Obituario

Muere Antoni Vila Casas, el farmacéutico con corazón de mecenas

El empresario falleció este jueves a los 92 años

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El mecenas Antoni Vila-Casas, fallecido este viernes

Barcelona“No me interesa nada, no me interesa lo que piensen de mí, no me interesa nada...” Estos versos de Salvat Papasseit que él utilizaba muy a menudo cuando le preguntaban define un poco la forma de ser del empresario farmacéutico y mecenas Antoni Vila Casas, falleció este jueves a los 92 años. El coleccionista ha sido uno de los grandes mecenas del arte catalán, el único que adquiría por sus fondos desde una militancia muy bien estructurada, por lo que creó la Fundación Vila Casas, que dispone de cuatro espacios expositivos que cuentan con un presupuesto de unos 4,5 millones al año. Aunque en los últimos dos años estaba preocupado por cómo la crisis de la pandemia había afectado a las cuentas de la fundación, que tenía un patrimonio en parte inmobiliario para poder subsistir con el tiempo, Vila Casas tenía previsto que su fundación tuviera continuidad por sí misma y por eso había puesto la mayor parte de su fortuna en trabajar para asegurar que su labor social de divulgación de la creación de los artistas catalanes se mantuviera en el tiempo. "La Fundación comprará hasta el año 2030", decidió. Tenía previsto que el arco temporal de su fondo fuese desde 1930, año en que él nació en Barcelona, ​​hasta el 2030 para mostrar "cien años de arte catalán contemporáneo". "Después, se volverá a concentrar en los temas de salud, que no ocupan sitio”.

El mecenas Antoni Vila Casas, fallecido este viernes

La salud fue, precisamente, el primer objetivo de esta fundación creada en 1986 y que siempre ha mantenido una rama dedicada a la divulgación, tanto con el Informe Quiral como con sus propias inversiones en investigación a través de fondos de capital riesgo especializados. "Nunca he dejado de estar ligado a la investigación científica", comentaba en una entrevista de hace unos años, y es así porque la investigación fue su pasión y también el origen de su fortuna. Hijo de una familia de empresarios textiles, se decantó por la industria farmacéutica casi por casualidad, por influencia de un amigo, con el que acabó no sólo adquiriendo diversas farmacias sino también, poco después, su primer laboratorio, Laboratorios Prodes , con varios socios. Allí hacían sales de baño y un jarabe expectorante, Prodesmicina, que entró en la Seguridad Social, lo que les hizo aumentar mucho las ventas. "Fue el primer jarabe que se vendía con bote de plástico", recordaba Vila Casas, quien con el tiempo llegó a ser presidente de FarmaIndustria, la patronal española. El gran éxito de Prodes vino en 1964 de la mano de Diazepan Prodes, un producto que todavía está en el mercado y con buenas ventas y que les costó un pleito contra los laboratorios La Roche, que fabricaban el Valium.

“El Valium valía 80 pesetas y nosotros lo veníamos a 30 –recordaba–. Esto suponía un cierto ahorro y, claro, hicimos un agujero en el mercado. Entonces no había patente de producto, sino de procedimiento, no podías hacerlo por igual. Roche pagó a dos investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas para que analizara el proceso de fabricación del Diazepan y de otro producto de Lacer similar, que valía 50 pesetas. El informe concluyó que los tres productos se habían hecho igual y parecía todo perdido. Nuestro abogado de patentes aconsejó que lo moviéramos a nivel político. Por aquel entonces yo iba mucho a los toros y era amigo de Pere Balañá, a través del cual conocía al ministro de Gobernación, Garicano Goñi. Él habló con el director general de Farmacia, quien dijo que esto sólo podía resolverlo el Caudillo. Yo dije que no iría a hablar, pero se lo contaron a Franco, le dijeron que eran productos de laboratorios españoles que hacían la competencia en La Roche, que eran más baratos y que podían ahorrar entre 5 y 7 millones en la Seguridad Social. Y Franco cogió el teléfono y llamó al director del CSIC”. El resultado, concluye, es que el informe ya no decía con total seguridad que era el mismo procedimiento, sino “que existía la probabilidad” de que se fabricara igual. Con ese matiz ya ganaron el pleito en los juzgados y el Diazepan se convirtió en un producto normativo.

