Un Sant Jordi esplendoroso y en fila india

Las ventas rozan los 15 millones de euros y se superan el millón de ejemplares: mejoran las expectativas del sector

BarcelonaColas para entrar en librerías. Colas para acceder a los espacios perimetrados. Colas, también, para conseguir firmas. La respuesta eufórica de la ciudadanía ha permitido que este Sant Jordi –después del paréntesis obligado del año anterior– haya superado todas las expectativas. La cifra que daba el Gremi de Llibreters y la Cambra del Llibre a última hora de la tarde lo confirmaba: con más de un millón de ejemplares vendidos a lo largo del día, se llegaba al 75% de las ventas del 2019, cuando la previsión más optimista auguraba un 60%. Si en la fiesta de 2019 se facturaron 22,16 millones de euros, el 2021 se llegará a los 15 millones.

El sector editorial, que hace un año se enfrentaba a una crisis sin precedentes debido de al cierre de las librerías, que se alargó durante más de dos meses, respira más tranquilo gracias a este Sant Jordi. "Es un punto de inflexión, esta fiesta –reconocía Patrici Tixis, presidente de la Cambra del Llibre–. Necesitábamos pasear con tranquilidad y seguridad. Queríamos libros y rosas. La gente se ha lanzado a las calles, con orden y respetando la distancia social, y el balance es mucho mejor de lo que podíamos imaginar".

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"La fiesta de este año es especialmente complicada para un cronista –me advertía Sergi Pàmies a primera hora de la tarde en la comida de autores de Enciclopèdia Catalana–. Se tiene que ir con mucho cuidado con las metáforas, sobre todo en los titulares". Improvisaba unas cuántas: "Los libros y las rosas, la mejor vacuna contra el covid". "Una fiesta radiante que todo el mundo echaba de menos". "Un Sant Jordi esperanzado, pero todavía con mascarilla ". La preferida era esta: "Sant Jordi mata al dragón de la pandemia".

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La fiesta había empezado con fuerza. Desde primera hora de la mañana, sin nubes tras unos días de cielos encapotados, abundaban las colas en librerías y floristerías. De los once espacios perimetrados en varios puntos de la ciudad, el del Passeig de Gràcia se llenaba enseguida, y la afluencia era notable también en el Passeig Lluís Companys y en los Jardinets de Gràcia. Más adelante se confirmaría el éxito de la propuesta, tanto por la riada de lectores que paseaba por los espacios perimetrados como por las colas para acceder a librerías como Laie, La Central, Documenta y las nuevas Ola, Byron y, especialmente, Finestres, que se ha convertido en una de las sensaciones de este Sant Jordi gracias al golpe de efecto de haber abierto puertas hace apenas diez días.

Oxígeno para la salud mental

A primera hora de la mañana, Maria Barbal, Gerard Quintana y Francesc Serés –tres de los autores con premio de la jornada– compartían impresiones en La Farga Diagonal. "Esta fiesta es oxígeno para la salud mental colectiva, y para la individual también", admitía Quintana, ganador del último premio Ramon Llull. Cerca, en el hotel Gallery, una selección de los autores de Grupo Planeta se hacían una foto de grupo en la terraza, levantando sus libros respectivos y con un letrero detrás donde se podía leer "Bienvenidos al cielo de Barcelona". "No soy muy optimista en la vida, pero hoy hago una excepción –decía Najat el Hachmi–. Las expectativas son muy buenas. Además, si no hay tanta gente en las calles como otros años, los autores seremos puntuales por primera vez en la vida en todas las citas". Ha habido más de la que el Hachmi preveía, y al final algunos de los autores han tenido que hacer esperar a los lectores, y esto alargaba algo más las colas, que seguían una rigurosa fila india.

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"Es un Sant Jordi de volver a empezar –afirmaba Dolores Redondo–. Esperemos que el año que viene pueda volver a ser como antes". "Ojalá la gente se haya dado cuenta de cómo de importantes son los libros durante este año de pandemia", añadía Gemma Lienas. Después de la foto, algunos de los presentes, como por ejemplo Màrius Carol, Xavier Sardà y Javier Cercas, huían rápidamente hacia los lugares donde les tocaba empezar el maratón de firmas. Por suerte, a Cercas le entretenía una televisión y se dejaba acompañar en taxi hasta el Passeig de Gràcia. El autor de Independencia enseñaba "las siete páginas y media" que le dedican hoy en el Corriere della Sera. "¡Los tengo muy muy engañados a los italianos!", exclamaba.

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Concordia y napalm

Sobre la fiesta, Cercas recordaba que "es un día magnífico de contacto con los lectores, lejos de las polémicas". El novelista no podía saber que, minutos antes, en el Palau de la Virreina, Pol Guasch –último premio Llibres Anagrama– había diseminado un poco de napalm verbal en el acto institucional del Ayuntamiento. "Hay que dejar de dirigirnos a la clase política para dirigirnos con firmeza a las personas que hacen las palabras, que viven las palabras y hacen que la literatura pueda existir", había dicho delante de la alcaldesa, Ada Colau. Y también: "Aún tiene que llegar al mundo el texto que haga lo que hemos sido capaces de hacer, entre otros lugares, en Urquinaona”. Irene Vallejo, pregonera de este Sant Jordi, intentaba restablecer la concordia con palabras más amables haciendo rimar librería con "alegría y utopía".

