Retrato de una mujer que aparentemente no es para nada interesante: 'La conformista', de Alba Dedeu
Con una prosa ajustada y precisa, Alba Dedeu se adentra en la vida de una mujer que trabaja con su marido en una tienda de pollos al ast
'La conformista'
- Alba Dedeu
- La Otra Editorial
- 128 páginas / 16,90 euros
La protagonista de esta nouvelle se pregunta a menudo por el sentido de su existencia: "¿Es esto y suficiente, tu vida?" Se entiende que quien se hace esta ley de preguntas retóricas no acaba de ser feliz del todo (o no lo es en absoluto). Eva, que es como se llama la protagonista, trabaja con su marido, Pere, en la tienda de pollos al ast que regenta la pareja. Verano una semana de agosto en l'Estartit, en un apartamento de la suegra. Tendrán tres hijas. Por mucho que, una vez en casa, se duche y se ponga unas gotas de Chanel 5, Eva no acaba de desprenderse nunca de aquel hedor de los pollos asados, que le atraviesa la piel y le penetra el alma.
Alba Dedeu ha hecho un cambio significativo respecto a los dos libros anteriores, muy destacados, de relatos: Gatos en el parque (2011) y El verano no termina nunca (2012). En sus historias, siempre había un punto de misterio. Mucho pesaba lo que no se revelaba, que quedaba a medias, y, además, solía haber un final abierto. Aquí, no. El soliloquio de Eva es de una escrupulosidad máxima: no deja nada por verde en la representación de la grisura de su día a día (y pongo el nombre en cursiva bien a conciencia). En uno de los cuentos de El verano no termina nunca se nos hacía entrar en un taller de elaboración de figuritas de porcelana para bolsitas de bautizo. Entre los trabajadores había una tensión que no acababa de resolverse: tensión sexual entre una chica y un chico, tensión de otro tipo entre aquella y su madre, el ama... La conformista también hay tensión entre Eva y Pere. Pero no tiene nada de misterio (¡he aquí la gracia!), porque deriva de aquel negocio que les impone una rutina tan severa y del desarrollo trabajoso de la vida en pareja, tan llena de dudas, de contradicciones: hoy, deseo de liberación; mañana, necesidad de afianzar el vínculo. Los pollos no dejan de girar en los astos y lo llenan todo de ese hedor aceitoso. ¡Qué símbolo tan potente!
Retratar a una mujer que no tiene nada interesante
La novela crece a medida que progresamos en la lectura. Los primeros capítulos parecen muy blandos, poco estimulantes, pero el pincho narrativo no tardará en salir. El soliloquio de Eva se divide en seis partes, que corresponden a seis momentos de su vida. Cada capítulo muestra un texto compacto, sin un punto y aparte. Parece que los personajes perdedores, los gamberros, los malparidos, tienen mucha más prensa, en la novela contemporánea, que los anodinos. Dedeu ha retratado a una mujer que diría que no tiene nada interesante. Cuando llega de la tienda, rendida, y se mira en el espejo, ve el maquillaje deshecho y encuentra que se asemeja a un oso panda. Hay un tiempo en el que Pedro se le hace casi insoportable: “Todo lo hacía a medias, aquel hombre, todo se lo quedaba dentro” (¡y esos dedos peludos que salen de las chancletas!); pero “otras manos, otro olor; otra vida: no podía ni imaginarla”.
“Estar bien está bien cuando no has pensado que podrías estar mejor, que quizás te has conformado demasiado pronto y con demasiado poca cosa”, reflexiona la protagonista. Mariona, la hija mayor, “se dejaba influenciar demasiado”. Seguramente como ella. Pero entonces la vida da un giro. Y Pere, ese calzonazos, revela un “coraje callado que nunca le había descubierto nadie”. Ocurre algo no previsto: “He aquí, ahora que ya no la quería, la vida extraordinaria”. Un hecho doloroso ha introducido el valor extraordinario en la vida de Eva y Pere. Y esto la redime de la grisura. La gran consecución de La conformista es haber descrito ese estado de cosas: sin hacer ruido, con una prosa ajustada y precisa.