El farmacéutico y mecenas, trabajando en su despacho

Después de allí vinieron otros productos, como el Tepazepan, un antidepresivo, y así el laboratorio fue creciendo hasta llegar a comprar otros cuatro laboratorios que multiplicaron mucho las ganancias. “Más adelante, yo veía que en la farmacia la gente que pedía Diazepan, que era un calmante, también pedía Tepavil, que era un antidepresivo –explica–. Pensé que estaba cantado que teníamos que hacer un producto que los juntara ambos, que llamamos Tepazepan, y así ahorraríamos una receta y dinero a la Seguridad Social. Durante tres años fue el líder del mercado de antidepresivos”. Con el tiempo el laboratorio fue creciendo y compraron otros cuatro laboratorios que multiplicaron las ganancias. En 1986 se creó Prodesfarma, que ya era un gran holding con laboratorios también internacionales, y un centro de investigación que llegó a tener a más de un millar de trabajadores. Facturaban cifras que alcanzaban los 35.000 millones de pesetas en España y los 7.000 en Europa y muchos de sus productos entraban en las prescripciones de la Seguridad Social, lo que favorecía mucho su venta. Con Prodesfarma la investigación ya se hizo de alto nivel y allí se inventaron la molécula del aceclofenaco, que se comercializó finalmente en 1992 como Airtal, un antiinflamatorio y analgésico pensado para no producir acidez en el estómago y que todavía está a la venta. Con este nuevo producto fueron la primera empresa española que registraba un producto en Europa y pudieron comercializarlo en 15 países. Sin embargo, la investigación era muy cara y requería laboratorios muy grandes, por lo que, finalmente, en 1996 Prodesfarma se fusionó con Laboratorios Almirall, de los hermanos Gallardo, y Vila Casas, que tenía 67 años, dejó la compañía.

Tres museos y un espacio de arte

Sin embargo, no se retiró del todo, porque un año antes, con mucho olfato comercial, como se ha demostrado, ya había comprado Aquilea, especializada en complementos alimenticios y parafarmacia, una empresa que también funcionó muy bien y que en el 2005 va vender en los laboratorios Uriach. "En 2003 me diagnosticaron un linfoma y decidí vender las acciones en Almirall-Prodesfarma y, por coherencia, también Alquilea", comentaba. En ese momento ya había creado la Fundación Vila Casas, que ha sido su gran pasión en los últimos años. "La primera obra que compré, cuando todavía hacía la carrera, fue una escultura de mármol negro de Sergi Aguilar que me costó 80.000 pesetas", recordaba. Desde entonces no paró y su colección, de más de 3.000 obras, la presenta en tres museos: la pintura en el Museo Can Ramis de Barcelona, ​​la escultura en el Museo Can Mario de Palafrugell y la fotografía en el Museo Palau Solterra de Torroella de Montgrí. Además, también tiene el Espai Volart, en la calle Ausiàs March de Barcelona, ​​donde presenta exposiciones temporales.

“Siempre he sido catalanista, ya me viene de familia, porque uno de los abuelos firmó las Bases de Manresa, y pienso que la cultura y la tradición son las señas de identidad de un país", señalaba. "Para mí la cultura se concreta en las disciplinas que me gustan, que son la pintura, la escultura y la fotografía, y la tradición está representada en el sitio donde pongo las obras, que siempre son antiguas fábricas, viejos palacios o edificios emblemáticos. Can Mario era una fábrica de corcho; Can Framis, de lana. Siempre existe una razón”. La noticia del linfoma, por el que ha recibido tratamientos experimentales que habían resultado bastante exitosos hasta ahora, le cogió mientras ponía en marcha el primer museo, el de Can Mario de escultura. "Cuando me dijo que tenía dos años de vida pensé que no lo vería terminado", recordaba. "Le pedí a la escultora Rosa Serra si me haría una escultura mía, para poder verlo y estar presente. Primero me hizo una escultura de barro, pero me dijo que se rompería; luego lo intentó en yeso, pero parecía que ya estuviera muerto, y, finalmente, la hicimos de bronce, pero estuvo hecha en una manta azul y la guardé en una caja en el almacén. cumplir los 80 años todo el mundo me decía que la pusiera. Pero no, no la pongo. Que la destape mi mujer el día que me muera". Ha llegado la hora.

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