El nuevo prodigio literario de Mircea Cartarescu
El personaje de 'Theodoros' crece como criatura pobre, avanza como superhombre despiadado y muere como Teodoro II, desafiante emperador de Abisinia
'Theodoros'
- Mircea Cartarescu
- Impedimenta
- Traducción de Marian Ochoa de Eribe
- 600 páginas / 25,95 euros
Como incansable investigador de la escritura y genio superdotado, Mircea Cărtărescu nos ha ido sorprendiendo constantemente mediante propuestas literarias únicas, metas de una trayectoria cada vez más celebrada en todo el mundo. Primero se dio a conocer con poemas de estética beatnik que profundizaban en las vicisitudes del día a día y en estallidos transgresores de elevada densidad simbólica: en catalán podemos encontrar ejemplos en el volumen Nada. Poemas (1988-1992), traducido por Xavier Montoliu Pauli y prologado por D. Sam Abrams, tándem que recientemente ha propiciado los fascinantes fragmentos elegidos de los Dietarios1990-2017 en Lleonard Muntaner. Más adelante, explorando las rendijas de la posmodernidad, Cărtărescu perpetró obras narrativas que situaban la evocación memorial, a modo de Proust, de los turbulentos paraísos de infancia junto a las salingerianas, kafkianas y cáusticas experiencias de vida bajo un régimen dictatorial, concretamente el de Nicolae Ceauşescu. Pero esto sólo era una primera ola, porque a continuación, y ya desatado, Cărtărescu dio la vuelta a los panoramas local e internacional con obras maestras: la trilogíaCegador y Solenoide, que podemos leer en catalán gracias a Antònia Escandell Tur en Edicions del Periscopi y en castellano gracias a Marian Ochoa de Eribe en Impedimenta. Ahora, el escritor rumano vuelve a maravillarse con Theodoros, un nuevo prodigio que ha visto la luz en la editorial madrileña bajo el traslado de la demiúrgica traductora vasca ya mencionada.
A través de unas páginas alucinadas de excepcional y espasmódica belleza, asistimos a las vidas, aventuras, transformaciones y exaltaciones de un personaje que, como Dios, es Único y Triple a la vez: nace como criatura pobre, avanza como superhombre despiadado y muere como Teodoro II, desafiando al emperador de Abisinia. Su apoteósico y planetario itinerario psicogeográfico se nutre del carácter mutante y polimórfico del viaje heroico que supo transmitir el antropólogo Joseph Campbell en obras de referencia. Pero que nadie se confunda: Theodoros, de Mircea Cărtărescu, no es una novela histórica, sino más bien una refundación total, una fantasía bíblica, una fiesta de la infinita fuerza de la fabulación, un festival de arquetipos colectivos tal y como los concebía Carl Gustav Jung, un delirio inaudito que bebe de la historia para segregar microhistorias enlazadas entre ellas, tal y como Gerard Vergés concibió sus Trece biografías imperfectas, recuperadas recientemente en Comanegra. Otras obras de nuestra literatura reciente que dialogan con Theodoros son Aventuras y desventuras de Joan Orpí, de Max Besora (Males Herbes), por la subversión de los materiales históricos a partir del desenfreno; Tsunami deAlbert Pijuan (Ángulo Editorial) por una prosa que avanza igual que una torrentada imparable; o Bootes de Miguel de Palol (Navona) por la saludable, desmedida y exitosa ambición de construir nuevos fundamentos narratológicos con alegorías imaginativas.
Una defensa a ultranza del arte de contar historias
Son muchas las intertextualidades que reverberan dentro de Theodoros, de Mircea Cărtărescu, sobre todo de la literatura hispanoamericana que tanto le ha marcado: las gozosas muñecas rusas metaliterarias de Miguel de Cervantes, los juegos textualistas de Julio Cortázar, el realismo mágico de Gabriel García Márquez, el barroquismo rococó de José Lezama Lima, los laberintos espirituales de Jorge Luis Borges o las técnicas irreverentes de Reinaldo Arenas, con quien Cărtărescu comparte la osadía de recuperar detalles concretos de la vida de un personaje que realmente existió para sublimarle hacia una dimensión mítica o, incluso, cósmica; así dialogan El mundo alucinante y Theodoros. Tal periplo, narrado por una mesiánica ve omnisciente que no renuncia al humor negro o al sexo desenfrenado, se despliega, con épica apocalíptica y exuberante plenitud, hasta el juicio final un informe macabro para Dios, el Lector Definitivo.
Por su originalidad, y por la radical rotundidad de sus recursos, Theodoros, de Mircea Cărtărescu es un monumento que se puede leer como una defensa a ultranza del arte de contar historias, así como una absoluta reinvención de todo lo nuevo, que puede aportar una novelística del futuro que se abre de la tradición con rebeldía y furor. La buena acogida que ha experimentado esta grandiosa obra en todos los sentidos –ya que en una semana han volado los 15.000 ejemplares de la primera edición en Impedimenta traducida por Marian de Ochoa de Eribe–, vuelve a confirmar el titánico escritor como uno de los perpetuos candidatos al premi Nobel de literatura. Qué lástima que, por ahora, no podamos disfrutar de ese portento atrevido y decisivo en catalán.