Obituario

Muere Claudia Cardinale, la actriz indomable, a los 87 años

La actriz fue uno de los símbolos del cine italiano gracias a películas como 'Il Gattopardo', 'Ocho y medio' y 'Hasta que le llegó la hora'

BarcelonaClaudia Cardinale, el glamoroso símbolo del cine italiano, ha muerto este martes a los 87 años en Nemours (Francia) tras una larga y diversa carrera en el cine y en el teatro, según informan medios franceses recogidos por la agencia Reuters. Interpretaciones en películas como Il Gattopardo, Ocho y medio y Hasta que le llegó la hora la convirtieron en merecedora de un capítulo propio en la historia del cine.

Nacida y crecida en Túnez en una familia de origen siciliano, Claudia Cardinale se inició en la actuación gracias a un concurso de belleza en Túnez, que de premio tenía un viaje para asistir a la Muestra de Venecia. Y con otra anécdota, ya que en sus primeros filmes tenían que doblarla, porque sólo hablaba el dialecto siciliano familiar y el francés de la escuela de Túnez donde había estudiado. Por ejemplo, en la versión italiana original deIl Gattopardo tuvo que ser doblada.

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Su primer largometraje fue Goha, de Jacques Baratier, en 1958, y empezó a destacar con Rufufú (1958), de Mario Monicelli. El productor de ese filme fue Franco Cristaldi, con quien Cardinale se casaría en 1966. Luchino Visconti ya la tuvo presente para hacer de Ginetta en Rocco y sus hermanos (1960), donde coincidió con Alain Delon. Eran papeles secundarios que ella supo aprovechar para afianzar la técnica interpretativa, sobre todo una mirada tan pronto abierta como caída. Los primeros papeles protagonistas llegaron en breve, junto a Jean-Paul Belmondo en dos producciones franco-italianas: Cartouche, de Philippe de Broca, y La vicia, de Mauro Bolognini, ambas de 1961. Y también el mismo año en La chica con la maleta, bajo la dirección de Valerio Zurlini.

La industria la quiso encerrar en el cajón de la belleza que obsesiona a los hombres. "Es el mejor invento italiano desde los espaguetis", llegó a decir el actor David Niven, con quien compartió La pantera rosa (1963), de Blake Edwards. A principios de los sesenta los productores la promocionaban como sofisticado mito sexual. Y así eran sus papeles. Incluso Luchino Visconti, que la dirigió a Il Gattopardo (1963), la presentaba dentro del estereotipo: "Es una gata espléndida, tumbada en el diván, esperando que la acaricies. Pero ten cuidado, que la gata puede convertirse en un tigre".

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Federico Fellini y Sergio Leone

La carrera de Claudia Cardinale se disparó a raíz del filme de Visconti, y enseguida adquirió el estatus de estrella, tanto en el cine italiano como en el estadounidense. Películas como El magnífico cornudo (1964), de Antonio Pietrangeli, y Los profesionales (1966), de Richard Brooks, insistían en mostrarla como objeto de singular deseo. Y fue Federico Fellini quien vio el potencial de Cardinale para representar "la figura de la madre tierra", tal y como explica el historiador Christopher Frayling en el libro Sergio Leone. Something to do with death. El papel de Claudia en Ocho y medio es lo que hizo que Sergio Leone la eligiera para ser Jill McBain en Hasta que le llegó la hora (1968; C'era una vuelta il West en el título original en italiano).

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Leone la filmó como nadie la había filmado antes, manteniendo el primer plano para que Cardinale le llenara de profundidad, pasado y resiliencia. Ella es la mujer indomable que las ha visto de todos los colores y que por eso mismo puede aguantarle la mirada al personaje que interpreta a Henry Fonda, seguramente el villano más detestable de la historia del western. Su Jill, una prostituta que acaba encarnando la posibilidad de una vida más amable, es "la madre tierra" que había visto a Fellini y que aquí alivia a los sedientos y repara a los damnificados por la brutalidad. Es el eje de la película, y así lo vio ella: "Jill es dura y determinada. Sabe lo que desea y actúa en consecuencia hasta que lo consigue. No se encuentran muchos papeles de mujeres así en los westerns".

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Cuando se estrenó Hasta que le llegó la hora, Claudia Cardinale ya había alcanzado varios hitos, como protagonizar el drama trágico Sandra (1965), nuevamente con Visconti; y triunfar en comedias como No haga olas (1967), de Alexander Mackendrick, y en dramas bélicos como Los héroes están muertos (1968), de Joseph Sargent. Mantuvo el estatus de estrella en producciones internacionales como La tienda roja (1969), una aventura ártica con Sean Connery y dirección de Mikhail Kalatozov, y, a principios de los setenta, en filmes como El clan de los marselleses (1972), de José Giovanni, en el que compartió protagonismo con Jean-Paul Belmondo y Michel Constantin. En esa época recibió el calificativo de "la indomable" porque desafió el protocolo del Vaticano al asistir a una recepción con el papa Pablo VI en minifalda.

Sin embargo, también sufrió alguna decepción, como cuando Visconti la descartó para El inocente (1976). Y no fue la única: Sergio Leone tampoco contó con ella para el papel de Carol en Érase una vez en América (1984). Según el director italiano, Claudia Cardinale no encajaba en un filme con personajes "al estilo de Nueva York".

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En la segunda mitad de los setenta, y después del divorcio de Cristaldi, vivió un cierto ostracismo. "Me quedé sin dinero", explicó más tarde. Franco Zeffirelli la rescató en 1977 para una serie de televisión, Jesús de Nazaret, en la que compartió reparto con Robert Powell, Olivia Husey, James Mason, Laurence Olivier, Anne Bancroft, Anthony Queen, Ian McShane y Fernando Rey. El relativo ostracismo no afectó a la eficacia interpretativa de Claudia Cardinale, que a principios de los ochenta interpretó a dos personajes muy especiales y llenos de riesgo: la Molly de Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog, y Clara Petacci en El amante de Mussolini (1984), de Pasquale Squitieri, por el que ganó un Globo de Oro italiano. Otras veces asumía papeles secundarios, como en La piel (1981), de Liliana Cavani, y Un hombre enamorado (1987), de Diane Kurys, pero de vez en cuando recuperaba las letras más grandes del cartel, como en Atto di dolore (1990), de Squitieri, también premiado con un Globo de Oro italiano.

Instalada en Francia desde 1989, tuvo una etapa dedicada al teatro, con actuaciones en obras de Luigi Pirandello, Tennessee Williams y Alberto Moravia, algunas dirigidas por Squitieri. Sin embargo, nunca abandonó el cine, y en 2012 aceptó la propuesta de Fernando Trueba para participar en la película El artista y la modelo (2012), junto a Jean Rochefort y Aida Folch.