Magnífica actuación de la violonchelista Julia Hagen en L'Auditori
Andrew Manze dirige sin fuego la 'Sinfonía núm. 59 en la mayor' de Haydn y acierta con la 'Trágica' de Schubert
'Sinfonía trágica de Schubert'
- OBC, dirigida por Andrew Manze
- Solista: Julia Hagen (violonchelo)
- Programa: 'Sinfonía núm. 59 en la, Hob. I/59, El fuego', de Haydn, 'Concierto para violonchelo y orquesta, op. 129', de Schumann, y 'Sinfonía núm. 4 en do m, D. 417, Trágica', de Schubert
Uno de los aciertos de las temporadas de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC) es contar con talentos jóvenes y emergentes para algunos de sus conciertos. Éste ha sido el caso del fin de semana, con la presencia el viernes de la violonchelista austríaca Julia Hagen y el sábado del violinista andaluz Javier Comesaña (para interpretar el extraordinario concierto para violín de Mendelssohn).
La asistencia a L 'Auditori el viernes nos permitió conocer el talento de Julia Hagen, salzburguesa nacida en una familia de músicos y que se enfrentó a una página mayúscula del Romanticismo alemán como es el Concierto para violonchelo en la menor op. 129 de Robert Schumann. Se trata de una obra singular, escrita y pensada para ser interpretada sin pausas ni interrupciones entre los tres movimientos que la integran, lo que confiere una mayor dificultad al solista que la aborde ya la orquesta que la acompañe. Hagen despliega un virtuosismo fuera de discusión y se acerca a la prenda con descarada seguridad. Quizás esto es lo que provoca ocasionalmente un sentido de la paleta cromática menos amplio y matizado. Sin duda, un aspecto que cuando la joven solista madure aún más la pieza irá puliendo a beneficio de interpretaciones que pueden marcar un antes y un después en la tradición interpretativa de la obra.
Abría la velada (¡a las siete de la tarde!) la Sinfonía núm. 59 en la mayor de Franz Joseph Haydn, conocida con el apodo deEl fuego. Estos apodos hacen más daño que bien al músico de Rohrau, porque se suele centrar en la anécdota y no en el verdadero trasfondo de sus sinfonías. En el caso que nos ocupa, faltó precisamente éste fuego, inherente al espíritu y al período Sturm und Drang en el que se enmarca la página. Pese al buen papel de las diferentes secciones de la OBC, la dirección de Andrew Manze optó más bien por la amabilidad del discurso y menos por los contrastes prerrománticos de la partitura.
Más acertada, en cambio, fue la dirección de la cuarta sinfonía de Schubert (Trágica), en la sombría tonalidad de do menor, y que integraba la segunda parte. Sin llegar a ser una versión de antología, el espíritu de la pieza supo comunicarse mucho mejor y los efectivos de nuestra orquesta supieron estar a la altura.