El 'porno de sonados' de Radu Jude conquista la Berlinale
'Bad luck banging or loony porn' gana el Oso de Oro del festival, que por primera vez no distingue por género los premios interpretativos
BarcelonaEl provocador film rumano Bad luck banging or loony porn, de Radu Jude, una de las películas más atrevidas y fascinantes programadas en la competición oficial de la Berlinale, se ha proclamado este viernes ganadora del festival conquistando su premio más importante, el Oso de Oro a la mejor película. "Tiene la calidad rara de capturar en la pantalla la esencia, el cuerpo, la mente y los valores del momento actual de la existencia humana –ha afirmado el presidente del jurado, el cineasta israelí Nadav Lapid, que el 2019 ganó el Oso de Oro con Sinónimos–. Y lo hace provocando el espíritu de nuestro tiempo, el zeitgeist, abofeteando y desafiando el estado actual del cine, sacudiendo con sus movimientos de cámara nuestras convenciones sociales y cinematográficas".
El curioso título –que se podría traducir por Sexo desafortunado o porno de sonados– tiene que ver con el explícito vídeo sexual amateur con el que arranca en seco la película, una sex tape en toda regla grabada por una pareja y filtrada en internet que amenaza el trabajo de la protagonista, una maestra a quien los padres de sus alumnos quieren despedir de la escuela por "poner en peligro la moral" de sus hijos. Jude utiliza la anécdota para hacer una radiografía de una sociedad rumana profundamente conservadora, misógina y racista, incapaz de aprender las lecciones de su pasado. Y lo hace con mucho de humor y una libertad absoluta, dividiendo el film en tres partes muy diferenciadas: primero, siguiendo a la protagonista por un Bucarest pandémico con una cámara que espía con curiosidad la vida cotidiana de la ciudad; después, en un tramo central formado por una amalgama imposible de anécdotas históricas, reflexiones poéticas y vídeos virales, y, finalmente, poniendo en escena un humillante juicio sumarísimo a la maestra, que se defiende como puede de las absurdas acusaciones personales lanzadas por los padres y madres ofendidos. El director apuesta en este último tramo por un humor decididamente grotesco para denunciar la hipocresía de sus compatriotas y, a pesar de que el recurso es efectivo, se echa de menos la sutileza cinematográfica y el ingenio del resto del film.
El Gran Premio del Jurado, el segundo más importante del palmarés, se lo ha llevado una de las joyas de la competición, Wheel of fortune and fantasy, del japonés Ryusuke Hamaguchi, un estudio sobre la imposibilidad de querer a través de tres historias independientes que muestran el amor como una sucesión fatalista de trabas y desavenencias. Sutil y empapada de melancolía, la película es un regalo para los creyentes en un cine de la palabra y los sentimientos, hijo de los cuentos morales de Eric Rohmer y las comedias agridulces de Richard Linklater. En coordenadas muy diferentes se sitúa el debut de ficción del húngaro Dénes Nagy, que ha gana el Oso de Oro a la mejor dirección por el drama bélico Natural light, sobre las tropas húngaras que lucharon con el ejército nazi en la campaña soviética.
En esta edición, la Berlinale estrenaba su palmarés sin distinción de género en cuanto a los premios interpretativos, y los ganadores han tenido los dos color femenino: Maren Eggert ha ganado el Oso de Plata a la mejor interpretación protagonista por I'm your man, y la niña Lilla Kizlinger, el Oso de Plata a la mejor interpretación de reparto por Forest - I see you everywhere. Uno de los directores importantes de esta edición, Hong Sangre-soo, que el año pasado ganó el Oso de Plata a la mejor dirección por The woman who run, se ha llevado en esta edición el premio al mejor guion por Introduction, entrega especialmente melancólica y minimalista de una filmografía consagrada a la fragilidad de las relaciones. El Oso de Plata a la mejor contribución artística se lo ha llevado el montaje de Una historia de policías, del mexicano Alonso Ruizpalacios, y los premios de la sección paralela Encounters han distinguido como mejor película We, de Alice Diop, y como mejor director, Denis Côté por Social Hygiene. No ha habido, aun así, ningún premio para la magnífica Petite maman, de Céline Sciamma, la decisión más difícil de justificar del jurado internacional presidido por Lapid.
'The Mauritanian', 14 años en Guantánamo
Dos meses después de los atentados del 11-S, el mauritano Mohamedou Ould Salahi fue detenido e interrogado por sus conexiones con Al Qaeda, a la cual había apoyado a principios de los 90. Pese a la falta de pruebas para demostrar un vínculo posterior, Salahi se pasó los 14 años siguientes detenido en el campo de prisioneros de la base de Guantánamo, en Cuba, donde fue torturado repetidamente hasta que estampó su firma sobre una confesión dictada por sus captores. No se le acusó nunca de ningún crimen ni se le juzgó, a pesar de que él sí que ganó un juicio contra los Estados Unidos que sirvió para sacar a la luz pública las torturas y el trato inhumano que recibían en Guantánamo los sospechosos de terrorismo. The Mauritanian, programada fuera de competición en la Berlinale, se basa en uno de los libros que Salahi escribió en la prisión y relata su terrible experiencia con los mecanismos habituales del thriller legal en una nueva demostración de la capacidad de Hollywood para borrar los matices y la complejidad de cualquier drama humano y transformarlo en un producto cinematográficamente aséptico. Jodie Foster, Tahar Rahim, Shailene Woodley y Benedict Cumberbatch decoran con sus interpretaciones una trama meramente expositiva que enfrenta Estados Unidos a las vergüenzas de su historia reciente con las trampas emocionales típicas de una telenovela de lujo. Solo el reparto hollywoodiense y su discurso político puede explicar la presencia del film en la nueva y cinéfila Berlinale que dirige Carlo Chatrian.