Los viejos (los de ahora y los de antes)

El edadismo viene de lejos. El concepto es reciente, el asunto es antiguo. No es de ahora que la gente mayor a menudo sólo es vista como una carga, un estorbo. Uno de los grandes éxitos del teatro catalán de finales del siglo XIX al XX fue la obra de Ignasi Iglésias Els vells, estrenada en el Romea en 1903. Fue el gran éxito de un autor que, después de que Pitarra abriera camino y Guimerà le tomara el relevo y marcara un alto listón de ambición, formó una tríada modernista de altura con Rusiñol y Pin y Soler. A Iglesias le llegaron a calificar de "Ibsen catalán". El drama Els vells lo hizo definitivamente popular, lo que quiere decir que había mucha gente mayor, y que se consideraban olvidados, maltratados o vete a saber qué. Adesiara a cargo de Gemma Bartolí.

Traducida en su momento al castellano, francés, italiano y portugués, se representó en París (años después en Francia darían a Iglesias la Legión de Honor) y Madrid, donde la llevaron a escena en 1909 los mejores actores catalanes del momento: Margarida Xirgu y los hermanos Enric y Jaume Borràs. También en las capitales de Francia y España debía haber bastante gente mayor desamparada...

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Hace un siglo la esperanza de vida era menor, claro, pero la vejez existía igualmente. Sólo que se era viejo más temprano. Los protagonistas de Iglésias tienen 70 años (Joan) y 65 (Valeri), han sido despedidos de la fábrica téxtil en què han sido hiladores durante décades i, con ellos, todos los de su edad. En aquellos tiempos no había ni paro ni jubilación. En 1902 se había producido una huelga general, iniciada en el sector del metal y a la que se acabó sumando el potente textil, donde la renovación tecnológica y la apuesta por el trabajo femenino e infantil, ambos más baratos, habían perjudicado a los hombres de más edad. A consecuencia de la huelga, las clases dirigentes impulsaron la creación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, precedente del actual CaixaBank, i Iglésias escribió su texto de denuncia.

Iglésias va directo al tema. Los personages són diáfanos. Lo que les preocupa es la tríada básica: trabajo, comida y familia. Tienen perfectamente asimilados los roles de género de la época y la moral del trabajo. Los hombres no se ven viviendo sin trabajar, la fábrica es su vida. "¡Que me devuelvan mi máquina!", "¡Quiero trabajar! ¡Yo sólo pido trabajo!", exclama Joan, que en un momento dado pregunta al joven prometido de su hija, Agustí: "¿Que te asustan, los viejos?" Y el chico responde: "Los viejos, no; la vejez, sí!" Com oi, ¿no? Cuando Juan se queda solo en su intento de revuelta contra los patrones, indignado, expulsa de casa a sus compañeros: "¡Viejos! ¡Inútiles! Cobardes! ¡Merecéis que os exploten!"

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Iglésias murió en 1928 relativamente joven, a los 57 años, menos de los que yo mismo tengo ahora. Pero entonces era bastante normal finar a esa edad. Maragall, que había elogiado Els vells –"Nada más popular que el dolor, y quien lo conoce ya tiene abiertas las puertas del corazón del pueblo"–, había muerto unos años antes, a los 51. "El entierro de Iglesias reunió a 50.000 personas frente a su casa, en el paseo de Sant Joan, y más de 100.000 siguieron la comitiva fúnebre desde el Clot hasta el cementerio de Sant Andreu, donde está enterrado. Ochenta amigos suyos llevaron, relevándose, el féretro, en un entierro donde hubo más de doscientas coronas", relata Gemma Bartolí.

Todo esto ha pasado y resta en el olvido. Hace veinticinco años que Iglésias no se representa en un teatro público. Por supuesto, nuestro mundo ha cambiado mucho. Hasta hemos proscrito la palabra viejo, aunque los viejos son más viejos, y en la pirámide poblacional son muchos porque la natalidad está bajo mínimos. ¿Pero realmente hemos cambiado tanto o sencillamente nos hemos hecho más viejos? El caso es que mucha gente asalariada vuelve a tener problemas para pagar el alquiler y sufre por su vejez. Quizás, pues, la obra Els vells es mucho más joven de lo que pensamos.