Memoria histórica

"Sufro un hambre auténtica y lancinante que ataca los nervios": las cartas de Pere Vives, fallecido en Mauthausen

Club Editor recoge las cartas que envió a la familia y al poeta Agustí Bartra

Barcelona"Las comidas exiguas y de una absurdidad idiota, el hambre, un hambre auténtica y lancinante que ataca los nervios; los piojos, esos bichitos que, si pudiéramos, anularíamos en cinco minutos y contra los que hay que sostener una lucha agotadora y estéril. Y el frío, ese enemigo nuevo que no ha sido nuevo te afila los nervios", escribe Pere Vives (Barcelona, ​​1910 - Mauthausen, 1941) al poeta Agustí Bartra el 14 de diciembre de 1939. Poco más de un mes después, el 27 de enero de 1940, le envió la última. A su familia le haría llegar una última, desde un campo de prisioneros, el 22 de junio de 1941. Después llegó un largo silencio, porque hasta después de la Segunda Guerra Mundial, la madre de Vives no supo que su hijo había muerto en octubre de 1941 en Mauthausen, donde lo habían deportado dos meses antes. Desde el campo de concentración nunca envió ninguna carta, y el único testigo sobre cómo murió es el que dejó su compañero Joaquín Amat-Piniella a KL Reich: le habían dado una inyección de gasolina.

Club Editor, coincidiendo con los 80 años de la liberación de Mauthausen, ha publicado una nueva edición, con bastantes novedades, de Cartas desde los campos de concentración, con prólogo y edición de Marta Marín-Dòmine. La primera edición se publicó en 1972, y no fue fácil, porque la hermana de Vives no quería oír hablar de ello, y se hizo una reimpresión en 1980. En esta nueva edición hay un enriquecimiento epistolar –hay 15 destinadas a Bartra y 27 a la familia–, se ha reproducido uno de los KL Reich y se han incluido los poemas de Bartra que Vives comenta en sus cartas. "Son poemas tal y como eran cuando los envió a Pere Vives, y no ha sido fácil encontrar estas primeras ediciones", explica la editora de Club Editor, Maria Bohigas. "El libro muestra cómo personas que se encuentran en una situación en la que todo falla se agarran al compañerismo ya la poesía como única manera razonable de proyectarse en el futuro", dice la editora. Vives pudo haber sido un gran escritor, pero, a diferencia de Bartra, no pudo ser rescatado y no sobrevivió.

Cargando
No hay anuncios

Vives y Bartra, que habían combatido en el bando republicano y compartieron parte de su exilio, se conocieron en el campo de Agde. Bartra tuvo la suerte de poder salir adelante porque formaba parte del grupo de escritores catalanes que la Generalitat y el gobierno francés instalaron en el castillo de Roissy-en-Brie. Vives tenía la esperanza de que también le ayudaran y de poder ir a Inglaterra, pero él y Amat-Piniella acabaron en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE). Fueron enviados a la Línea Maginot, las fortificaciones que debían proteger a Francia de los nazis –fracasaron–, y fueron hechos prisioneros por los alemanes y enviados a Mauthausen.

"La bomba de felicidad"

En una de sus cartas, Bartra explica a Vives cómo es su vida en el castillo, donde conoció a la escritora Anna Murià, de quien se enamoró y con quien pudo marcharse primero a Santo Domingo y después a México. Vives menciona la "bomba de felicidad" que explica el poeta y le responde: "No tuve ni por un momento la sensación de envidia porque tú estabas bien en París y yo estaba brutalmente peor. Me siento lleno y responsable de mi destino. Por miserable y triste que sea es solo mío, y no hago responsables ni a los fascistas", escribe Vives. Unas líneas más abajo, añade: "Y en los cuatro meses de Agde y los cuatro de correspondencia nuestra amistad, que deseo y espero perdurable, no podía llegar y no ha llegado a la fraternidad. Y no había ningún motivo para que tú me ligaras a ti cómo has ligado a Anna, por ejemplo. Con todo, me habría gustado".

Cargando
No hay anuncios

Vives, que era hijo de un portero y de una campesina, aspiraba a ser escritor antes de ir de voluntario al frente cuando estalló la Guerra Civil. Había aprendido inglés, italiano y francés, intentaba hacer alguna traducción, había participado en los hechos del Seis de Octubre y organizaba conferencias en el Ateneo Enciclopédico Popular. "Era una aprendiz a escritor", asegura Marín-Dòmine, y no formaba parte del grupo de escritores que la Generalitat consideró que debía salvar. "En las cartas hay amor, pero también cierto rencor de la desesperación", añade Marín-Dòmine.

Con el tiempo, su voz se convirtió en más agrio y la muerte estuvo más presente. Sin embargo, Marín-Dòmine destaca que la voz de Vives es una voz joven, que quiere escribir, tiene talento, y que no quiere dar lástima, sino que se escuda con la literatura. Vives recitaba a Bartra a los compañeros de barracón, había también una cierta adoración. Con los meses, fue consciente de que Bartra no podía entender lo que le pasaba, porque el poeta era libre y estaba a salvo con un grupo de intelectuales: "Intentaba gritar y decirle que no podía hacer nada", precisa Marín-Dòmine. "Vives se convierte en Bartra un fantasma muy fértil, explica también todo lo que sucede a partir de una ausencia", añade Bohigas.

Cargando
No hay anuncios

La tragedia de perder las gafas

Vives llegó a Mauthausen con un estado físico bastante lamentable. Con Ferran Planes, el autor deEl desaguisado, y Joaquim Amat-Piniella intentó huir del centro de internamiento del ejército alemán a las afueras de Mulhouse (Francia). Lo único que lo logró fue Planes. Curiosamente, tanto Amat-Piniella como Vives habían perdido las gafas, y no ver bien crea una sensación de vulnerabilidad. Según Amat-Piniella, Vives las había perdido en Agde y, a partir de ese momento, empezó a sufrir una degradación física.

Cargando
No hay anuncios

En el libro aparece también una carta de Julie Ausset a Pere Vives, que ella firma en su nombre y de su hermana Éloïse. "Es una carta importante porque remarca la importancia de la solidaridad de un sector de la población francesa con los republicanos españoles", destaca Marín-Dòmine. Ambas hermanas estuvieron en contacto con Bartra y Vives. Una era maestra y otra profesora de inglés ya jubilada. Eran la esperanza de Vives de salir del campo. "Esta solidaridad ha quedado en muchas ocasiones olvidada, y ahora es algo que nos queda muy cerca, porque las actuales democracias nos prohíben la solidaridad y la asistencia", destaca Marín-Dòmine.