Míriam Iscla: “Si te llevaras a casa a según qué personajes, no podrías ni dormir”
Actriz, Premio Margarida Xirgu
BarcelonaMíriam Iscla (Pineda de Mar, 1966) recibirá el lunes en el Teatre Romea el premio Margarida Xirgu, galardón que se otorga desde 1973 a las mejores espadas del teatro. Iscla suma más de 30 años de trayectoria en el teatro y la televisión. La primera mitad dentro de la compañía T de Teatre y después al frente de obras de gran eco como Barcelona, Dona no reeducable, Temps salvatge o Només són dones. Quedamos por Telegram porque no tiene WhatsApp y tampoco tiene redes: “Las opiniones me gusta decirlas a la cara y a los amigos llamarlos, en cualquier caso. Y mi trabajo no puede depender de lo que dicen. Vivo muy bien porque solo me envían lo que no me deja mal”, dice riendo.
¿El premio Margarida Xirgu sirve para hacer una mirada panorámica a tu carrera? ¿Haces esto?
— El premio es por dos montajes del último año, Crim i càstig y Les bones intencions, pero, como no se puede volver a ganar, sí que tengo la sensación de que recoge de donde vienes. Hasta ahora no miraba atrás y de repente pienso: he hecho cosas muy chulas y me lo he pasado muy bien. Los 17 años con T de Teatre, creando un proyecto desde cero, y desde 2008 he tenido unos bombones maravillosos.
¡No te quiero jubilar, eh!
— No me jubilaréis, ya lo hace la profesión, no hace falta presionar.
¿Crees que te cuesta encontrar papeles?
— Cuesta, en general, encontrar papeles femeninos interesantes, pero yo no me puedo quejar. No tengo la sensación de que no se me tenga en cuenta.
¿Has vivido angustia por la llamada?
— Sí, claro. Durante la pandemia estuve siete meses sin hacer nada. Más que no trabajar, lo que angustia es no tener proyectos a los cuales cogerte. Yo tuve la suerte de que reavivaron. Alguna vez me ha pasado de pensar "el año que viene no tengo nada" y escribir a gente para que cuente conmigo o sacar algún proyecto del cajón, como Abans que es faci fosc. También es verdad que a última hora cae algún regalito.
El teatro no ha conseguido volver a seducir al público después de la pandemia. ¿Por qué?
— No tenemos la clave, si no, todos haríamos un éxito teatral. Al principio quizás había la sensación de inseguridad. Después, ¿la oferta teatral que hay es la que nos apetece escuchar? Hay gente que dice que tenemos que hacer comedia porque la gente ya tiene suficientes dramas, pero tampoco toda la cartelera puede ser comedia. Creo que tiene que haber necesidad en las historias que explicamos, que no solo sean pensando en llenar la platea, que evidentemente se tiene que llenar, pero tenemos que buscar realmente qué se quiere explicar.
Es sorprendente que el premio sea por una obra de cuatro horas filosóficas de Dostoievski y una comedia juguetona de Marc Artigau: pocas actrices pueden destacar en los dos extremos.
— Es la cara A y la cara B del disco. Me hace mucha ilusión que sea por las dos cosas, entre los dos extremos está todo lo que he intentado hacer este tiempo. Diría que me definen bastante. Una cosa fue un regalo de Pau Carrió, porque es un personaje que en principio es un hombre y pensó que lo podía hacer yo. Y en la otra nos empeñamos Joan Negrié y yo porque teníamos ganas de hacer comedia y tener un punto lúdico arriba del escenario, que lo necesito de vez en cuando.
¿Sufriste por si te encasillaban en la comedia después de T de Teatre?
— Yo hice 17 años de comedia y me pareció curioso que todo lo que me ofrecían después eran cosas de cierta personalidad, dramas densos, complicados, fuertes. Pero también he hecho comedias como Red pontiac y Les bones intencions, que he ido a buscar yo. La comedia me regenera mucho.
¿Intentaste desengancharte del personaje de Diana de Jet Lag, que todavía hoy todo el mundo te recuerda?
— No me quiero desenganchar nunca de Diana, la adoro. No ha sido nunca una losa. Entre lo que me escribieron y lo que fui encontrando, es un personaje que me encanta.
Con los dramas, enseguida despuntaste como una de las grandes actrices del país, entre Emma Vilarasau y Clara Segura.
— Esto de gran actriz todavía no sé qué quiere decir. Si es que puedo tocar muchas teclas... A la prueba del Institut del Teatre me presenté con un drama, yo ya tenía la sensación de saber tocar algunas teclas, siendo muy joven e inexperta. Después de 17 años con T de Teatre tenía ganas de trabajarme este parto, necesitaba encontrarme con otros compañeros, otros textos, otras maneras. Cuando vas tirando no piensas en cómo se te considerará, sino que hay una necesidad de investigarte.
¿Eres una actriz torturada, de sufrir a los personajes emocionalmente?
— Soy muy obsesiva y me gusta mucho el proceso de investigación antes de los ensayos. Pero no necesito tocarme teclas personales para actuar, tienes una técnica. Al personaje se lo tiene que llevar el viento de la moto cuando salgo del teatro. Cuando trabajas, evidentemente, haces una inmersión muy grande. A veces he llorado preparando personajes porque rebuscas en lugares que no son emocionalmente transitables con tranquilidad. Pero después no te los puedes llevar a casa porque tienes que hacer función cada noche. Con según qué personajes, no podrías ni dormir. No es la finalidad, tampoco. No se trata de que yo sufra para que el espectador sufra más.
En el cine no has puesto el pie.
— La gente que salía del Institut del Teatre hace treinta años no pensaba en este campo y tampoco ha sido mi meta. Me he centrado en hacer teatro. Al principio sufría mucho haciendo imagen y ahora me lo paso muy bien haciendo TV movies y series como Vida perfecta o Com si fos ahir. Cuando haces poca imagen, te pones mucha tensión y te cuesta soltarte. No me moriré si no hago cine, pero me haría mucha ilusión.
Cuando no haces teatro, ¿qué haces?
— Busco como hacerlo. No sé hacer nada más. Me encanta pescar, dibujar y andar, me proyecto haciendo grandes caminatas.
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