Música

Antònia Font: "Volver no significa vivir de rentas del pasado"

Entramos en el concierto secreto que dio la banda mallorquina para preparar su regreso después de una década de ausencia

BARCELONAHemos quedado a media mañana porque sospechan que por la tarde estarán nerviosos. Primero llegan Joan Miquel y Jaume, que se han pasado todos estos años dando conciertos juntos. Poco después el resto, los hermanos Debon y Joan, con Bernat Muntaner, el mánager de la nueva etapa. Finalmente, los tenemos. Están los cinco sentados en un banquito. Delante, la cámara del ARA; detrás, la primera platea de público que los volverá a escuchar en directo después de años. Demasiados años. Estamos a punto de vivir un concierto privado en el Teatre-Auditori Sant Cugat solo para un centenar de afortunados, que disfrutarán de los mallorquines en un formato íntimo e inédito. La expectación es grandiosa, y con razón: ha llegado la hora del regreso de Antònia Font.

"Hay algo dentro que es de arrancar, de volver a ser", nos explica Pere Manel Debon. En estos ensayos están probando el nuevo espectáculo de la gira de tres conciertos que harán en varios puntos cardinales de los Países Catalanes: Inca, Barcelona y Valencia. "Para llegar a la cuarentena –de temas– tienes que elegir temas que nos gusten a todos y queden bien colocados", cierra su hermano, Pau. Lo harán presentando disco nuevo, Un minut estroboscòpica, diez temas que fotografían el momento presente. "Volver no significaba vivir de rentas del pasado, tenía que ser con canciones nuevas que sean la imagen de lo que somos ahora. Tenemos un pasado que también mostramos, pero la banda de hoy es lo que ha compuesto Joan Miquel para este álbum, con esta madurez y sonoridad", remarca Joan Roca.

Antònia Font volverá oficialmente a pisar un escenario el sábado 11 de junio en el Primavera Sound, y después empezará la gira propiamente dicha. Tres actuaciones en directo que superarán las dos horas de duración. Y, de momento, ya está. Los nuevos Antònia Font van a otro ritmo: "Antes de decidirnos de volver todo el mundo puso sus condiciones, una de las cuales era que todos estábamos de acuerdo en que no estábamos para hacer 60 bolos. Preferimos dar un concierto de 10.000 personas que 10 de 1.000", razona Joan Miquel Oliver. Los acompañarán artistas insulares en todos los conciertos: Miquel Serra en Inca, Da Souza en Barcelona y Maria Jaume en Valencia. Tres generaciones de músicos que han crecido "libres del eclipse involuntario" que ellos hacían de los demás grupos de Mallorca, reconocen.

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La leyenda mallorquina

¿De cuántos grupos o solistas podemos decir que han cambiado el devenir de la música popular de un país? ¿Cuatro? ¿Cinco? Probablemente nos llega con los dedos de una mano para contarlos. Antònia Font es uno de estos grupos. La aparición y consolidación de los mallorquines, a finales de los años noventa, coincidió con una época de lenta agonía de las cenizas del rock catalán, un momento en el que las bandas interesantes –como Els Pets y Adrià Puntí– eran la excepción. En este contexto, ellos pusieron los fundamentos de la salvación de la nueva música en lengua catalana. Desde un epicentro pop introdujeron con buena puntería toques mediterráneos, de bossa nova, rumba, jazz y lo que los diera la gana. Partiendo de un universo surrealista, espacial y especial, intelectual y popular a la vez, juguetón con las palabras, las melodías y el mensaje. Resumiendo: un universo mágico y personalísimo. De aquí que su disolución como banda, hace casi una década, fuera un golpe difícil de asimilar, porque es a partir de ellos que el pop del país empieza a facturar una música del momento con aspiración e inspiración. Después de Antònia Font vendrían Mishima, Mazoni, Sanjosex o Manel, sobre todo Manel, claro. Pero esta nueva escena, este tipo de ecosistema, empezó con esta banda insular, que en 1997 grabaron una primera maqueta y se pusieron el nombre de una chica con quien compartían aulas y cervezas en el bar de la facultad. Querían que sonara mallorquín, que no fuera largo y sobre todo que fuera femenino, que hombres ya había suficientes con cinco. Así nació el quinteto, formado por Joan Miquel Oliver (guitarra y composición), Pau Debon (voz y guitarra), Jaume Manresa (teclados), Joan Roca (bajo) y Pere Manel Debon (batería).

