El 'Holandés' que pudo ser
La Fundació Òpera Catalunya estrena su primer Wagner: 'El holandés errante'
'Der fliegende Holländer' ('El holandés errante')
- Richard Wagner
- Dirección musical: Josep Planells Schiaffino. Dirección escénica: Emilio López.
- Intérpretes: José Antonio López, Maribel Ortega, Sava Vemic, José Ansaldi, Elisabeth Gillming, Jorge Juan Morata, la Orquesta Sinfónica del Vallès, el Coro Amigos de la Ópera de Sabadell y el Cor Bruckner Barcelona.
Estaba en boca de todo el mundo que la Fundación Ópera de Cataluña hacía historia incorporando a su amplio listado de títulos programados a lo largo de más de cuarenta años su primer Wagner. Y, aunque Der fliegende Holländer bebe mucho del romanticismo alemán del primer tercio del siglo XIX, y que los nibelungos quedan todavía lejos, Wagner siempre pide un sobreesfuerzo artístico que en este caso no ha terminado de lograr. Y no es que este espectáculo haya naufragado, pero tristemente no ha llegado a buen puerto, si se nos permiten los símiles marineros que proceden a la cuarta ópera del catálogo wagneriano.
Y las causas son diversas. En primer lugar, por la dirección musical de Josep Planells Schiaffino, con algunos problemas de concertación pero, sobre todo, con un sonido a veces poco denso a cargo de la Sinfónica del Vallès -el foso de La Farándula es el que es- y sin las tensiones dramáticas que pide la partitura.
La formación coral de la casa, el Coro Amigos de la Ópera de Sabadell, cumplió y debe agradecerse el trabajo realizado. Pero el refuerzo del Coro Anton Bruckner no estuvo a la altura por la migradez de las voces, que habrían tenido que parecer realmente fantasmagóricas en el tercer acto. Cabe decir, además, que la megafonía fue insuficiente en una escena que debe helar la sangre.
Del reparto, tan sólo el Holandés del barítono José Antonio López brilló con luz propia: supo dar los acentos patéticos del personaje y sirvió con rotundidad y conocimiento de causa estilística la exigente partitura. A su lado, la Senta de Maribel Ortega tan sólo estuvo a la altura en las escenas con el barítono murciano, especialmente en el dúo del segundo acto. En la balada, Ortega exhibió demasiada inseguridad y puntuales sonidos fijos, mientras que el dúo en el tercer acto con Erik de José Ansaldi sí rozó el naufragio. El tenor chileno-italiano exhibe una voz robusta y de centro más o menos equilibrado, pero los sonidos agudos aparecen mal apoyados y con una emisión desagradable.
Notable el Daland del bajo Sava Vemic, cuyo volumen pediría más control y más gusto en el fraseo, cumplidor el Timoner de Jorge Juan Morata y excelente la mezzosoprano Elisabeth Gillming en el breve papel de Mary.
El otro gran escollo de una ópera como ésta es la escenificación. Y, pese al hábil juego de luces de Sergio Gracia, el recurso de las proyecciones no siempre funcionó. Ocasionalmente, resultaron monótonas y previsibles y sin la originalidad necesaria para contribuir a la narración (por cierto, no es necesario proyectar el título de la ópera dos veces... todo el mundo, pienso, sabía que la noche del viernes no iba a ver precisamente La bohème).
Sin embargo, el principal problema es que, si no hay buen trabajo de personajes ni buena dirección de actores, la cosa no funciona. Y, en este sentido, la labor de Emilio López como director de escena ha resultado pobre y escasa.
Todo ello una verdadera lástima, porque la Fundació Òpera Catalunya ha puesto ilusión, esfuerzos y recursos para uno de sus proyectos más ambiciosos, pero se ha quedado a medio camino.