Música

Rosalía pone en marcha una Motomami de gama alta

La artista abruma con un espectáculo sofisticado y minimalista en el inicio de la gira en Almería

AlmeríaEl ruido de una moto quemando neumático y una humareda blanca abrieron este miércoles el concierto de Rosalía en el Recinto Ferial almeriense, primera cita del Motomami Tour. Apareció rodeada de ocho bailarines, todo hombres, vestida de azul con el casco pertinente. Y ningún músico visible en el escenario, una caja escénica cuadrada que reproduce la estética TikTok y que ya usó cuando presentó el disco a través de la red social china. Delante, en un espacio al aire libre, 8.000 personas distribuidas en dos zonas: una más cerca del escenario, con la entrada a 90,50 euros, y la otra a 73,50. Las entradas equivalentes a los conciertos del Palau Jordi del 23 y el 24 de julio tienen un precio de 107,50 y 79,50 euros, respectivamente.

“Esto es para que no me olvidéis nunca”, dijo. Acababa de cantar y bailar Saoko, y siguió pulsando el acelerador con Candy y Bizcochito, la motomami a todo trapo. Ya tenía al público en el bolsillo previamente, sobre todo al que había correspondido a la expectación haciendo cola un par de días para ser los primeros en entrar. Y todavía lo complació más cuando recordó que cuando era una niña de ocho años visitó Almería con la familia y que entonces se sintió muy especial “paseando por la ciudad de David Bisbal”. “También es la de Tomatito”, añadió, y se colgó la guitarra para tocar Dolerme. Es Rosalía, verano 2022. Flamenco, autotune, percusión en los pies, las canciones comprimidas con juegos de producción bastante osados y la pausa para crear entre el público el estado emocional necesario para proyectar Genís, la canción disculpa dirigida a su sobrino, emocionante, sí, pero un poco autoindulgente. Y, de repente, volantazo con Linda para mostrar otra coreografía tiktokera de lujo y jugar la carta reggaetonera de La noche de anoche. Todo esto solo en la primera media hora. Transforma, fragmenta y el público disfruta sin ninguna reticencia.

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Uno de los méritos principales de Rosalía es haber conseguido convertirse en una estrella gestionando experimentación y familiaridad. Primero lo hizo con el flamenco y en el disco Motomami (2022) ha llevado un paso más allá la mezcla de estilos, algunos tan codificados como el bolero y la bachata, o la propia bulería. Los mezcla, pero no los deconstruye hasta condenarlos a ser irreconocibles. Transforma, y esta es su bandera ahora, transformar, pero siempre deja un chaleco salvavidas al que cogerse cuando entra el vértigo experimental. El otro mérito de la artista de Sant Esteve Sesrovires es que no tiene que compararse con nadie que no sea ella. Como el ciclista esloveno Tadej Pogacar, doble ganador del Tour de Francia a los 22 años, Rosalía solo compite contra la historia. Todo ello se pudo constatar en Almería.

Han pasado dos años y medio desde el final de la gira del disco El mal querer y el salto es bastante impresionante. La alianza con Live Nation conlleva más recursos, como una realización audiovisual más atrevida que no se limita a reproducir lo que pasa en el escenario, pero la puesta en escena todavía tiene margen de crecer a lo largo de la gira. Aun así, mantiene parte del minimalismo conceptual con el que deslumbró en 2019, con un fondo y un suelo blanco y elementos muy bien elegidos, como una silla de dentista (o era de barbero) que usó para cantar Diablo, los patinetes encima de los cuales ella y el bailarines hicieron Chicken teriyaki o el piano con el que tocó Hentai, reforzando el carácter baladístico de forma que casi desactiva el divertido juego sexual de la letra. Justo después hizo Pienso en tu mirá y Perdóname (una versión del panameño Eddy Lover y La Factoría) para completar un bloque bastante homogéneo en cuanto a la textura. Pero, de acuerdo con la lógica de la transformación permanente, un poderoso riff de guitarra introdujo De plata, aplaudido regreso a los días del disco Losángeles que Rosalía cantó a solas en el escenario y trajeada con una solemne falda de larguísima cola negra. Ningún otro cambio de vestuario en todo el concierto.

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Una hora y media de concierto

La segunda mitad del show subió la intensidad hedonista con La combi Versace y remezclas de clásicos de reguetón como Gasolina, pero, en vez de convertir el recinto en una discoteca veraniega, decidió estrenar Aislamiento, una pieza más íntima que ligó con la melancolía melódica del remix de Blinding lights de The Weeknd, antes de encarar la recta final con triunfos incontestables como Malamente y Conaltura, con un fragmento del bolero Delirio de grandeza en medio. Entonces, el bochorno de la noche y el despliegue físico durante una hora y media sin pausa ya eran evidentes en la cara de la artista, empapada de sudor.

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La gira apenas acaba de empezar, pero ya permite entender que el nuevo show de Rosalía, sofisticada y minimalista, es un despliegue de poder, la representación escénica de una ambición, la de autoafirmarse y proyectarse como Rosalía Superstar. “El tour más guapo de mi vida”, escribió en las redes sociales. Va por aquí el Motomami tour que continúa por Andalucía a partir de sábado (Sevilla, Granada y Fuengirola), el día 16 pasa por el Auditorio Marina Sur de Valencia, el 19 y el 20 por el WiZink Center de Madrid, el 23 y el 24 por el Palau Sant Jordi de Barcelona, el 27 por el Bizkaia Enarena de Barakaldo, el 29 por el Coliseum de Coruña y el 1 de agosto por el Son Fusteret de Palma. El siguiente tramo del Motomami Tour empezará en México el 14 de agosto.