Música

Alice Cooper mantiene la llama de la mascarada rock en el Poble Espanyol

El cantante de Detroit revive éxitos y 'atrezzo' terrorífico en el Alma Festival

BarcelonaLa clave para entender un concierto de Alice Cooper en el 2024 es ponerse en la piel de quien nunca la ha visto. ¿Y qué encontró el viernes en el Poble Espanyol, dentro del Alma Festival? Espadas, cuchillos, una guillotina, necrofilia (con la muñeca de la canción Cold Ethyl), muletas para hacer air guitar, sombreros de copa alta, camisas de fuerza, banderas de Estados Unidos y una escenografía que tan pronto podía recordar una iglesia de Salem, un juzgado temible, el puente de un barco pirata o la tribuna de una campaña electoral. Todo ello, un gran guiñol lo suficientemente adecuado para un espacio como el Poble Espanyol, por su condición de simulacro, y conducido por uno de los pocos artistas del entorno gótico con sentido de la sátira y con conciencia de que el espectáculo empieza y acaba en el escenario y que las pesadillas nunca llegan a casa.

Asimilada la mascarada escénica, conservadora y efectiva en sentido dramatúrgico pero entrañablemente inocente en el siglo XXI, lo que queda es un concierto muy digno protagonizado por un cantante de 76 años cargado de oficio que mantiene la voz en su sitio, sin forzar registros imposibles, y que pone al personaje sólo al servicio de las canciones. De hecho, hasta el final del concierto no se dirigió al público, como si quisiera dejar claro que cobra por cantar, no por charlar. Quizá la mejor muestra del respeto con el que trata a la gente que pagó 60, 88 o 105 euros fue la forma en que enlazó las once primeras canciones sin pausa alguna. El primer descanso, brevísimo, llegó con el solo del batería Glen Sobel, que sirvió para realizar un pequeño ajuste escenográfico antes de Welcome to my nightmare. Y un cambio de vestuario (ponerse la camisa de fuerza antes de cantar de rodillas Ballad of Dwight Fry) permitió otro descanso durante el que los tres guitarristas pudieron lucir habilidades, sobre todo Nita Strauss, que celebra 10 años en la banda de Alice Cooper.

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En cuanto al repertorio, la elección de esta gira se mantiene fiel al hard rock de los discos esenciales de los años 70, los de canciones como Y love the dead, No muere Mr. Nice Guy, una I'm eighteen cantada con convicción juvenil y la llamada a la insurrección escolar School's out (injertada con Another brick in the wall, de Pink Floyd) con el que cerró casi una hora y media de concierto ante un público que mayoritariamente tiene más cerca el fin de su vida laboral que los años de escuela. El público, por cierto, respondió con entusiasmo a trucos infalibles como las características devueltas de tres palabras repetidas, como las de Billion dollar babias y Lost en America, ya hits de la era MTV comoVeneno.

Hubo pocas incursiones en los discos de los últimos treinta años, apenas Welcome to the show, de Road (2023), pero la coyuntura política hizo que la actualidad se escuchara en el concierto. Fue cuando interpretó Elected, ensalada con carteles de “Alice Cooper for presidente”. Inevitablemente, la imagen llevaba a recordar que Alice Cooper es más joven y más en forma que Joe Biden y Donald Trump, los protagonistas de la otra mascarada de la semana.

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