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La autora de Elinfinito dentro de un junco ha acumulado largas colas durante todo el día. También Oriol Mitjà, que con el éxito de A corazón abierto –publicado por Columna, como el ensayo de Vallejo– ha confirmado la atracción de los lectores por leer sobre la pandemia. En ficción, y con la ausencia de las firmas de Jaume Cabré y Eduardo Mendoza, los dos con novedad en las librerías, despuntaban María Dueñas, Javier Cercas, Maria Barbal y Xavier Bosch, que aseguraba firmar "una media de 50 ejemplares cada hora".

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La agilidad que muchas librerías ganaban con la prohibición de hacerse selfies con los autores se perdía sobre todo en los espacios perimetrados: algunos lectores se impacientaban cuando veían que tenían decenas –o centenares– de personas delante para poder entrar en el recinto. Un hombre de mediana edad, que quería que Albert Om le firmara El dia que vaig marxar, se quejaba amargamente. Su pareja lo reprimía enseguida: "Mejor esto que una nueva oleada de covid".

En Plaça Universitat, Martí Gironell conversaba con Roger Torrent, que se estrena como autor con el thriller Pegasus (Ara Llibres). "No acaba de ser una fiesta normal", comentaba uno. "No es un tsunami, es una lluvia fina", respondía el otro. El librero de Abacus intentaba animarlos: "Comparado con el año pasado es gloria". Esta ha sido una de las impresiones más repetidas durante todo el día: después del Sant Jordi virtual del 23 de abril del año pasado –y del intento de recuperar el día tres meses después, en plena canícula– el mundo del libro se podía reencontrar presencialmente con los lectores. "La gente en las calles es síntoma de alegría", decía Víctor García Tur, último premio Sant Jordi. "Después de un año tan duro, un Sant Jordi así nos permite volver a la vida", explicaba Pilar Beltran, editora de Edicions 62. "Es la primera fiesta gorda que hacemos en mucho tiempo. Es un día para emocionarse. Yo lo estoy, ¡y mucho!", exclamaba Ester Pujol, de Enciclopèdia Catalana.

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Después de una semana marcada por las nubes, el sol esplendoroso de todo el día tenía un punto de milagro. "Y todavía más si tenemos en cuenta que anuncian lluvia a partir del domingo", aventuraba Llucia Ramis. A última hora de la tarde, las cifras del gremio confirmaban la espectacularidad de este Sant Jordi. "Aún nos falta la caja que hacemos la mañana del sábado: creemos que volverá a ser muy buen día –aseguraba Patrici Tixis–. El próximo martes haremos balance de las ventas de toda la semana".

Los grandes éxitos de este Sant Jordi

El thriller y la literatura de calidad se han impuesto entre los más vendidos: en catalán triunfaban Xavier Bosch, el regreso de Jaume Cabré a la novela y Tándem, el clamor a las segundas oportunidades de Maria Barbal, último Premio de Honor de las Letras Catalanas. Irene Solà demostraba que Canto yo y la montaña baila continúa enamorando a los lectores: 101 semanas después de publicar la novela, aguantaba entre las cinco primeras posiciones. Pasa lo mismo con la edición castellana de Elinfinito dentro de un junco, de Irene Vallejo, que un año y medio después de llegar a librerías es, todavía, el segundo libro de no-ficción más vendido en Catalunya.

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Si la lista de ficción en castellano es bastante previsible –a la solvencia de Dueñas, Mendoza y Cercas se añaden la efectividad de los thrillers de Javier Castillo y la mirada a la novela romántica de Elísabet Benavent–, en no-ficción hay alguna sorpresa más, como el libro de viajes de María Belmonte, En tierra de Dioniso (Acantilado) y las memorias de Beatriz Montañez, Niadela (Errata Naturae). En no-ficción catalana predominan los hombres: Oriol Mitjà, Arcadi Oliveres, Albert Om y Quim Torra. Y tanto en una lista como en la otra se infiltraba, en quinta posición, La armadura del rey, un ensayo sobre las sombras del rey emérito español, publicado por Ara Llibres y Roca.

"Este Sant Jordi ha sido un banco de pruebas importante de cara a esponjar la fiesta –reconocía Patrici Tixis–. Tenemos que avanzar hacia un Sant Jordi más ordenado que el que teníamos antes. Habíamos llegado a un nivel de saturación". De momento, el mundo del libro prepara una gran fiesta para este verano, siguiendo el modelo del 23 de julio pasado: "Queremos hacer una noche de las librerías en julio. Vemos que estamos en un momento en el que la lectura y el libro se han vuelto a poner en valor. A partir de la semana que viene empezaremos a trabajar. Si una cosa hemos aprendido durante el covid es que las ideas las tenemos que impulsar a corto plazo".