Música

Genís Bou (The Gramophone Allstars): "Los 'hits' son 'hits' por algo"

BarcelonaGenís Bou (La Bisbal d'Empordà, 1985) es el palo de pajar de The Gramophone Allstars, la big band de 16 músicos que lleva una década revolviendo jazz, músicas jamaicanas y soul. Tras cerrar la etapa con Judit Neddermann como vocalista, la formación publica Call your friends (BankRobber, 2023), con cantantes invitados como Saphie Wells, Tonia Richii, Ahyvin Bruno y Marta Garrett. En directo, en conciertos como el de este jueves en la Sala Apolo de Barcelona, la voz es cosa de las hermanas Kathy y Yolanda Sey. Y los instrumentistas, una cantera de músicos increíbles

En el concierto en el Mercado de Música Viva de Vic tuve la sensación de que Call your friends es claramente una nueva etapa.

— Sí, este disco abre nuevas puertas. Pero algunos ya vienen de lejos. El hecho de que Judit [Neddermann] dejara la banda ya cambia muchas cosas. Es verdad que después publicamos el EP Love letter [2021], pero al ser casi todo instrumental, fue como una época de transición. Ahora tengo la sensación de que hemos llegado a un sitio nuevo.

¿Tiene ganas de sorprender también?

— No, no existía la intención de hacer algo rompedor. Sí quería modernizar un poco el sonido de la banda, y pensaba que quizá iba a ser un disco más producido en el estudio. Con los otros discos muy a menudo lo que hacíamos era entrar en el estudio con los arreglos hechos, grabar y marcharse, como si dijéramos. Esta vez hemos estado en el estudio de una forma más separada, y hemos grabado de una manera no tan jazzística, por así decirlo.

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¿Cómo crees que ha evolucionado su música, ahora que te lo puedes mirar con 15 años de perspectiva?

— En 2024 hará diez años de la big band, pero con el grupo ya llevábamos cinco años más, sí. ¿Cómo ha evolucionado? No es que hayamos dejado el jazz a un lado, pero creo ahora se ha convertido en algo más crudo, quizá con un punto más de mala leche. Y en directo tenemos algo más de punch. Ahora ya llevamos casi 150 conciertos con esta formación de big band, y también se nota mucho a la hora de grabar. Hemos madurado y hemos ido encontrando un sonido más propio, hasta llegar a un sitio más genuino.

En tu caso, llegaste al soul desde el ska, escuchando versiones de soul que hacían grupos jamaicanos. ¿Pero puede que poco a poco se haya alejado del ska?

— Los primeros conciertos que fui a ver en mi vida eran de ska. Además, en La Bisbal estaban los Komando Moriles, y fui entrando en la música jamaicana de los sesenta. De repente descubrí un repertorio que pensaba que era jamaicano, pero que eran versiones de temas de soul y de estándares de jazz, que hay en espuertas, y con los títulos cambiados, claro. Volviendo a la pregunta, tampoco tengo la sensación de que nos hayamos acercado más al soul oa otros estilos, pero sí es verdad que hemos encontrado una especie de equilibrio en la que quizás la música jamaicana ya no tiene tal preponderancia. En cualquier caso, es verdad que éste es el disco en el que hay menos ska y más reggae. El otro día bromeaba: es como si hubiéramos avanzado diez años. Antes estábamos más en los sesenta y ahora estamos más en los setenta.

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Con el reggae y el lovers rock.

— Exacto, es exactamente eso.

En Vic dijiste que por fin se había atrevido con esta sombra tan larga de Bob Marley, y versionáis Could you be loved. ¿Por qué ha tardado tanto en versionarlo en un disco?

— Con Bob Marley sucede esta cosa...

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Que se han realizado versiones horribles.

— Sí, ya veces parece que si versiones este tipo de artistas es como pierdes algo de credibilidad. En el mundo de la música negra hay mucho esa cosa de la melomanía. Parece que no puedas tocar hits. O cuando vas a ver un DJ buenísimo y sólo pone singles extraños que no conoce a nadie y no pincha el Move on up. Los hits también son hits por algo, ¿no? A veces asociamos que un tema sea comercial con que no vale la pena. Y no es necesariamente así. Could you be loved es un buen ejemplo de ello. De hecho, yo tardé mucho en decidir qué versión lo hacíamos, pensaba que esta tal vez estaba muy gastada... Pero pulsas el play y la canción me flipa. La llevábamos tocando en directo bastante tiempo, pero nunca la habíamos grabado, y ahora tenía la sensación de que encajaba bastante en el repertorio.

Aparte de temas propios y los que tienen arreglos tuyos, llama mucho la atención Rolando's revenge, en la que Lluc Casares tiene libertad absoluta para llevar la sonoridad del grupo hacia otro lado.

— Exacto. Sí, Lucas ha estado muy presente en el proceso, porque me ha ayudado mucho con los arreglos. Y, bueno, aparte, Lluc se ha convertido en una de las personas con más dominio tanto instrumental como de conocimiento musical del panorama catalán. Hablar con él de música es una pasada. En el disco me imaginaba dos instrumentales y le propuse que escribiera uno haciendo lo quisiera. Y lo hizo bastante. De hecho, es un tema exigente que tocar. Ha llevado un poco a la banda al límite.

