Santa Eulalia del Río (Ibiza)Son imponentes, y la vez domésticas. Momentos clave de la vida y la muerte de sucesivas generaciones de ibicencos y formenteranos pasan por las iglesias de Ibiza y Formentera. "Las iglesias rurales, junto con las murallas renacentistas de la ciudad de Ibiza, las torres costeras de vigilancia y las casas rurales que todavía se conserven casi intactas, son el mejor patrimonio arquitectónico de las dos islas", afirmaba el arquitecto Elías Torres, durante la presentación de un libro de gran formato que él mismo y el fotógrafo Michael Moran les han dedicado: Esglésies d'Eivissa i Formentera, publicado en catalán, castellano e inglés por la editorial Triangle Books.
Sin embargo, estas iglesias son uno de los elementos patrimoniales que más sufren, sobre todo por la proliferación indiscriminada de construcciones de todo tipo a su alrededor. "Los espacios públicos y las edificaciones son de escasa calidad urbana y arquitectónica y difícilmente mejorables", lamenta Torres. En este sentido, el hecho de que las fotografías de Michael Moran sean del año 1991 –Torres empezó el proyecto hace unos cincuenta años– permite ver el estado de las iglesias en ese momento, y esta distancia temporal se convierte en un valor en un mundo tan convulso como el actual.
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Las iglesias recogidas en el libro fueron construidas entre los siglos XIV y XIX. Tres están en el recinto de las murallas de la Ciutat d'Eivissa; dieciocho, distribuidas por toda la isla; y tres están en Formentera. "Las iglesias rurales / parientes de las de Dalt Vila / levantadas con piedra y argamasa / por maestros de obras y obreros feligreses / una sola nave de diferente tamaño / cubierta por bóveda de cañón o apuntada / con capillas laterales", dice poéticamente Torres en el libro. Después, el blanco se convierte en el elemento dominante: “Interiores encalados / la primera fachada blanca, de entrada / secas y sobrias / poco ornamentadas / componentes arquitectónicos comunes / a los de los hogares de los campos pitiusos / eran las casas grandes del paisaje rural / identificadas por espadañas / nacieron aisladas / permanecen acogedoras y seductoras”.
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La iglesia más "compleja"
Para la presentación del libro, Torres eligió la iglesia de Santa Eulalia del Río, la más “compleja” del campo ibicenco, y estuvo acompañado por el fotógrafo Michael Moran, el arquitecto Rafael Moneo, el escritor Felip Cirer, autor de las notas históricas que también incluye el libro, y Bernat Nadal, el decano del Colegio de Arquitectos de las Islas Baleares. Esta iglesia es una de las cuatro fortalezas construidas en el siglo XVI, y llama la atención por el porche con una hilera de arcos. Aun así, la más antigua de las dos islas es la pequeña capilla de sa Tanca Vella en Formentera, que fue construida en el siglo XIV. "Sería muy recomendable protegerla del entorno hostil que le rodea, para darle el valor como primer edificio cristiano que tiene", dice Torres. Sin irse de Formentera, la iglesia de San Francisco Javier también es una fortaleza, pero fue construida más adelante que las fortalezas ibicencas, en el siglo XVIII.
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Para entender mejor el espacio de las iglesias, durante la presentación, Torres propuso al público que llenó la iglesia hasta los topes que hicieran un ejercicio de imaginación: vaciar la iglesia del retablo, las imágenes, las capillas, el cancel... El fruto de todo esto es “una caja vacía, un baúl, un mundo, un cofre, un espacio muy elemental, que servía de refugio de la poca población dispersa que había en la isla, muy desamparada”. "Todas las iglesias son iguales, o se parecen", dice Torres. Asimismo, define el conjunto de la nave y el resto de partes como "un pueblo". “En realidad, las iglesias son el primer pueblo. Las iglesias son, sin quererlo, las semillas del pueblo, y a veces terminan comidas por el pueblo, como la de Sant Antoni y la de Sant Jordi, que prácticamente han desaparecido”, recuerda Torres. Así, el porche es la parte más civil del templo, y hace siglos lo que los habitantes del pueblo veían desde el interior de la iglesia era lo mismo que podían ver desde dentro de casa. En su intervención, el fotógrafo Michael Moran también había incidido en esta idea del interior de las iglesias como un espacio reservado, hasta el punto de que podía convertirse en una gigantesca cámara oscura.
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Trabajar bajo un "calor abrasador"
Elías Torres y Michael Moran se conocieron cuando Torres era profesor en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Moran dice de sí mismo que no habría sido un buen arquitecto, aunque trabajó en el despacho de Frank O. Gehry. “Estudié ciencias y artes, y no me fue muy bien en ninguno de los dos; estudié arquitectura, pero habría sido un arquitecto mediocre. Sin embargo, descubrí que tenía aptitudes para la fotografía porque es una disciplina sencilla; aprendí por mi cuenta y muy pronto tuve éxito”, recuerda Moran. De su trabajo en Ibiza y Formentera bromea recordando que entre el poco español que había aprendido destacaba la frase “Quisiera acceder al tejado”.