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El gran mérito de sus primeros 17 años de trayectoria fue la constancia, la consistencia de su crecimiento. No hay ningún paso en falso en su carrera, ningún fracaso sonado. Al contrario. Su evolución fue espectacular e irreprochable, y dejaron un catálogo de canciones mayúsculas y picos creativos elevadísimos. La secuencia de discos entre el 2002 y el 2011, que incluye Alegria, Taxi, Batiscafo Katiuscas y Lamparetes, es el resultado de una década de inspiración compositiva prodigiosa y prácticamente inédita en la música popular catalana. El final, sin embargo, fue abrupto.

Una mañana de noviembre de 2013, cuando todavía no eran ni las nueve y media, anunciaban la disolución en sus perfiles de las redes sociales. Poco después lo explicarían en un comunicado: lo dejaban y lo dejaban para siempre "sin controversia ni traumas internos", habiendo llegado a una cierta culminación artística y con sus miembros decididos a emprender otros caminos. Dentro y fuera de la música. "Aquel día lo teníamos muy digerido, pero fue un choque para mucha gente", recuerda Pau Debon preguntado por aquella jornada: "A todo el mundo que nos tenía cerca le supo mal y todavía hoy me lo recuerdan. Era la decisión que habíamos tomado, los motivos eran muy claros y se entendían perfectamente".

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Travesía por el desierto

Empezaba una etapa nueva para todo el mundo. Para ellos y para nosotros, sus militantes, que nos tuvimos que acostumbrar a dejar de verlos. Pasaron a una nueva vida en singular después de una en plural. Una especie de renacimiento en la que los hermanos Debon bajaron del escenario para ocuparse del bar restaurante que da entrada al Museu de sa Jugueta, en el casco antiguo de Palma, y Joan Miquel Oliver continuó haciendo discos, con Jaume Manresa acompañándolo en directo. Joan Roca, en cambio, solo cambió de escena. No dejó de empuñar el bajo, a pesar de que ahora estaba fuera de los focos mediáticos: "De reprente se creó la sensación de que si el grupo no estaba, no tenías ninguna relación con la música. Yo he estado tocando más que nunca, en otro circuito, con menos repercusión, pero haciendo jazz, estudiando, formándome...", rememora con cierta queja implícita. "Me he pasado todos estos años teniendo que responder que sí, que continuaba tocando. ¡Y más que antes!" En el mundo exterior se palpaba la sensación de que habían sido tan grandes que después no habría nada, una percepción claustrofóbica que han necesitado eliminar para poder volver a empezar. "Antònia Font nos ocupaba la cabeza las 24 horas del día. Al día siguiente de que todo el mundo supiera que lo dejábamos hice el vacío, el reset de un pensamiento que hacía 17 años que tenía dentro de la cabeza", explica Manresa.

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El nombre de Antònia Font pesaba, y mucho. Necesitaban un espacio de libertad para hacer otras cosas. Además, tenían la impresión de haber llegado a una cumbre, de haber culminado el trabajo: "Acabábamos de sacar Vostè és aquí –su octavo álbum– y estábamos muy satisfechos, habíamos dejado un legado de muchos discos y veíamos claro que necesitábamos parar. No teníamos ni muchas ganas de seguir ni la ilusión de antes", recuerda el teclista de los mallorquines. Haciendo una valoración superficial de su carrera, no solo habían hecho ocho trabajos de éxito, también habían actuado en el Liceu, hecho un repertorio sinfónico, enamorado a la crítica –nacional y estatal– y tocado en todos los festivales y recintos posibles. Y, sobre todo, y lo que es más importante, habían conseguido que sus canciones cuajaran en el imaginario popular. "Antònia Font tenía mucho público y tenías que seguir al ritmo que te pedía. Decidimos ejercer nuestra libertad en todo su esplendor y un año después de Lamparetes hicimos un disco de 40 canciones, que no es exactamente lo que se esperaba de nosotros", recuerda Joan Miquel Oliver.

