Es urgente vindicar a este profesor olvidado
BarcelonaNo esperaremos ninguna fecha redonda para recordarlo. Urge vindicar una figura de sus características.
Francesc Gomà (1915-1998) fue profesor y muy tarde catedrático de historia de la filosofía en la Universidad de Barcelona, uno de los grandes maestros de su generación, hoy desaparecida.
Hablamos de ello porque no escribió casi nada y eso casi era un mérito, entonces. Había hecho una tesis doctoral sobre “la nada en la filosofía contemporánea”, y esto debe explicar que tuviera poco interés en escribir libros académicos, de aquellos que no lee nadie, o sólo algunos colegas, que siempre lo hacen para reventar el autor del libro por si alguna vez llegara a hacerles sombra.
Era un tiempo, en las universidades del país, en las que la primera virtud del profesor era enseñar, no escribir ni dejar la cátedra en manos de un ayudante.
Una vez tenía que dar una conferencia en un ciclo que organizó el Instituto de Humanidades de Barcelona, pero murió pocas semanas antes de poder hacerlo. En su sitio habló Martí de Riquer, que se deshizo en elogios de su persona y de su calidad como docente, sin olvidar de señalar —no era su caso— lo que ya hemos dicho: fue un gran profesor, enseñó a decenas de promociones y los que le han sobrevivido guardan una bella y agradecida memoria.
Como le pidieron que hiciera un libreto sobre Sigmund Freud, venció su resistencia a escribir y publicó una magnífica introducción al pensamiento de Freud, más en el terreno de la epistemología y la teoría de la cultura, que abordando la teoría sexual freudiana.
Estudió a fondo —eso sí que le gustaba, y también es una de las cosas que antes hacían los profesores de universidad— la obra de Xirau, Ortega y Merleau-Ponty, y fue considerado el introductor en Cataluña del pensamiento de Heidegger, Lévi-Strauss y Michel Foucault: un buen currículum, con pocos o casi libros publicados.
Ahora, para ser profesor universitario, es necesario hacer algo que lo llaman papeles, en inglés, y no papeles —Josep Pla se refería con este segundo nombre a las cosas que escribía— y escribir muchos libros que nadie leerá, o casi. ¡Oh antigua dignidad del trabajo y la vocación docente de los universitarios!