratan a la mañana siguiente de una de esas noches que hacen avergonzar el currículo sentimental de cualquiera. No son páginas de arrepentimiento total, ni de euforia, sino que saben bascular entre uno y otro sentimiento con todo el sentido y la sensibilidad que requiere un momento así: "Ellas dudaban de sí mismas, se sentían impuras y sucias, pero, en realidad, presentaban el aspecto que más habían anhelado; un aspecto enigmático, opaco y deseable". Dejarlas exactamente en este punto, sentadas en una cafetería añadiendo azúcar en el café para que no amargue, es saber exactamente cuándo hay que poner el punto final a una historia. Leer Tessa Hadley es, ahora ya no cabe duda, un imperativo categórico.