PalmaDice el jurado del premio AHORA Baleares–Toni Catany que "la cultura que se ha hecho en Mallorca durante el último medio siglo es difícil de entender sin él". Y, humilde como es, al saber que es él el premio de Cultura, a Guillem Frontera (Ariany, 1945) le sale decir que hay mucha otra gente que se le merece: “Antes de dárselo a mí, podrían haberle dado a toda una serie de personas que han representado tanto o más que yo”. Pero basta echar un vistazo al nutrido listado de novelas que ha escrito, entre ellas Los carniceros (Club Editor, 1968), Tyrannosaurus (Laia, 1977), Un corazón demasiado maduro (Ediciones 62, 1994)y Sicilia sin muertes (Club Editor, 2015), además de las otras facetas a las que se asocia su nombre –prolífico articulista, guionista, editor, crítico de arte, comisario de exposiciones, entre otras muchas–, para justificar la valoración del jurado.
¿Qué significa un reconocimiento como éste, que no es por un libro ni siquiera por una vertiente de su trayectoria, sino como figura esencial de la cultura de Baleares?
— Estas cosas se reciben bien, por supuesto, pero son totalmente imprevistas. Entonces, no dejan de ser reconocimientos sobre los que tú no tienes mucho control, porque si te premian por un libro puedes pensar por qué lo han hecho, pero un premio de cultura… Es un concepto tan amplio que da como impresión y todo, la verdad.
Según afirma el jurado, sois un “renovador de la narrativa en catalán” y uno de los “puntales de una generación fundamental en la literatura en catalán en las Islas” como fue la de los 70. En ese momento tenía conciencia de formar parte de un movimiento que ha resultado fundamental para las letras catalanas?
— Lo cierto es que en mi caso concreto nunca tuve la sensación de contribuir a una obra generacional. Yo iba haciendo y no creía que lo que hacía tuviera más importancia que la que estrictamente tenía sobre papel. Pero es curioso, porque un día conté esto en una mesa redonda y Damià Pons se puso hecho una fiera, porque decía que recordaba que cuando era niño había leído cosas que habíamos escrito y le habían hecho ver que Mallorca era una cosa diferente… Hay gente que era consciente de ello, sí, pero yo nunca he tenido la sensación de pertenecer a un grupo.
Sé que es difícil, pero ¿hay alguna obra de la que esté especialmente orgulloso o satisfecho?
— No te lo sabría decir… Quizás hay fragmentos que los lees y dices “Lo volvería a escribir igual”, pero son pequeñas cosas, no son novelas enteras. El otro día leí que hace años Raimon había escrito unas notas en las que decía que yo estaba en condiciones de hacer otra novela porque había escrito La muerte y la lluvia [Proa, 2008], y quizás tenía razón, porque había toda una serie de relatos que podían dar paso a algo más amplio, pero de eso a decir si has hecho una novela entera redonda, no sabría decirlo, la verdad.
Sin embargo, al margen de la escritura, sus aportaciones al mundo de la cultura han sido muy diversas: por algo sois el ejemplo viviente de la definición del concepto toter, porque ha hecho de todo. En este sentido, ¿cuáles diría que han sido las más significativas para su trayectoria?
— También es complicado decir. Ha habido cosas de las que he quedado razonablemente satisfecho, sí, pero si tal cosa fue un paso importante para el país… Estoy contento, por ejemplo, de haber colaborado con la Gran enciclopedia de Mallorca o de haber dirigido la Gran enciclopedia de pintura y escultura de Baleares, por decir dos.
Llamaba a Damià Pons y, cuando el año pasado se presentó el volumen Guillem Frontera, un escritor, un mundo, él le calificó de “profesional muy solvente de la cultura” porque habéis hecho, decía él, “mucho más trabajo por la cultura que un funcionario o un enseñante que tiene un horario y un sueldo fijos cada mes”.
— Esto es una paradoja inmensa, cósmica, porque yo no he conocido a nadie más vago que yo… Quizás mi hermano mayor, pero de verdad que no hay otro… Que la gente venga y mire las cuatro cosas que has hecho y diga que has hecho mucho trabajo… Lo agradezco mucho, pero la sensación de haber trabajado no la tengo en absoluto, tengo la sensación de haber colaborado en muchas cosas, pero creo que cualquier pintor, escritor o periodista de éste país ha hecho más trabajo que yo.
Volviendo a la valoración del premio, te definen como uno de los "grandes analistas de la transformación social, cultural y económica de Baleares a partir de los 60".
— Bien, eso de grandes… Deberían quitarlo [ríe]. Esta tierra ha tenido muchos privilegios y oportunidades, pero no creo que los dirigentes de otra colonia turística hayan recibido tantos avisos por parte de sus intelectuales. Hemos sido muchos los que desde el principio hemos avisado de que esto iría así y aquello iría así deza… Y nunca una sociedad había sido tan sorda a las advertencias de su intelectualidad, porque no han hecho puñetero caso de nada, y ahora nos encontramos con una sensación de ahogo que ya no podemos más…
¿Y hacia dónde piensa que tomará esa sensación?
— Si hablamos de soluciones o mejoras, sólo las veo dentro de un contexto de revolución planetaria, solo está claro que no haremos nada. El turismo se ha convertido en una especie de virus que nadie sabe controlar: todo el mundo quiere ir por todas partes y todos quieren conocer qué hacen los vecinos, cuando con esta curiosidad lo único que se hace es destruir culturas. Es un pez que se muerde la cola y que cada vez engorda más y más… Veremos cómo puede acabar, yo no le veo un final a partir de experiencias positivas, la verdad, hemos tenido 50.000 oportunidades para corregir nuestros pecados y no hemos empezado a reaccionar hasta que en Canarias no se han enfadado. ¿Por qué no lo hemos hecho antes?