BarcelonaTeniendo en cuenta que la desesperación abunda en El cántico del profeta (Periscopio/Alfaguara, 2024), último premio Booker, es normal que el autor, el irlandés Paul Lynch (Limerick, 1977), no sea el hombre más luminoso y apacible. La claustrofóbica, magnética y brillante historia que plantea en la novela arranca con una visita de la policía a casa de Eilish, microbióloga y madre de cuatro hijos, para advertirla de que su marido, Larry, debería dejar aparte las actividades sindicales si no quiere tener problemas con las autoridades. El hombre no tardará en ser detenido y encarcelado en algún sitio que Eilish desconoce. Éste es el punto de partida de una serie de prohibiciones, violencia institucional y recortes de derechos por parte del gobierno de extrema derecha que manda en la Irlanda de la novela. El cántico del profeta, traducida al catalán por Marc Rubió, ha sido descrita como distopía, pero desgraciadamente se lee como la crónica de algunos de los puntos más oscuros de nuestro presente.
Tengo entendido que su camino como escritor empezó cuando cumplió 30 años, en una de las islas Eolias, Lipari, muy cerca de Vulcano y Stromboli.
— Así es.
¿No será una de esas historias que nos contamos los escritores al cabo de los años, con las modificaciones pertinentes?
— No, es una historia exacta y verdadera. Había trabajado en un diario, el Sunday Tribune, desde los 19 años. Sobre todo editaba textos y también publicaba críticas de cine. Era un buen trabajo, pero había algo que no iba bien dentro de mí. Cada vez me sentía más amargado, y ahora creo que es porque no dejaba fluir mi autenticidad. Tengo muy presente ese viaje en taxi, subiendo una colina, con el mar delante: fue el momento en que tuve una epifanía. Me dije: "Mi vida es una mentira". Y desde entonces luché por cambiarla.
La escritura ha tenido un papel central.
— Hacía demasiados años que enterraba esta pulsión en mi interior. La voz del no era mucho más ruidosa que la del sí. Cuando salí del taxi, me encerré en la habitación del hotel y empecé a escribir la historia que llevaba tiempo rodeando dentro de mí.
Esto ocurrió en el 2007, pero no publicó su primer libro hasta el 2013.
— Seguí trabajando en el diario durante dos años, seis días a la semana. De noche, y en vacaciones, escribía. Un día antes que el Sunday Tribune anunciara que cerraba, me había cogido un año sabático para trabajar en el segundo borrador de Red sky in morning, mi debut.
¿Desde entonces se ha ganado la vida escribiendo?
— Sí, aunque ha sido difícil. En esos momentos tenía una hipoteca y debía alquilar una habitación de casa a un amigo para pagarla.Tener al lobo en la puerta de casa, esperando que salgas para devorarte, es inspirador. Red sky in morning era una novela densa, lírica, gótica y metafísica, no tenía muchos números para triunfar.
¿Lo hizo?
— Sólo en Francia. Gustó mucho, y la entendieron mejor que en Irlanda. De hecho, creo que en mi país todavía no acaban de saber cuál es mi proyecto literario.
El cántico del profeta ha ganado el Booker.
— Es un premio muy importante, y gracias a él la novela ha cogido empuje internacionalmente. Se está traduciendo a 34 idiomas. Aún ahora me impresiona cuando pienso en ello.
Debe haber alguna contrapartida...
— Otros ganadores del Booker con los que he hablado me han convencido de que en los próximos tres años no podré escribir. Esto, para alguien como yo, que vive dedicado al siguiente libro, es terrible. Ahora bien, también debo admitir que ojalá pudiera continuar quejándome de problemas como éste. Soy consciente de que soy muy afortunado.
La supervivencia se encuentra en el centro deEl cántico del profeta.
— Es uno de los temas que me obsesiona. Vivimos en un mundo imposible de comprender y al que somos indiferentes. Encontrar un sentido y sobrevivir con cierta dignidad es un reto.
