Los verdaderos traidores en la patria

BarcelonaEn Cataluña las personas que no son partidarias de la causa independentista son llamadas "botiflers" o cualquier otro ahorcamiento. Hoy no vamos a discutir esto. Hablaremos de los que son verdaderos traidores a la patria en momentos de guerra, cuando la actitud de los ciudadanos está muy obligada a ponerse radicalmente de un lado u otro.

En Francia, por ejemplo, vivieron un episodio de este tipo, y es uno de los hechos que más avergüenzan a los franceses, si se lo recuerdan. Cuando Alemania invadió Francia hacia el inicio de la Segunda Guerra Mundial, no tardó en firmarse un armisticio –quizás, a medio plazo, mejor que una guerra brutal y sin tregua– y los alemanes dividieron a Francia en dos zonas , la ocupada y la "libre": la primera tuvo la capital en Vichy, y su líder fue el mariscal Pétain, que era considerado, sin mucho fundamento, el héroe de Verdun, una contienda sangrienta durante la Primera Guerra Mundial.

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A Pétain, en una suposición muy benevolente, se le habría perdonado todo si se hubiera limitado a asegurar la paz, los alimentos y la justicia en el pedazo de Francia del que se hizo cargo. Pero Pétain y los suyos mostraron una siniestra colaboración con las fuerzas ocupantes, organizaron la deportación de decenas de miles de judíos a Alemania, ofrecieron a Hitler todo el apoyo militar (material y humano) que necesitó en otros frentes de 'Europa, espiaron a favor de los alemanes, y una larga serie de alevosías.

El destino de colaboradores como Brasillach y Céline

A Pétain no le faltaron, por su parte, todos los colaboradores intelectuales que necesitó en un momento en que la prensa y la radio tenían un peso determinante, y único, en la forja de la opinión pública . Uno de ellos fue Robert Brasillach –entre cientos–, redactor principal, desde 1937, de un diario llamado Je suis partout, es decir, "soy por todas partes". (Hemos leído una edición facsímil.) Dejó declaraciones antisemitas, misóginas y proalemanas de la altura de un campanario. Céline, enorme escritor, también se prodigó en tres panfletos estúpidos, uno de ellos el famoso Bagatelles pour una masacre. La Pléiade quería reeditarlos hace pocos años, pero la opinión francesa lo evitó tras un gran estruendo en los medios.

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Al terminar la guerra Pétain fue juzgado y condenado a muerte, pero De Gaulle le conmutó la pena: ambos eran generales. Brasillach, que era un hombre ciertamente inteligente y un escritor impecable (hablamos del estilo), fue fusilado. Céline huyó.

Y uno piensa que disentir democráticamente de una opción política es algo muy distinto.