Una nueva vida

En la nueva etapa sin el grupo, los cinco ganaron calidad de vida ("mucha menos exigencia de agenda", remarca Oliver), pero también perdieron intangibles. "Sobre todo he añorado las sensaciones que tienes sobre el escenario y que no sientes de ninguna otra manera. Notaba que me faltaba esta fuerza tan potente", explica el batería, Pere Manel Debon. Lo que es innegable es que la esencia de Antònia Font se ha mantenido, a pesar de todo, viva e inmutable. Y no solo porque dejaron una gran colección de himnos, también porque su compositor continuó haciendo álbumes. De hecho, hizo muchos en poco tiempo. "Tenía incontinencia de escritura y escribí setenta y seis canciones en un mes y no las quería guardar en un cajón. El grupo se disolvió e hice tres discos en 5 años. Sé que es demasiado y que el público no lo puede asumir, pero me apetecía", dice Joan Miquel Oliver.

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Durante ese tiempo sin Antònia Font, Oliver ha tenido tiempo de publicar una trilogía de discos –Pegasus, AtlantisElektra–, entre los mejores de la década pasada. ¿Diferencias? "La sensación de estar en un lado del escenario, tocando y mirando la pedalera y el setlist, y dejar que Pau hiciera el contacto directo con el público. Cuando de repente pasas a ser tú quien marca el ritmo de todo es muy diferente. Es un arte que he aprendido durante estos años", explica el músico de Sóller.

Aunque los caminos de los cinco se separaran, han mantenido varios puntos en común: el hecho de vivir donde siempre habían vivido y compartir la presión popular de volver a reunir la banda. Era inevitable cuando has hecho música con repercusión y tan importante para mucha gente. "Te alegra ver dónde has llegado, pero siempre hemos huido un poco del ruido. Nos hemos refugiado en nuestra casa, en Mallorca, en nuestro pequeño micromundo, cada cual en su casa. Está claro que hemos llegado a mucha gente, pero pensar demasiado es contraproducente", dice Pau Debon. Lo secunda Jaume Manresa: "El hecho de haberte parado y de hacer otros proyectos te ayuda mucho a relativizar ". Además de replantearse qué quiere decir triunfar en el mundo de la música, también ha cambiado la relación que han tenido con su obra. Cuando hablas con artistas pop siempre te aseguran que nunca escuchan sus propios discos. También es así con Antònia Font, a pesar de que el cantante reconoce que estos años ha podido escuchar aquellas viejas canciones sin barreras: "Las he escuchado de otro modo. Antes te creaba cierta incomodidad sentir que sonabas de fondo en una fiesta. En estos años, en cambio, me venían muchos recuerdos, sobre todo con los primeros discos, que ves los cuatro muchachos que éramos cuando empezamos y el cambio que dimos.

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El regreso más esperado

Pasados casi nueve años de su despedida es hora de volver, una reanudación que ellos mismos llegaron a pensar que nunca se produciría. El primer momento de sacar el tema fue en una cena, pero la semilla se plantó en el Concert per la Llibertat d'Expressió, una jornada de música en vivo en el Palma Arena en apoyo a Valtònyc, en 2018. Aquella actuación la hicieron sin ensayar, tocando un repertorio de cinco canciones decididas en el grupo interno de WhatsApp y quedando directamente al recinto. "Milagrosamente, salió todo muy bien", recuerda Jaume Manresa. A partir de aquí todo fue fluyendo orgánicamente hasta llegar a hoy, al esperado regreso.

Mientras ellos afinan los instrumentos, nosotros nos ponemos las mejores galas. Poco después sentiremos cantar las canciones de siempre. Sonarán Viure sense tú y Yo, robot. Y Wa yeah! y Alpinistas-samurais . Y Todos se motores, Alegría, Dentro de este iglú y Bamboo . Y también Calgary 88 e Icebergs y géiseres. Y mientras van cayendo iremos reafirmándonos una y otra vez: cómo los hemos echado de menos.

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