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Perseguidos y estigmatizados: así viven los nómadas que aguantan 13 minutos bajo el agua

El Museo Marítimo explica la cultura de los sama-bajau, que sobreviven de los recursos marítimos

Mujer baja yendo a su casa
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BarcelonaTodo empezó cuando la embajada de Filipinas preguntó en el Museu Marítim si entre su colección había objetos provenientes de su país. "Indagamos sobre la historia de dos embarcaciones que teníamos y de las que prácticamente no sabíamos nada. En el registro encontramos que llegaron a Barcelona en 1899, cuando Filipinas logró la independencia", explica Pere Izquierdo, director del Museo Marítimo y comisario de la exposición Sama-bajau. Nómadas de la manor, que puede verse hasta el 17 de marzo de 2024.

Una de estas embarcaciones es la Bangka, hecha de una sola pieza con el tronco vaciado de una cedrela. Se utiliza desde el Paleolítico e ingresó en la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona el 22 de agosto de 1899. La otra es la Vinta, algo más sofisticada, que llegó a la capital catalana el 7 de julio de 1899 de la mano del capitán Modesto Peregrino a bordo del vapor Puerto Rico. Esta embarcación repatriaba a 838 españoles, la mayoría militares, tras la guerra de independencia filipina, y provenía de la isla de Jolo.

La exposición que se puede ver en el Museu Marítim

Jolo fue la puerta que abrió todo un mundo en el museo. Un mundo tan fascinante que han decidido realizar una exposición. Se trata de una isla volcánica y muy fértil, algo mayor que Menorca. Lo más interesante es su población. En la tierra y en el mar viven, muy malvenidas, dos etnias: los tausugs y los bajaus. "Los tausugs desprecian a los bajaves", detalla Izquierdo. Hasta el punto de que los llaman yuwaan, que se podría traducir como gente a la que escupir. Los tausugs son guerreros y viven en el suelo. Los bajaus son un pueblo disperso. Tradicionalmente vivían en barcazas en el mar de Sulu, pero cada vez más tienden a vivir en palafitos, casas sobre el mar. En vez de cultivar tomates en el huerto, tienen pepinos de mar o anémonas de mar en el agua que los hace de jardín bajo casa.

Lo que les hace únicos en el mundo es una mutación que les permite estar trece minutos bajo el agua y bajar hasta setenta metros de profundidad. Tal y como explica una investigación que se publicó en la revista Cell, después de milenios de bajar al fondo marino para aprovechar los recursos, han desarrollado un bazo mucho mayor y, por tanto, una reserva más amplia de globos rojos y de oxigenación. La población se estima en 1,1 millones, de los que 564.000 viven en Filipinas, 200.000 en Indonesia y 347.000 en Malasia. Los de Filipinas, un archipiélago con más de 7.600 islas, tienen la nacionalidad filipina, pero ni Indonesia ni Malasia los reconoce por haber nacido en el mar y eso hace que no tengan los mismos derechos que el resto de la población. Se les considera extranjeros.

Sin nacionalidad

"Hay muchos perjuicios contra ellos", afirma Izquierdo. Además, en Indonesia y Malasia reciben presiones porque muchos no se han islamizado y siguen adorando al dios del mar, Omboh Madilao. Tienen otras singularidades: "Las mujeres están muy empoderadas, es una sociedad matrilocal, porque quien tiene la barca es la mujer y el hombre es quien va a vivir a su casa", detalla el director del Museu Marítim. Sólo van al suelo para enterrar a sus muertos, para construir las embarcaciones o para comerciar. En la exposición se explica que los jóvenes bajaves se revientan expresamente los tímpanos por no tener que compensar la presión durante las inmersiones.

Izquierdo admira el uso sostenible que hace del medio ambiente esta etnia estigmatizada y perseguida: "Viven de los recursos marítimos sin destruirlos. Cultivan agar-agar (un extracto de alga muy utilizado en la cocina asiática y también desde hace) unos años en Cataluña).Nunca lo arrancan todo sino que lo dejan para que se vaya reproduciendo y creciendo.También crían ostras de manera sostenible, pescan atunes –pero los engordan antes–, pepinos de mar que se consumen mucho en la cocina china , caballitos de mar...", explica el comisario de la exposición. "Podemos aprender mucho de cómo han vivido de forma sostenible en un mundo en el que el nivel del mar está subiendo lentamente", añade.

Sin embargo, no lo tienen nada fácil. El mar del que viven cada vez está siendo más sobreexplotado por la industria pesquera extranjera, sobre todo proveniente de China y Japón. "Los educan prácticamente en el agua", dice Izquierdo (en la exposición hay una embarcación que hace de escuela). Para protegerse del sol, las mujeres se hacen una crema con arroz y el polvo de un alga. Y algunos se fabrican sus propias gafas de buceo con madera, hilo de pescar, neumático y cristal.

Gafas de buceo
Pueblo baja en la isla de Joló

No es fácil para los bajaus convivir con los tausugs. Jolo fue española durante muy poco tiempo, porque los militares no lograron conquistar la isla hasta 1876. Necesitaron treinta años para controlar una isla del tamaño de Menorca. "Llegaron a enviar 9.000 soldados y una treintena de embarcaciones", detalla Izquierdo. Desde el siglo XV hasta 1984, la isla fue un sultanato islámico que se dedicaba a la piratería. "Los tausugos capturaban esclavos y se les vendían para comprar armas y pólvora", detalla Izquierdo. "Cuando finalmente los españoles conquistaron la isla, decomisaron muchas armas. Muchos museos tienen armas provenientes de Filipinas", añade el director del museo.

Algunas se pueden ver en la exposición, como tres cañones Lamtaka provenientes de Jolo. Dos de ellos son de particulares y uno proviene de la Generalitat, que en plena Guerra Civil, en 1937, lo depositó en el Museu Marítim y le salvó de su destino: ser fundido para fabricar nuevas armas.

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