Estreno teatral

"Cuando los hijos me preguntan por los senos, les digo que han hecho croquetas en Vall d'Hebron"

Las mujeres que han inspirado el espectáculo 'Mujeres de radio', de Cristina Clemente y Sergi Belbel, explican sus experiencias

De izquierda a derecha y de arriba abajo: Íngrid Icra, Loli Guart, Yolanda Fuster, Patrícia Moya, Cristina Clemente y Aïda Cerdanya
4 min
Regala este articulo

BarcelonaA veces, las amistades más sinceras son también las más inesperadas. Yolanda Fuster, Patrícia Moya, Aïda Cerdanya, Loli Guart e Íngrid Icra se conocieron a raíz de padecer cáncer de mama. La enfermedad las unió, pero el vínculo va mucho más allá. "Nuestras conversaciones no giran en torno al cáncer. Cuando nos vemos hablamos de los hijos, de la vida", dice Fuster, e Icra añade: "Y de sexo". Tienen entre 40 y 50 años y, hace unos meses, vieron cómo su experiencia con la enfermedad se transformaba en una obra de teatro, Mujeres de radio, escrita por Cristina Clemente y dirigida por Sergi Belbel. Clemente –autora de montajes como Laponia(2019)y Una terapia integral(2022)– se infiltró en esta amistad colectiva para construir los personajes de tres mujeres que en el escenario interpretan a Àngels Gonyalons, Sara Espígul y Sara Diego. Mujeres de radio se estrena en La Villarroel el 22 de marzo después de gira con éxito por varios teatros del país. Ellas ya le han visto y le han celebrado: "Es un espectáculo que te llega muy adentro, y que nos hizo reír mucho", subraya Icra.

Hacer una comedia sobre el cáncer sin ofender ni generar dolor puede parecer atrevido. "Quise escribir sobre el tema a raíz de una madre del baloncesto donde juega mi hija, que le había sufrido", explica Clemente, que conectó con este grupo de amigas a través de Yolanda Fuster. La recibieron entusiasmadas, con ganas de enseñarle al mundo una realidad que ha sido –y, para muchas personas enfermas, todavía está– tergiversada e invisibilizada. La idea preconcebida de que recibir un diagnóstico de cáncer es una sentencia de muerte aboca a las mujeres y su entorno más cercano al abismo.

Sara Diego, Àngels Gonyalons y Sara Espígul en 'Mujeres de radio'.

La mayoría de ellas se encontraron en uno de los momentos vitales más intensos y agotadores, cuando trabajaban y tenían a sus hijos pequeños. Como le ocurre al personaje de Àngels Gonyalons, algunas lo vivieron en silencio para protegerse y proteger a la familia. "No podía decirle a mi madre. Mi hermana había muerto seis años antes de cáncer de colon. No quería hacerle sufrir", explica Guart. Ella pasó la enfermedad haciendo todo lo posible por esconderla. "Me hacía radioterapia a las siete de la mañana, me iba a trabajar hasta las cinco de la tarde y después llevaba a las hijas a las fiestas de cumpleaños. Iba con camisas holgadas porque tenía los senos quemados y pelados y esperaba que no me los tocara nadie del daño que me hacían", recuerda. El espectáculo le ha cambiado la mirada: "Me he dado cuenta de que me callé durante demasiado tiempo".

Un marido que es como "un ficus"

Saber reaccionar y acompañar cuando "la bomba del cáncer" estalla en el hogar no es fácil. "La pareja también tiene dolor, por lo que son necesarios psicólogos que reúnan a la familia y les ayuden a hacerle frente. Pero ahora mismo es un servicio que tienen muy pocos hospitales", señala Clemente. Las experiencias hablan por sí solas. "Cuando le conté a mi exmarido que tenía cáncer se quedó toda la tarde llorando en la cama, diciendo que no podía levantarse, mientras yo iba al Hospital Clínic a hacerme el tratamiento acompañada de mis padres. Tenía una pareja que de repente no hacía nada, era como un ficus", explica Icra. Otros tuvieron mayor suerte, mientras que alguna de ellas lo vivió sola, como Moya. "Me sentía la más desgraciada del mundo por no tener pareja. ¿Quién me cuidaría? Luego la psicóloga me dijo que, en el 85% de los casos, el hombre acaba dejando a la mujer. Pensé: «Pues vale más sola que mal acompañada»", relata.

El espectáculo también refleja cómo, socialmente, todavía hace falta mucha conciencia y mucha lucha contra la desinformación. Ellas han oído de todo. "Me llegaron a decir que era el cáncer rosa, el mejor cáncer que podía tener", dice Icra. "Hay frases que son lapidarias", añade Moya. "Falta mucha empatía", subraya Cerdanya. Su caso difiere del resto porque ella no sabe qué es la vida antes del diagnóstico: le encontraron cáncer cuando era un bebé de 18 meses y estuvo en tratamiento en el hospital hasta los cuatro años, cuando le hicieron una mastectomía. Durante toda la infancia creció con este gigantesco secreto dentro y con la preocupación por que el resto de compañeros y amigos no lo descubrieran. "Me enseñaron a vestirme ya desvestirme para que no me viera nadie, para que pudiera sobrevivir a una sociedad cruel. Tenía una amiga que sabía lo que me había pasado y me ayudaba a ocultarlo a los demás", recuerda Cerdanya.

La enfermedad es salvaje e inclemente, y la relación de las mujeres con su cuerpo no escapa. "El diagnóstico me llegó cuando estaba muy bien, muy fuerte. ¿Cómo podía ser que dentro de mi cuerpo estuviera creciendo algo de forma descontrolada y no fuera capaz de atacarlo? Me enfadé mucho, y todavía estoy enfadada", dice Moya. Carpintero intenta quitarle hierro. "Yo tenía unos pechos espectaculares y los explotaba muchísimo. Cuando me los quitaron fue como si me hubieran tomado el carnet de conducir", bromea. El humor es una herramienta indispensable para mirar las cicatrices de frente y salir adelante. "Vivo la enfermedad con este tono, que es lo que ha recogido muy bien el espectáculo –señala Fuster–. Si te paras a pensar, todo lo que hemos vivido es muy raro. Pero cuando los hijos me preguntan por los pechos, les digo que han hecho croquetas en Vall d'Hebron".

stats