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Michel Moran trabajó en Ibiza en los meses de junio y julio de 1991. Hacía mucho calor, así que las iglesias se convirtieron en un cobijo. “Estas iglesias, con sus muros macizos y sus diminutas aberturas, son un refugio contra el calor abrasador y la luz del sol, pero al mismo tiempo nos hacen especialmente conscientes, de forma visceral y espiritual, del extraordinario poder de esta fuente de vida”, explica Moran. También detalla que su trabajo fue a dos ritmos diferentes: al sol, el tiempo de exposición fue “muy rápido”, pero fotografiar los interiores le hizo más consciente del paso del tiempo y de la antigüedad de alguna de las iglesias. “La única luz provenía de las ventanas y de la puerta. La apertura del objetivo era pequeña, como debe ser con la cámara que usé, y por eso los tiempos de exposición eran muy largos, como dar a la película un lento baño de luz”, dice Moran.
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Las iglesias en un plan defensivo
El inicio del proyecto del libro se remonta a cuando Torres le pidió permiso al obispo Teodor Úbeda en los primeros años 70 para acceder a las iglesias para tomar sus medidas y levantar sus planos. A cambio, Úbeda le pidió fuera arquitecto diocesano a tiempo parcial, para lo que Torres y su socio José Antonio Martínez Lapeña realizaron algunas obras, como la casa parroquial de la iglesia de Sant Jordi de ses Salines y la capilla de la Asunción de Cala Llonga, reconocida por la fundación Docomomo Ibérico coincidiendo con la presentación del libro. Durante el estudio de las iglesias, Torres comprobó una cita del poeta Mariano Villangómez: que tres de las cuatro fortalezas y la catedral de Eivissa forman una cruz geométrica. "La cruz establece una relación entre los cuatro puertos importantes de Tramuntana, donde está Sant Miquel de Balansat; el puerto de Ibiza, que está a mediodía; Santa Eulària, que está a levante, y Sant Antoni que está a poniente", detalla Torres.
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Esta cruz es prácticamente una cruz perfecta: el desplazamiento de la iglesia de Sant Miquel respecto a la catedral es solo de 428 metros, lo que hace pensar que la colina sobre la que está instalada la iglesia de Sant Miquel fue prioritario en el dibujo de la cruz por una cuestión defensiva, aunque se desconocen el origen de este proyecto defensivo y el autor. “Es curioso darse cuenta de que el sistema defensivo utilizaba los puertos y las colinas”, recuerda Torres antes detallar la elevación de cada una de ellas: la catedral de Ibiza está 72 sobre el nivel del mar, Sant Miquel de Balansat, 152 metros; Sant Antoni, 10 metros, y Santa Eulària del Río, 59 metros.
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Un libro "urgente y necesario"
En la clausura del acto, Rafael Moneo destacó que Esglésies d'Eivissa i Formentera es un libro felizmente “denso” por la cantidad de materiales que hay reunidos y por el hecho de que no hay un recorrido marcado, sino que uno puede adentrarse por donde quiera una y otra vez. También que es un trabajo "urgente y necesario" porque documenta los templos, que considera carentes de la "monumentalidad" y el afán de "proselitismo" que acompaña a mucha arquitectura eclesiástica. Y destacó el hecho de que “protegieron” a la población. Y de la visión que da Torres, remarcó el hecho de que no ha caído en los tópicos de su "mediterraneidad" y que se las considere como fuentes ideológicas de la arquitectura racionalista.
Después de Ibiza, Torres presentará Esglésies d'Eivissa i Formentera en la iglesia de la Santa Creu de Palma el 22 de noviembre y en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) el 26 de noviembre, cuyo teatro es obra de sí mismo y de José Antonio Martínez Lapeña.
La fundación Docomomo Ibérico reconoce a la capilla de la Asunción de Martínez Lapeña y Torres con una de sus placas
Para Elías Torres y su socio, José Antonio Martínez Lapeña, la capilla de la Asunción (1973) cerca de la playa Cala Llonga fue "una sorpresa y una casualidad". Así lo admitió el propio Torres a raíz del reconocimiento que la fundación Docomomo Ibérico ha hecho a esta pequeña construcción poniendo una de las placas informativas que esta institución va colocando en edificios paradigmáticos de la arquitectura moderna incluidos en sus registros. Entonces Torres ejercía de arquitecto diocesano de Ibiza y Formentera, y el origen del encargo se remonta a que los pocos vecinos que había entonces en la zona reclamaron una capilla para hacer misa en verano. El solar lo regalaron dos familias, la de Can Tanques y la de Can Polla.
Los protagonistas de la obra, que tuvo un presupuesto reducido, son los pinos que ya había en ese lugar, en torno a los cuales los arquitectos plantearon un muro perimetral que crea un recinto sin completar. “El proyecto salió muy rápidamente, creo que tenemos tres planos: el topográfico, la planta y el alzado”, recordó Torres, que aprovechó la ocasión para pintar de blanco el rótulo de la entrada de la capilla y una cruz hecha con ramas de sabina para devolver toda la fuerza a los pinos. “La capilla salió prácticamente sola, hay una parte espontánea de los trabajadores, que puso una pequeña moldura en los bancos. Lo demás ya se ve: una cortina [un muro ondulado detrás del altar], un marco que hace, no se sabe, de retablo o de entrada del presbiterio, una caja que hace de altar, un pie para poner imágenes y flores, una sacristía y un campanario. Es un sitio que vacío, está bien, es un lugar sorprendente en medio de un pequeño bosque”, concluyó. "Ponerle una cubierta a ese espacio, como se planteó una vez, sería un disparate, porque los pinos ya hacen de cubierta", advirtió José Antonio Martínez Lapeña. Para la presidenta de la fundación Docomomo Ibérico, Susana Landrove, la placa es un estímulo para que el público tome conciencia de "la importancia" de la arquitectura del siglo XX y de los edificios de los años 60 y 70.