Un recorrido por el siglo XX a través de una saga de fotógrafos
Una gran exposición en el Museu d'Historia de Catalunya reivindica el legado de la familia de Català-Roca
BarcelonaFrancesc Català-Roca es el más consagrado de una saga de fotógrafos y uno de los nombres inmortales de la fotografía catalana del XX, pero el suyo no fue un talento aislado. El gran público tiene la posibilidad de redescubrir su legado junto al de su padre, Pere Català i Pic –el mítico autor del cartel de la alpargata pisando el símbolo nazi Aixafem el fascisme–, y su hermano, Pere Català i Roca, con una gran exposición en el Museu d'Historia de Catalunya, titulada Los Català, fotógrafos de un segle, abierta hasta el 25 de septiembre.
A Pere Català i Pic (1889-1971) le habría gustado que saliera adelante el estudio fotográfico que creó con sus hijos y que apenas funcionó un par de años. Tanto él como su hijo Francesc (1922-1998) tenían un carácter fuerte y el hijo quiso emprender su camino en solitario en 1948, mientras que Pere (1923-2009) y Maria Àurea (1920-1993) continuaron a su lado. Pero para el público de su tiempo, y también el de ahora, es un lujo que multiplicaran sus caminos. Francesc Català-Roca a se definía como un “enxaneta” –la persona que corona un castell– y veía a su padre como “el resto del castell”. “Pidió a su padre la cámara que no quisiera usar y las cuatro cosas necesarias para montar un laboratorio”, recuerda la historiadora y comisaria Laura Terré en el catálogo de la muestra. “El padre también le ayudó a conseguir un préstamo –explica–, con el cual alquiló un local en la Travessera de Dalt, número 44 [...]. Pere Català i Pic, que arrastraba una depresión, se aferraba a la fuerza de sus hijos para sobrevivir, y es por eso que no digirió bien estas ansias de libertad y de pasión rompedora”.
Uno de los grandes aciertos del montaje es que las obras de los tres artistas a menudo están mezcladas, para poner de relieve los rasgos que tienen en común y a la vez para espolear a los espectadores a intentar acertar de quién son cada una de las fotografías y pensar en los matices de unas y otras. “La fotografía fue la constante de sus vidas, la condicionó”, dice Andreu Català Pedersen, hijo de Francesc Català-Roca y comisario de la muestra, que destaca la capacidad de fotografía de los Català para “traducir” la actividad de mucha gente, “desde explicar cómo se construye un barco hasta mostrar una escenografía o un baile”. “Hay que visitar el lugar, después pensar y, finalmente, buscarlo de nuevo y encontrar el ángulo o la visión que lo resuma y lo exprese de la manera más elocuente posible”, decía Francesc Català-Roca.
Legados conservados en archivos públicos y privados
La muestra incluye unas 180 fotografías, unas sesenta de cada una de los artistas. Entre un 10 y un 20% son inéditas. “Podríamos decir que Pere Català i Pic hacía las fotografías o las ideaba, que Francesc las captaba, porque respetaba mucho lo que se encontraba y creía que lo que encontrara ya era suficientemente interesante, y Pere hijo las coleccionaba”, dice Andreu Català. La exposición también es un reflejo del buen trabajo que hacen los archivos públicos y privados del país: las fotografías de Pere Català i Pic y Pere Català-Roca provienen del Arxiu Nacional de Catalunya, donde están depositadas, y las otras son del Arxiu Històric del Col·legi d'Arquitectes de Catalunya, que custodia el archivo de Francesc Català-Roca.
“La exposición ha sido posible por una doble circustancia: la de una familia que quiere salvaguardar sus fondos y la colaboración entre instituciones, tanto públicas como privadas”, dice la directora del Museu d'Història de Catalunya, Margarida Sala i Albareda, para quien los Català son “un referente de la historia de la fotografía en Catalunya”. Los tres fotógrafos de la alcurnia creían que la fotografía es un arte “útil” y a la vez un reflejo de su tiempo. “La fotografía no es solo un elemento de creación y modernidad, sino también de diálogo con la sociedad, un diálogo mutuo, retratando a la gente acomodada y a la humilde, dando importancia a los grandes hechos de la historia, pero también a la cultura popular y tradicional, la arquitectura...”, explica Rafael Català i Dalmau, hijo de Pere Català i Roca.
