Crítica de teatro

El magnífico juego pirandeliano de puro teatro de Peeping Tom

'S 62°58', W 60°39'', un nuevo éxito de la compañía en el TNC

'S 62°58', W 60°39''

  • Concepto y dirección: Franck Chartier
  • Creación e interpretación: Peeping Tom
  • TNC. Sala Grande (Hasta el 16 de junio)

La platea derecha ratificaba un nuevo éxito de Peeping Tom a pesar de tratarse de una propuesta muy diferente a la danza-teatro a la que nos tenían acostumbrados. “¿Pero esto no era una compañía de danza?”, dice Chey Jurado, el bailarín de danzas urbanas extremeño en el que se concentran casi todas las frases coreográficas de este espectáculo. Lo era. Y es que la pareja artística y sentimental que fundaron Peeping Tom, Gabriela Carrizo y Franck Chartier, y sobre la que se levantaron los grandes logros de la compañía, ya no trabajan juntos.

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Ni danza-teatro, ni teatro-danza. Teatro. Teatro de texto. Teatro en el teatro con ecos del juego de espejos pirandellianos. Teatro sobre el teatro. Teatro para repensar el teatro. Y la creación. “No tengo ideas, estoy bloqueado”, dice la voz del director sin rostro escondido en algún sitio del teatro cuando los intérpretes reclaman qué deben hacer. Unos intérpretes que entran y salen de los personajes y que utilizan sus propios nombres. Intérpretes que se encaran con el director porque siempre está tocando los mismos temas: mujeres abusadas, niños muertos, desarraigo. Teatro sobre el oficio del teatro. Acerca de los sacrificios que comporta. Sobre el desdoblamiento entre intérprete y personaje y sus relaciones con el omnipotente director. Una ficción sobre una realidad y una realidad sobre una ficción.

Y todo ocurre en las gélidas aguas de la isla Decepción en la Antártida (imponente escenografía). De hecho, el título del espectáculo responde a las coordenadas de esa isla. Una nave inmovilizada por el hielo y unos tripulantes que pueden morir de hambre, frío o desesperación. El aislamiento forzado en correspondencia con el aislamiento vital que puede provocar la entrega absoluta en el teatro. La soledad del actor y la actriz al caer el telón. Al fin, un señuelo para el juego de espejos citado, para una brillante juguetea autorreferencial del director y la compañía. Y cuánto humor hay. Hilarando la escena de la muerte de Lauren. Y cuánta tragedia en el épico y trágico final donde el actor y bailarín portugués Romeu Runa escenifica la esquizofrenia entre lo que muestra y el Gòllum que esconde. Un brutal ejercicio de cuerpo sobre un angustioso monólogo con expedición incluida en la platea. No se lo pierdan.

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