Eilish, protagonista de la novela, no deja de sufrir desde que la policía la visita.
— Nuestra sociedad premia a los ganadores, pero, en cambio, ignora completamente a la gente discreta y silenciosa.
Sitúa a los personajes en una posición extrema: salir adelante en un país donde la extrema derecha se dedica a recortar más y más libertades. Se ha considerado una novela distópica, pero yo la veo muy cerca de nuestro mundo.
— En inglés, a las distopías lo llamamos ficción especulativa. Un libro deja de ser especulativo cuando habla de cosas que ya ocurren en nuestro mundo. Me he encontrado con muchos lectores que cuando comienzan El cántico del profeta piensan que está ambientada en el futuro, pero que cuando avanzan un poco se dan cuenta de que es una historia que describe la realidad de muchos millones de personas en el mundo.
¿No es sólo un libro sobre el ascenso de la extrema derecha a Occidente, verdad?
— No. En vez de centrarme en una realidad política concreta, cojo elementos de diferentes lugares para dar una visión lo más amplia posible. He hablado con ucranianos que me dicen que estoy contando su vida. También con palestinos. También con gente de sitios muy diversos del mundo que me dicen que en su país la democracia también está virando hacia el autoritarismo o, directamente, hacia el fascismo.
Días después de ganar el Booker hubo manifestaciones y disturbios en las calles de Dublín protagonizadas por simpatizantes de la extrema derecha.
— En ese caso también salió alguien diciendo que me anticipaba a lo que pasaría en Irlanda. Aún así, por suerte, en Irlanda la extrema derecha tiene un apoyo muy minoritario.
El cántico del profeta no me parece exactamente una novela política, más bien va sobre los efectos de la política en los ciudadanos de a pie, ¿no?
— No escribo con un mensaje en la cabeza ni tampoco con una agenda política. En ningún caso pienso que puedo solucionar una serie de problemas, haciendo El cántico del profeta. Escribo un lamento. Me interesa el dolor de los personajes.
Se ha centrado en una familia. ¿Por qué?
— Cuando lees la Ilíada ves héroes y las estrategias militares y políticas para triunfar. Si yo escribiera aquella historia, me adentraría en las vidas de los ciudadanos de Troya.
Le llaman la atención vidas como la de una microbióloga con cuatro hijos y un padre que comienza a tener síntomas de demencia.
— Nuestra vida es extraordinariamente compleja. Si no podemos llegar a entenderla y dominarla desde un punto de vista personal, ¿cómo podemos tener la pretensión de descifrar la situación política del país en el que vives? Cuando estás pendiente de cuatro hijos, de un padre enfermo y de tener leche suficiente en la nevera, es imposible estar al corriente de los cambios en las leyes.
El nuevo régimen se dedica a recortar los derechos de sus habitantes.
— Hay un pasaje en el que ella dice al inspector que no puede entrar en su casa porque viven en un estado de derecho y él responde que ésta certeza en realidad es una creencia. En otro pasaje, el padre de Eilish, que tiene todavía momentos de lucidez, le dice que lo que viven es que el nuevo poder se ha quedado con las instituciones y que desde ahí está modificando la estructura de creencias . Cuando repites muchas veces que dos más dos son cinco, hay gente que acaba creyéndolo.
¡Y gente que vota a los partidos que recortarán sus derechos!
— El hipercapitalismo está fallando a millones de personas. Cada vez es más difícil vivir con dignidad. Por culpa de la presión económica, cada vez hay más gente que renuncia a su individualidad. Algunos dejan fluir su animalidad, se suman a un grupo y se dedican a atacar un objetivo concreto. Así empieza el fascismo. Habría que recordar que el fascismo nunca se conforma con tener el poder, sino que busca ejercer un poder absoluto. La dominación. Y para conseguirlo utilizará cualquier herramienta que tenga a su alcance.