El reverso tenebroso de la Arcadia
Periscopio completa con 'Balada de Holt' la publicación en catalán de toda la obra del estadounidense Kent Haruf
'Balada de Holt'
- Kent Haruf
- Ediciones del Periscopio
- Traducción de Marta Pera Cucurell
- 216 páginas / 19,90 euros
La balada es un género musical y lírico propio de la cultura popular de EE.UU. que narra historias de amor y pérdida, de asesinatos y traición. Las baladas las canta gente sencilla, tienen una naturaleza coral y conjugan la vida aparentemente plácida con la irrupción de la muerte y la tragedia. En Balada de Holt, de Kent Haruf (1943-2014), encontramos todo esto. Como una Odisea invertida, Jack Burdette, un viejo y popular vecino, exestrella del fútbol de instituto ("habíamos aprendido a esperar cosas insólitas de él"), regresa un buen día al pueblo del que había huido años atrás después de haber perpetrado una traición colectiva. Este odiado Ulises sí es reconocido –es vapuleado y encarcelado– cuando regresa a Holt, su Ítaca, donde aún vive quien fue su Penélope. Ahora, Jessie es la pareja de la voz que nos narra la historia, Pat Arbuckle, propietario del diario local.
Este punto de vista interno en el relato, con un narrador testimonio que acaba siendo protagonista, es la primera diferencia que encontramos en Balada de Holt, que fue la segunda novela de Haruf (y la que faltaba por publicar en catalán por Periscopi), respecto de la posterior y más conocida Trilogía de Holt –integrada por Canción de la página, Atardecer y Bendición—. La Trilogía dispone de un punto de vista omnisciente seco, dialogal y escénico. En la Balada, en cambio, Pat hace de narrador emocional y poco confiable.
La renuncia a la mirada omnisciente tiene una explicación: Haruf no tiene ningún interés moralizante. Las desgracias se suceden, pero no como resultado de ninguna acción, sino porque la vida resulta ser una trituradora engrasada. No hay héroes, nadie de quien sentirse orgulloso. En El vínculo más fuerte, primera novela de Haruf que presentaba el condado imaginario de Holt, en Colorado, encontrábamos esa tierra seca que hace personas secas, sí, pero también una naturaleza que enmarcaba y disipaba la niebla trágica: las montañas, las praderas de melisa. En ésta, en cambio, no salimos del pueblo, no vemos las montañas.
El ritmo de la narración, sin embargo, sí imita el comportamiento de las aguas que se despeñan montaña abajo hacia la llanura de Colorado: la trama nos ambienta primero en historias de luz y plenitud de los personajes –parejas felices, amistades, planes de futuro–, pero ilumina sus detalles. De repente, la corriente cae pendiente abajo y todo es furia, espuma y remolinos: accidentes, suicidios, muertes. Este patrón narrativo –somos seres de vida hechos para la muerte– es muy recurrente en la novela, hasta el punto de que en el último tercio la hace previsible. Haruf explora el reverso tenebroso del mito arcádico, tan arraigado en la tradición de EE.UU. desde Emerson, Thoreau o Whitman. Holt no es acogedor, es frío e inhumano, la justicia se practica como una variante retorcida de la venganza. La protagonista, Jessie, lo entiende muy bien y se le ofrece en sacrificio expiatorio.
Una incorporación valiosa
Pero los personajes, tal vez como efecto de esta recurrencia en la trama, resultan más planos y estáticos, perfilados con un trazo más grueso de lo que nos tiene acostumbrados Haruf. Jack es un antagonista oscuro y lo es sin ninguna grieta, al contrario del narrador, Pat, bueno sin contraste. Jessie es, sin embargo, un personaje más complejo y dinámico, sorprendente. En cuanto al trato que Haruf da a los secundarios (el sheriff perezoso y gordo, la novia acelga), la novela tumba más bien hacia el tono satírico.
Periscopio completa con Balada de Holt la publicación en catalán de toda la obra de Haruf, una valiosa incorporación a un catálogo internacional que es percibido por el lector como valiente y prestigioso. La escritura silenciosa de Haruf es una buena muestra de ello. Y lo que nos dice: que vivimos como soñamos, solos.