Feminismo

Rebecca Solnit: "La cultura de la cancelación es una gran mentira"

La historiadora y feminista habla de nuevos lenguajes de resistencia en '¿De quién es esta historia?'

BarcelonaLa escritora e historiadora norteamericana Rebecca Solnit mira con esperanza el futuro y, cuando alguien le dice que en realidad nada ha cambiado en los últimos 50 años, se indigna. Explica que si ahora se encontrara con la Solnit de 20 años –ella tiene 62–, le diría que vería cómo el mundo cambiaría de manera inimaginable y que las mujeres tendrían más voz y serían más respetadas. "He vivido una revolución tremebunda y no era consciente cuando tenía 20 años", afirma. Solnit ha escrito libros sobre medio ambiente, arte, política e historia cultural. También es una activista por los derechos humanos y contra el cambio climático.

Colabora habitualmente con el diario The Guardian. Ha recibido premios, becas, el reconocimiento de la crítica y los honores de varias universidades. En ¿De quién es esta historia? (Lumen) reflexiona sobre los cambios vividos en los últimos tiempos, cómo ha cambiado la narrativa, y la importancia de no olvidar que los cambios, a menudo, los han producido personas consideradas marginales o sin poder. Lo hace analizando innumerables personas o movimientos como Occupy Wall Street, Idle No More, Black Lives Matter o el Me Too. Solnit habla con pasión de las posibilidades de cambio y de la importancia de la empatía. La esperanza que tiene no es autocomplaciente, es motor de cambio.

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Me Too, redes sociales y periodismo

"No creo que el Me Too sea un movimiento, ha habido muchas oleadas de feminismo que se remontan al siglo XIX, pero en 2012, gracias sobre todo a las mujeres jóvenes y, en cierto modo, a las redes sociales, que estuvieron en sus manos en lugar de las de los misóginos, cambiaron muchas cosas", dice Solnit. "El Me Too surgió porque los periodistas consiguieron publicar historias y los editores consideraron que era importante explicarlas", añade la autora.

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No eran historias nuevas. "Bill Cosby, Harvey Weinstein, Woody Allen, todos eran culpables y lo fueron durante mucho tiempo, pero se daba por hecho que nadie haría caso de las mujeres que lo denunciaban. El Me Too no consistió en el hecho de que las mujeres hablaran sino que se les escuchara", detalla Solnit, que está convencida de que se empieza a entrever el final del patriarcado, porque ya no se tolera, entre otras cosas, el abuso sexual. "Weinstein está en prisión, otros hombres han sido expulsados de sus respectivas industrias y sus reputaciones han sido destruidas para siempre. Los hombres ya no se libran de sus abusos sin ningún castigo, ya no pueden seguir beneficiándose de la desigualdad", explica la escritora e historiadora.

Otro gran cambio es que no tenemos la misma mirada. Hay películas que, hasta hace poco, nos parecían fantásticas y divertidísimas, pero ahora detectamos que son racistas, sexistas y homófobas. A Solnit le ha pasado con la película Purple rain de Prince: "La vi cuando se estrenó, yo tenía 21 años, y pensé que me encantaría volverla a ver", dice Solnit. Han pasado 40 años y ahora la escritora ve una crueldad hacia las mujeres que no detectó entonces. No dejará, por eso, de escuchar a Prince. Solnit no está muy a favor de reescribir libros. "Me sigue gustando mucho El melocotón gigante de Roald Dahl y no recuerdo que fuera especialmente cruel, podemos escribir nuevos libros y conservar los antiguos", asegura. "La fierecilla domada de Shakespeare va de un hombre que apalea una mujer fuerte e independiente hasta dominarla; no creo que haga falta quemar ningún libro, quizás es más divertido cambiarlos y escribir nuevas versiones y con nuevas perspectivas", asegura.

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Mejor no reescribir novelas

De hecho, Solnit ya lo hizo con Cenicienta liberada (Bindi Books). No es la única. Jean Rhys (Dominica, 1890 - Gran Bretaña, 1979) escribió una preqüela de Jane Eyre, la célebre novela de Charlotte Brönte, desde el punto de vista de la primera esposa de Rochester, Berta Mason: Ancho mar de los Sargazos. Se han hecho también nuevas versiones de la guerra de Troya con la mirada de las mujeres que la vivieron. La escritora no cree que nadie se tenga que angustiar por según qué libros. "No creo que reescribir novelas para adaptarlas a la sensibilidad actual sea lo más adecuado. No es necesario que los clásicos hablen de nuestra época, porque ya habrá nuevos relatos", resume.

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Ha habido muchos cambios: han ganado derechos algunos colectivos y ha cambiado la visión del género y de la sexualidad. Queda, no obstante, mucho camino por recorrer. "Silicon Valley ha creado nuevas formas de opresión", asegura Solnit. "Ha facilitado elecciones corruptas, el Brexit, la misoginia... Lo ha amplificado todo y no ha limitado nada, porque le sale a cuenta económicamente", denuncia Solnit. El sexismo sigue presente en la política. "La vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris, ha sufrido un sexismo terrible. En Estados Unidos hay parte de la población que es progresista, pero los hay también con graves problemas de misoginia, alimentados por las redes sociales. Si las redes sociales se hubieran creado como un foro público sería diferente, pero las gestionan personas horribles, como Elon Musk o Mark Zuckerberg, que solo quieren lucrarse ".

Autoritarismo en el estado y en casa

Sigue existiendo el autoritarismo tanto en el estado como en casa: "El autoritarismo de Putin tiene muchas cosas en común con lo que pasa en algunos hogares patriarcales", opina Solnit. "Putin ha sido muy transparente en su aspiración de convertirse en un Stalin capitalista. En Rusia debe de haber muchos ejemplos de resistencia que desconocemos, el régimen de Putin no es inmortal y espero que los rusos no tengan que esperar tanto como los españoles con Franco", afirma.

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La expresión cultura de la cancelación se empezó a utilizar en 2015 para referirse al fenómeno de retirar el apoyo a personajes públicos o empresas por decir o hacer algo que se considera ofensivo, inadmisible o reprobable. Es un término controvertido, porque básicamente afecta de cerca las estructuras de poder, el racismo institucional, el control de la narrativa y sus actores. Solnit, que no acostumbra a hablar con medias tintas, lo tiene clarísimo: "La cultura de la cancelación es una gran mentira, un término de mierda", dice.

Para Solnit, quien más usa este término es la derecha norteamericana, que presupone que hay personas que no tan solo tienen derecho a tener éxito y que se las escuche y a ser populares, sino también a que nadie las contradiga. "Tenemos el espectáculo burlesco de alguien que, de repente, escribe un artículo en el New York Times o aparece en la televisión nacional para decir que ha sido silenciado. Lo que vienen a decir es que no tan solo tienen derecho a hablar sino también que no se los critique. Y muy a menudo son hombres blancos que presuponen que todo el mundo les tiene que hacer caso". Y concluye: "Que se lo quede la derecha, este término".