Un siglo en imágenes
Pere Català i Pic fue autodidacta. Descubrió la fotografía porque le tocó una cámara en un sorteo en el hotel donde trabajaba como botones a los doce años, porque provenía de una familia humilde y no se podía permitir los anhelados estudios de filosofía. Empezó a hacer fotografías en 1909, y abrió su propio negocio en Valls en 1915. Su hijo Pere Català i Roca se mantuvo en activo hasta el 2009, así que la exposición se puede ver como un repaso muy personal de la historia de Catalunya y España durante todo este tiempo. En la exposición no podía faltar el cartel Aixafem el fascismo de Pere Català i Pic, que se enmarca dentro del trabajo que hizo en el Comisariado de Propaganda de la Generalitat durante la Guerra Civil. Tampoco muchas imágenes de las calles de la Barcelona de posguerra de Francesc Català-Roca, con su característico sentido humanista, ni los retratos que hizo a la gitanilla de Montjuic y a la Chunga.
En cuanto a los trabajos de Pere Català i Roca, sobre todo los de castillos y los de fiestas y costumbres populares, parecen tener un magnetismo especial quizás porque son menos conocidos por el gran público. “Así como Francesc se consagró exclusivamente en la fotografía, los dos Peres eran capaces de escribir libros y editarlos, tanto de filosofía, publicidad como de teatro; no se circunscribían a lo que se había hecho siempre, sino que buscaban algo más allá”, dice Andreu Català. “En el caso de Pere Català i Roca la fotografía es el punto de partida y la concibe básicamente desde la forma documental y de revulsivo cultural”, y desde esta perspectiva luchó para revivir toda una cultura popular que estaba extinguiéndose, como los grallers, en lugares como la ciudad de Barcelona, amenazada por el franquismo. “Cuando Pere Català i Roca tenía poco más de 25 años empezó a documentar, fotográficamente y como investigación histórica, el Misterio de Elche, las Fallas de Isil, la Patum de Berga, los castells, los castellers y los castillos de piedra, que estaban en decadencia”, explica su hijo, y también pone de relieve cómo hoy el Misterio de Elche, la Patum, las Fallas del Pirineo y los castells son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Precisamente uno de los puntos más sugerentes del recorrido es donde dialogan las fotografías de arquitectura de los dos hermanos: mientras que Pere retrataba castillos como los de Farfanya, Castellciuró y Orcau, Francesc capturaba los juegos de luz en interiores de edificios de arquitectos contemporáneos como los del estudio Martorell Bohigas Mackay (MBM), Josep Antoni Coderch, Manuel Valls y Antoni Moragas.
Maria Àurea, la retocadora de los Català
Para Pere Català i Pic la fotografía publicitaria tenía que tener la ambición y el recorrido de la artística: “El verdadero fototécnico publicitario tiene que unir al conocimiento de la técnica fotográfica una gran parte de cultura general y artística, una gran sensibilidad receptiva y una fuerza de representación expresiva”, aseguraba. Estos rasgos se pueden observar en el tramo final del recorrido, donde están algunos de los trabajos que hizo en la casa de perfumes Myrurgia, que adquiere también un cierto tono pedagógico sobre procedimientos y técnicas fotográficas como los planos picado y contrapicado, la solarización, la exposición múltiple, la exposición prolongada y el ensamblaje.
Así mismo, la muestra hace por primera vez un reconocimiento de la tarea como retocadora que hizo la hija y la hermana de los fotógrafos, la pintora Maria Àurea Català i Roca. “En las sagas fotográficas la mujer también jugaba un papel, pocas veces junto a la máquina, pero muchas en el trabajo de retoque”, dice Rafael Català. “Maria Àurea Català i Roca, que fue la única de la familia que pudo completar sus estudios en la Llotja, fue pintora y retocadora y profesora de dibujo de oficio. Incluirla en la muestra también implica hacerlo genéricamente con el trabajo de retocador y retocadora, que era el Photoshop de hace cincuenta años”, explica. También hizo algunas fotografías cuando era una niña de nueve años y su abuelo le regaló una cámara y más adelante es probable que hiciera alguna durante sus viajes por países como Francia e Italia. “Tuvieron que descubrir el ser fotógrafo: estaba todo por hacer, por inventar”, concluye Andreu Català Pedersen.