París saca rédito de la colección del multimillonario François Pinault

Un impresionante museo, situado entre el Louvre y el Pompidou, amplía la oferta en el centro de la capital francesa

ParísDicen que a la tercera va la vencida. François Pinault tenía una espina clavada desde hacía veinte años, cuando su proyecto museístico para exhibir en París una parte de su vasta colección personal de arte contemporáneo quedó en la nada. Entonces se conformó con el Palazzo Grassi y la Punta della Dogana –dos espacios anclados en Venecia–, que le han dado renombre internacional y reputación de prescriptor, con una colección valorada en 1500 millones de euros, según Challenges.

La Bolsa de Comercio - Colección Pinault es el tercer museo de este bretón de 84 años, pero es la niña de sus ojos. Este nuevo templo artístico, que abre las puertas hoy, es la culminación de una vida profesional más que satisfactoria, que empezó en el negocio de la madera en Rennes y ha acabado construyendo un imperio familiar que se gestiona a través del holding Artémis. Entre las empresas que el conglomerado posee está Kering, un grupo de varias marcas de lujo, pero también el club de fútbol de Rennes y la célebre casa de subastas Christie’s, que compró en 1998. Esta última adquisición va más allá de la simple inversión de un multimillonario como monsieur Pinault.

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Cuando a mediados de los años 2000 pasó el relevo del negocio a su hijo François-Henri, Pinault padre se metió completamente en el mercado artístico. Un mundo en el que le inició su segunda esposa, Maryvonne Campbell, anticuaria en los años 70. Es entonces cuando el bretón compra su primera obra: un cuadro de Paul Sérusier (1864-1927), un postimpresionista de la escuela de Pont-Aven.

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Una colección muy personal

En la exposición inaugural, el visitante se podrá hacer una idea de su gusto, más alimentado por las emociones que por la belleza. Más de uno se sorprenderá explorando la selección que Pinault ha elegido personalmente de su fondo, constituido por unas 10.000 obras. Entre pinturas, esculturas, fotografías, vídeos, obras sonoras e instalaciones, en París se pueden ver hasta diciembre unas 200 obras de una treintena de artistas.

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Son un ejemplo de esto las grandiosas pinturas del norteamericano Kerry James Marshall, que presenta figuras negras a través de arquetipos de la historia del arte o bien de la cultura popular de las que han sido excluidas históricamente; o bien la británica Lynette Yiadom-Boakye, que retoma las fórmulas canónicas del retrato pictórico, sustituyendo nobles y burgueses de antaño por personajes negros, fruto de su imaginación. En el apartado de fotografías, la serie Untitled film stills, de la norteamericana Cindy Sherman, cuestiona los estereotipos femeninos vehiculados por y para los hombres. Y, todavía más: el trabajo de la también norteamericana Sherrie Levine, con series como After Russell Lee, en las cuales se apropia de obras otros hombres –iconos de una historia patriarcal de la fotografía– para reivindicar la copia como otra manera de crear.

Una elección en sintonía con los movimientos actuales como el Black Lives Matter o bien la lucha feminista. Pinault niega cualquier voluntad de sacar rédito: “Colecciono desde hace mucho tiempo las obras de estos artistas. Si hubiera imaginado que esto se podría ver como una concesión a una moda, incluso habría podido adoptar la visión contraria”, aseguró a Le Monde en una visita en petit comité de hace unas semanas.

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El octogenario concede escasas entrevistas, pero para la ocasión ha tenido que ceder. Esta no ha sido la única visita privada que ha concedido antes de la apertura al gran público. Si bien no habido grandes celebraciones por culpa de la crisis sanitaria –que ha obligado a cerrar todos los museos del país durante los últimos siete meses–, algunos privilegiados han tenido acceso en avant-première. La visita más discreta la habría dado al presidente del conglomerado multinacional LVMH, Bernard Arnault, competencia directa de su imperio, que ya hizo construir hace seis años su museo, la Fundación Louis Vuitton. La Colección Pinault no tiene nada a envidiarle.

Un edificio espectacular de Tadao Ando

Lo primero que llama la atención, antes de que las obras de cualquier artista, es el esplendor del edificio que las resguarda, inscrito en la lista de monumentos históricos. Situado en el céntrico barrio de Las Halles, entre el Louvre y el Pompidou, esta edificación que data de 1889 se añade a una amplia oferta de museos que hacen latir el corazón de París. El japonés Tadao Ando ha liderado la renovación arquitectónica de este inmueble de tres plantas que era la sede de la Cámara de comercio.

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La cúpula metálica de este edificio circular siempre había fascinado a los transeúntes. Si ahora entran, todavía se quedarán más impresionados por la magnificencia de la tela pintada en 1889 a diez manos y que cubre unos 1.400 m² de la parte inferior de la cúpula. Debajo de esta obra que celebra el comercio mundial de mercancías hay otro concepto artístico, el de Urs Fischer. El suizo ocupa el espacio central del museo con una instalación constituida únicamente por esculturas de cera –entre las cuales hay una réplica de El rapto de las sabinas de Giambologna–, que se irán fundiendo para evidenciar que la destrucción también es creativa. Alrededor de la circunferencia hay 24 vitrinas de la exposición universal de 1889, donde ahora lucen obras del francés Bertrand Lavier.

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Mención especial para la veintena de piezas del norteamericano David Hammons, que ha basado su obra en su identidad afroamericana y la discriminación racial de la qie este colectivo ha sido y es víctima. Hace 30 años, Pinault tuvo que hacer de todo para que este artista de 78 años, contrario al mercantilismo del arte –al que se ha tenido que resignar para vivir–, accediera a vender algunas de sus piezas, que, en definitiva, han contribuido a aumentar el cajón de la colección Pinault.