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¿Cómo ha hecho la elección de voces para este disco, sabiendo que son cantantes que luego en directo seguramente no estarán y que en los conciertos quien canta son Kathy y Yolanda Sey?

— Cuando se marchó Judit se abrieron muchos interrogantes. Pensé que entrara también una voz de hombre para cambiar un poco el color y porque hay esa cosa que si era una chica siempre se compararía con Judit. Uno de los problemas que nos habíamos encontrado históricamente era que los promotores nos reclamaban la presencia de Judit en los conciertos. Y nosotros insistíamos muy diciendo: "Si quieres Judit, programa Judit". Es decir, cuando programas una orquesta no preguntas qué músicos habrá. Lo que contratas es una idea, unos arreglos, una estética. Pero esto cuesta hacer entender. La gente quiere las caras conocidas. Y entonces, pensando, pensando, salió la idea de hacer un disco invitando a diferentes cantantes. A la hora de llevarlo al directo, ha habido muchas conversaciones con Kathy y Yolanda. La suerte es que son muy todoterreno, se adaptan a todo y lo ponen todo muy fácil. Trabajar con ellas es un regalo.

Además Kathy y Yolanda están muy acostumbradas, al soul, por el trabajo realizado como Sey Sisters.

— Totalmente. Ellas vienen de esta tradición.

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En el disco también hay voces masculinas, las de Kelly Isaiah, Koers y Rodrigo Laviña. En su caso, ¿es muy diferente realizar arreglos para voz masculina?

— Tienes que vigilar con el tono, porque es otra historia, y eso en directo sí puede traerte algún problema. Por suerte, Kelly es como una especie de monstruo vocal. Le llamé y le dije: "Oye, te envío la demo para que la oigas ya ver si te va bien el tono". Y me dijo: "No te preocupes, normalmente me van bien todos". "En serio?" "Ningún problema". Y le cantó con el mismo tono que había elegido Judit cuando tocábamos el tema en directo.Por tanto, no noté ninguna diferencia.Con Rodrigo todo ello tenía menos riesgo porque es un rap.Sí que pensé qué tema podía encajarle bien, que no fuera algo muy cargada, y me vino a la cabeza Gotta keep it going, que es algo más tranquilo, como de un reggae más lovers.

A menudo versionáis clásicos, o artistas con mucha trayectoria. ¿De qué artistas actuales le gustaría hacer una versión?

— Mira, en un momento dado pensé que el nuevo disco sería de artistas de ahora. Al final no cuajó. Desde hace tiempo que estoy obsesionado con Little Simz, y también me ha gustado mucho Anderson Paak. De estos dos artistas me gustaría hacer cosas. Claro, actual... Amy Winehouse tampoco es que sea superactual...

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A Amy Winehouse le hizo un homenaje hace unos años, ¿verdad?

— Sí, en 2016. La propuesta vino del Black Music Festival porque llevaban un corista, Zalon, que había trabajado con ella y nosotros hicimos un par o tres conciertos más después.

¿Habéis hecho mucho la banda de acompañamiento?

— Algunas veces. Es complicado con nuestra formación, porque somos tanta gente que la producción se convierte en muy complicada en todos los niveles. Escribir arreglos para ello es un trabajo, pero llevarlo en directo también.

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Con el ska era muy habitual que cuando los cantantes jamaicanos tocaban por Europa elegían bandas de acompañamiento en el país donde tocaban.

— Sí, esto es muy curioso que ocurriera, siempre me ha fascinado, y además en Barcelona hubo dos o tres bandas que trabajaron mucho de esta forma. Desde hace dos o tres años estamos tocando con Bitty McLean, que es un cantante de Londres buenísimo, y la banda es de Barcelona. Esto es como una especie de hilo que no terminó de romperse de aquella época, de un grupo que se llamaba inicialmente Ranking Soldiers, y que luego cambiaron a Freedom Street Band. Colaboré con esta gente, entre 2000 y 2015, y tocamos con artistas brutales: Derek Morgan, Dennis Alcapone, dr. Ring-Ding... Con dr. Ring-Ding hicimos una gira por Alemania y tocamos en Corea. Y con Bitty MacLean inicialmente hacíamos como la zona de aquí, pero ahora estamos tocando con él fuera, y en abril le acompañaremos en una gira de veinte días por el Reino Unido. Es una de estas singularidades muy curiosas. Con la salsa también creo que ocurre un poco.

O con cantantes africanos, que de repente los ves con una banda que todos son blancos.

— Sí, y en uno de esos conciertos que hicimos con Bitty ocurrió algo. Él ha nacido en Londres pero de familia jamaicana, y en febrero fuimos a tocar en Londres en una especie de evento privado para una comunidad jamaicana... y éramos los únicos blancos. No fue incómodo, pero sí raro. Pensaba: qué jode aquí nosotros, con la manta de músicos que hay en Londres para tocar música jamaicana, que es como si en Sevilla buscaras músicos de flamenco, no es ningún problema. Pero fue un pase, y después nos venían a felicitar: "¡Hostia, toque de verdad! ¡Para ser blancos no está mal!". Estaban emocionadísimos. Fue un día muy bonito, porque yo he crecido escuchando esta música, y después de ese día tuve la sensación de que fue una manera de devolverles todas las horas buenas que hemos pasado con esta música.

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