La suerte de tener buenos libreros
BarcelonaEl martes por la noche había mucha expectación en la librería Laie. Un grupo numeroso de gente esperábamos, escondidos como podíamos, la llegada de Lluís Morral, librero de referencia de Laie, que acaba de jubilarse. Otro librero de la casa, Enric Aymerich, le había preparado el homenaje sorpresa, y no las tenía todas: "¡Me va a matar!" Creo que todos pensábamos que seguramente sí, que Morral, hombre serio y discreto, quisiera matarlo, pero eso no impidió que nos reuníamos allí editores, autores, distribuidores, periodistas, colegas libreros... La gente del sector, y también muchos clientes amigos, todo el mundo quería estar allí, porque Morral se ha convertido en un librero de referencia, muy querido y respetado. Así le hicieron saber algunas personas que no pudieron asistir al acto, a través de un vídeo. Lo proyectaron poco después de la llegada de Morral, que se sorprendió y, sobre todo, se emocionó mucho (¡y no se enfadaría, porque me cuentan que acabó cenando con Enric Aymerich, que ya respiraba más tranquilo!) .
Los compañeros de la librería le dedicaron palabras muy bonitas (aunque también fue calificado, con cariño, "¡de seco"!), y destacaron su sabiduría, el interés que siempre ha tenido por los demás , su honestidad, la memoria prodigiosa o su predisposición permanente a echar una mano. Aún no había plegado y, decían, ya le echaban de menos. El editor Daniel Fernández le calificó de "gato de librería", que lo controlaba todo desde lo que llamó su "caverna platónica", el despacho de Morral, situado al final de todo de la librería. Eduardo Mendoza, con un mar espléndido al fondo y su sentido del humor habitual, le dio la bienvenida al club de quienes no hacemos "nada provecho". "Es una vida muy dura, pero si quieres algún consejo de iniciación yo tengo mucha experiencia". Guillermo Terribas, otro librero de referencia y amigo de Morral, quiso hablar de la profesión: "El oficio de librero es ese oficio fantástico en el que nunca sabes qué pasará; cada día es diferente, vives improvisando. Realmente, es como el oficio de vivir, ir improvisando con lo que va a pasar."
Júlia Secall, treinta y cinco años de oficio en la librería Roca
En el premio Llibreter, dos días más tarde, hubo mucho oficio, y mucha vida. Poca improvisación, eso sí, porque celebraba sus primeros 25 años, todo estaba muy bien preparado. Se vivieron momentos muy bonitos, y sobre todo uno muy emocionante: cada año se reconoce la trayectoria de los libreros y libreras que llevan 35 años de oficio. Esta vez, sólo era una, Julia Secall, de la Librería Roca, de Valls. El presidente del Gremio de Libreros, Èric del Arco, la hizo subir al escenario y habló del origen familiar de la librería, que abrieron en 1944 los abuelos de Secall. Ellos ya no están, pero la madre de Secall, Francisca Roca Ortiga, sí, y también la invitaron al escenario. Para Julia Secall, lo más bonito del reconocimiento a su trayectoria era, justamente, que su madre estuviera, que pudiera verlo. A sus 89 años, aún echó una mano el último Sant Jordi, "intentando ahorrarse algún descuento", nos dio risa a Secall. Durante su discurso, que había escrito en la parte trasera de unos albaranes, quiso recordarse "de los de casa que ya no están". Su abuelo le transmitió la pasión por la lectura, y su padre, a las pausas del instituto, le enviaba a correos a buscar paquetes, porque antes es así como recibían los libros. Secall también tuvo un agradecimiento "por la parroquia de la librería". "Entre todos –terminó –me habéis hecho librera." Qué vivencia tan bonita del oficio, y qué suerte tener Luises y Julias en nuestras librerías de referencia.