Literatura

Muere a los 108 años Boris Pahor, el gran escritor esloveno sobre el Holocausto

Entre sus libros más importantes están 'Necrópolis' y 'La pira en el puerto'

Barcelona"Imre Kertész dice que tiene nostalgia del campo; yo no tengo, no me parece justa. Mi única nostalgia era recuperar la libertad, y una vez conseguida la confrontaría con aquello que se esperaba que eran los campos de concentración", explicaba Boris Pahor en 2009, durante la reedición de uno de sus libros más conocidos, duros y estremecedores, Necrópolis (Pagès Editors / Anagrama), sobre su experiencia en el campo de concentración de Struthof-Natzweiler, el único situado en territorio francés. Pahor, uno de los autores más destacados de la literatura eslovena del siglo XX, ha muerto a los 108 años en Trieste, la ciudad donde nació en 1913. Deja una obra narrativa extensa y reconocida de más de 40 títulos, que tiene la capacidad de convertir en literatura el testimonio personal sobre la experiencia en los campos.

“El fascismo había prohibido que se hablara y escribiera mi lengua en Trieste", recordaba el escritor con la voz firme y decidida que convertía cualquier entrevista con él en una experiencia catártica. "A los siete años vi como quemaban la Casa de la Cultura de Trieste y con esto se acababa la libertad para los eslovenos –explicaba en 2016 durante un viaje a Palma de Mallorca– En 1922 nos prohibieron el esloveno, nuestra lengua: hablarla, leerla o estudiarla. Destruyeron los libros, se quería eliminar cualquier presencia eslovena".

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Delatado por el colaboracionismo esloveno

Pahor fue perseguido por el régimen de Mussolini por su pertenencia a la minoría eslovena de Trieste, y más adelante lo sería por Hitler debido a su militancia antifascista. "Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, en Eslovenia enseguida se organizó un frente político armado transversal contra el nazismo: había desde comunistas hasta democratacristianos —dice la crítica literaria y escritora Simona Škrabec, que en 1997 publicó la traducción catalana de Necrópolis en Pagès Editors y, más recientemente, la compilación de cuentos La pira al port [La pira en el puerto] (Periscopio, 2020)–. A Pahor, que era un luchador antifascista, lo delataron los eslovenos colaboracionistas".

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Detenido por la Gestapo, fue internado en Struthof-Natzweiler en 1944, y se consiguió salvar de la muerte trabajando en el hospital como enfermero e intérprete de un médico francés y de otro noruego. "Cuando volví a casa, mi hermana había muerto con solo 28 años, de tisis –recordaba–. No entendía por qué mi padre le llevaba flores a la tumba: en los campos había muerto tanta gente y nadie les había llevado nunca flores, ni siquiera tenían tumba… Me parecía un sinsentido". Lo único que supo hacer Pahor para exponer y asimilar el dolor fue intentar convertir su testimonio personal en literatura. Escribía sus relatos y novelas mientras trabajaba como profesor de italiano en un instituto de Trieste. Debutó en 1948 con Moj tržaški naslov (Mi dirección de Trieste, 1948), y entre sus primeros libros destacan también Mesto v zalivu (Un lugar en la bahía, 1955) y Onkraj pekla so ljudje (Hay gente más allá del infierno, 1961).

"El fascismo es un maestro escupiendo en la cara de una alumna"

En 1965, cuando tenía 52 años, escribió su obra maestra, Necrópolis. "Cuando publiqué el libro, en 1967, en Eslovenia ya tenían bastante trabajo dado a conocer a los autores del país, y a pesar de que un amigo piamontés me tradujo el libro al italiano, no conseguí que ningún editor me lo quisiera publicar –recordaba–. Un escritor de la minoría eslovena de Trieste decía –y todavía dice– muy poca cosa a los italianos, que además se sentían incómodos por algunas consideraciones sobre el fascismo que salen. «El fascismo es un maestro escupiendo a la cara de una alumna», escribo”. Costó décadas que Necrópolis consiguiera la repercusión que merecía: de hecho, no fue hasta la década de los 90, cuando ya superaba la ochentena, que el autor empezó a ser reconocido en Europa como una de las voces más destacadas que narran la experiencia en los campos, junto con las de Primo Levi, Robert Antelme, Jorge Semprún, Elie Wiesel, Imre Kertész, Joaquim Amat-Piniella, Charlotte Delbo y Jean Améry.

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"Cuando publicó Necrópolis, en la Yugoslavia de Tito el discurso era que se había ganado la guerra y no interesaban los testimonios sobre los campos nazis –explica Škrabec–. En Europa, aparte de algún ejemplo de literatura documental sobre la experiencia, la literatura sobre el tema tampoco interesaba mucho". Pahor publicó, durante años, "en editoriales muy diversas, dispersas y marginales". "Su postura marcadamente anticomunista no le ayudó –continúa la crítica literaria–. Con la caída del muro, Pahor pasó a convertirse en héroe de la historia eslovena y europea".

Škrabec remarca dos especificidades del testimonio de Pahor. "Por otro lado, no era judío ni comunista; por lo tanto, su persecución tuvo que ver con la voluntad del nazismo de exterminar lo que fuera, era una industria de la muerte –dice–. Además, su experiencia concentracionaria más larga fue en Struthof-Natzweiler, el único campo de concentración francés. Necrópolis es uno de los pocos ejemplos que habla de él desde la literatura". A pesar de ser uno de los autores más importantes de la literatura eslovena del siglo XX, Pahor siempre vivió en Trieste. "Él era un esloveno de Trieste –dice–. Para él, Eslovenia no era un espacio natural. Es un país con una parte mediterránea minúscula y otra centroeuropea muy dura. Él era del litoral y su cultura de referencia era la italiana". Škrabec querría continuar traduciendo Boris Pahor al catalán. Tiene en la cabeza una novela sobre la niñez del autor, muy presente también en los cuentos de La pira al port. También recomienda otra novela de raíz autobiográfica, La lucha con la primavera, donde el escritor narra "el regreso a Trieste a través de Francia, donde pasó una temporada en un sanatorio para tuberculosos y explica una historia de amor que consiguió mantenerlo con vida".