Los 'royals', extras de lujo de la 'première' de James Bond

Con año y medio de retraso por el covid, se estrena en Londres el nuevo film de 007, el quinto y último con Daniel Craig como protagonista

LondresCon esmoquin de terciopelo fúcsia, pantalón negro, pajarita y un evidente exceso de maquillaje en el rostro, Daniel Craig, James Bond, es decir, el mejor 007 de la saga con permiso de Sean Connery, ha llegado este martes por la tarde al Royal Albert Hall de Londres. Por fin. Y con él, buena parte de las estrellas de No time to die: Ana de Armas, Rami Malek, Léa Seydoux y Lashana Lynch, entre otros. Y unos cuantos extras de lujo. En concreto, cuatro miembros de la familia real británica.

Y todos lo han hecho con honores, pompa y circunstancia. No en balde, una banda militar los ha recibido y ha entretenido a los asistentes en los preámbulos de la première global de la 25ª película del personaje de Ian Fleming, quinta y última de Craig como protagonista. Desfile de astros, fotos de rigor y paseo amable y distendido de los royals, más que nunca en el papel de relaciones públicas y figurantes de lujo de una gran superproducción.

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Porque buena parte de la familia real ha acompañado a Craig-007 en el acontecimiento. Maridaje necesario del último símbolo del poder de un imperio en decadencia convertido ya en propaganda y soft-power, unión necesaria con los actores reales de The Crown y todo lo que colea. Una mucho más que efectista operación publicitaria para el Bond más esperado de todos los tiempos.

El príncipe Carlos y su mujer, Camilla Parker Bowles, y el príncipe Guillermo y Kate Middleton han bendecido el estreno. Despliegue real sin precedentes, con estratégicas paradas ante el personal que hacía de guardia de honor en las escaleras del recinto. Pero sin la reina, claro. La mujer ya tuvo bastante con el cameo en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos del 2012 y a los 95 años, y teniendo que recoger todos los disgustos que le causa la familia –un nieto que reniega de su propia sangre, y un hijo, Andrés, bajo sospecha de pederastia–, ya no está para lanzarse en paracaídas. Ni que sea bajo la protección de tan fiel servidor de la Corona como es Bond, James Bond.

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El escenario del acontecimiento –grandilocuente y barroco; victoriano, vaya– ha vivido también, como previa, una actuación de Billie Eilish interpretando el tema central del film: No time to die.

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Tanta propaganda y tanta espera hacen que sobre los hombros de Bond recaiga el posible renacimiento de viejas tradiciones precovid: la alfombra roja y los extras que piden autógrafos y que gritan histéricos al paso de los actores y actrices. Extras imprescindibles. Como la familia real lo ha sido este martes, sin duda.

El agente quizás no podrá salvar el Reino Unido, porque el Reino Unido del Brexit y de Boris Johnson no tiene salvación, sumergido como está en infinidad de crisis que se sobreponen las unas a las otras. Pero tal vez sí todavía llegará a tiempo para salvar el cine. Al menos el cine espectáculo y las salas donde verlo, con una pantalla como es debido, hasta ahora tocadas de muerte –o casi– no solo por la pandemia, que también, sino por las plataformas y las series de estar por casa, nunca mejor dicho. El propio Craig lo ha dicho en las previas de promoción que estos días ha hecho a diestro y siniestro: "Esta película no es para verla en el teléfono móvil". ¡No lo hagan, pues!

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Ya hacía días que Londres respiraba la inminencia de la première global. Desde el 31 de agosto, por ejemplo, en Battersea, en la orilla sur del Támesis, se podía ver expuesta una reproducción a escala 1:1 del Aston Martin de 1964 que Connery utilizó para el rodaje de Goldfinger. Y este mismo martes, un especialista vestido de Bond se ha colgado del London Eye para recibir con una pirueta de lo más arriesgada el regreso del hijo pródigo.

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Alfred Hitchcock rodó en los años treinta y cincuenta del siglo XX dos versiones del hombre que sabía demasiado en el Royal Albert Hall y, casualidad o no, que No time to die se haya estrenado aquí sirve como punto de conexión entre un clásico del siglo XX y uno que, con Daniel Craig, y a falta de ver la película, ha sabido sobrevivir y adaptarse al XXI. De momento, pues, ¡God save the Bond!