BarcelonaEn 1863, Victor Hugo (Besançon, 1802 - París, 1885) escribió un artículo llamado Los genios pertenecen al pueblo comentando, por enésima vez en la historia, la relación entre los hombres y mujeres de talento y la sociedad. Hugo se había implicado a fondo en los problemas sociales, educativos y políticos de su tiempo como miembro de la Cámara de los Padres y de la Asamblea Constituyente, y diputado conservador en la Segunda República. Se manifestó en contra del golpe de estado de Luis Napoleón, se exilió en Bruselas y en otros lugares, y regresó a Francia en 1870, favorecido por una amnistía del Emperador.
En el artículo que hemos mencionado, Hugo consideró que un hombre de genio debe hacerlo todo al servicio de la sociedad en la que vive: "El pensador, el poeta o el filósofo, deben sentir una especie de paternidad inmensa... Simpatizan con los necesitados; hacen que los ciegos vean; hacen que caminen las almohadas... Un genio es como un funcionario de la civilización". Son expresiones muy evangélicas, propias de quien puede ser considerado el padre del teatro romántico y, por él, de todo el teatro francés contemporáneo. Hugo obedecía a la figura del intelectual "comprometido" –y la aumentaba–, que en Francia se inaugura con Rousseau y Voltaire.
Pero parecen ideas hoy impracticables, como demuestra la historia de la intelectualidad francesa, ella misma: cuesta encontrar, después de Sartre y de Foucault, hombres o mujeres que hayan poseído ese predicamento. De la misma manera que cayó, hace siglos, la autoridad de las jerarquías eclesiásticas y, más tarde, debido a los sistemas parlamentarios, la autoridad de los primeros ministros y de cualquier miembro de un partido político, así han caído, poco a poco, todas las autoridades humanas imaginables, quizás con la excepción de los grandes hombres de ciencia.
Todo el mundo forma parte de un totum revolutum social, cada uno hace el trabajo para el que se siente capaz, y ningún hombre o ninguna mujer, por mucho talento que tengan, pueden aspirar a convertirse en guías de la nación, la sociedad o el pueblo. Quién sabe si esto es bueno o malo para la marcha de esa civilización de la que hablaba Hugo.