La perimenopausia no es un regalo, pero es una revelación

BarcelonaA finales de julio, Salvador Macip, director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y catedrático de medicina molecular de la Universidad de Leicester, escribió un artículo sobre su diagnóstico de autismo a los 54 años. Macip explica que la mayoría de autistas desarrollan mecanismos de compensación para esconder el autismo, lo que se conoce como masking o camuflaje: el esfuerzo por ocultar los rasgos autísticos y encajar en las normas sociales que el entorno dicta como "normalidad".

He pensado mucho en este concepto mientras leía A cuatro patas, la última novela de la escritora estadounidense Miranda July (publicado por Angle Editorial y traducido por Bel Olid). De este libro se han dicho cosas bien polarizadas: por un lado, el New York Times y el New Yorker lo incluyeron entre los mejores del 2024 y lo destacaron como "la primera gran novela sobre la perimenopausia" o como "un regalo de los dioses que sólo debe desempaquetarse"; por otro, he leído a quien le tacha de "banal y superficial" y de tener una protagonista "especial ya ratos insoportable".

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Las mujeres estamos hartas de tener que disimular quiénes somos

En mi opinión, quizá no sea un regalo de los dioses, pero en ningún caso se puede decir que sea un libro banal o superficial. Por el contrario, lo he disfrutado y recomendado a amigas, porque no hay muchas novelas protagonizadas por mujeres en la cuarentena que hablen de deseo, masturbación o perimenopausia sin tabúes. De hecho, otro libro fantástico de Angle Editorial es el volumen que recoge los tres libros autobiográficos de Deborah Levy, en la que repasa su vida desde que se divorcia a los cuarenta y tantos hasta los sesenta y reflexiona sobre el deseo y las relaciones sentimentales en esta etapa de la vida, pero donde el sexo o la perimenopausia están ausentes.

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Más allá de cambios hormonales o de encaterinamientos de hombres jóvenes, el tema central que July expone, de forma divertida y un punto surrealista, es la necesidad de desenmascararse como mujer. Y por eso ha conectado tanto con mujeres jóvenes, y no sólo con las que ya hemos cumplido los cuarenta: porque todas estamos hartas de tener que disimular quiénes somos para encajar en las expectativas y el rol que tenemos asignado en la sociedad patriarcal.

He oído a hombres de mediana edad hablar más de la menopausia –de manera denigrante– que de cuando ellos deberían empezar a tomar Viagra. Quizá A cuatro patas no es una novela perfecta, pero tiene la virtud del estampado de leopardo: es sexy pero también hace por señoras mayores, arregla y es informal; un cemento intergeneracional que nos aglutina porque todas cargamos con la presión de no poder acabar de ser libres por el miedo a perder la aprobación y el amor de nuestro entorno, sobre todo de los hombres que nos rodean.

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Al igual que Macip habla del masking como estrategia de supervivencia en la neurodivergencia, July nos muestra cómo las mujeres nos pasamos media vida camuflándonos. La perimenopausia, amigas, no es un regalo de los dioses, pero tiene una virtud: nos desnuda y nos hace caer la careta. Y lo que hay debajo, como la protagonista de la novela, ya no queremos esconder de nuevo.