Crítica teatral

'La mano': comedia negra que tira al gris

La dirección de Pau Carrió es esquemática y descuida la credibilidad en el espectáculo de La Villarroel

12/11/2025

La mano Autor: Martin McDonagh

  • Traducción: Martí Sales
  • Dirección: Pau Carrió
  • Intérpretes: Pol López, Albert Prat, Mia Sala-Patau, Soribah Ceesay
  • Sala Villarroel. Hasta el 30 de noviembre

La mano (titulada originalmente En behanding in Spokane) es la primera obra ambientada en Estados Unidos del irlandés Martin McDonagh, autor que conocimos en 1999 gracias a Mario Gas ya esa joya teatral llamada La reina de la belleza de Leenane. Hace ocho años, La Villarroel presentó también La calavera de Connemara. Estrenada en Broadway en el 2010 con Christopher Walken y la nieta de Elia Kazan (Zoe Kazan) en el reparto, La mano es una comedia negra como La calavera, pero algo más absurda y menos entretenida.

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En la habitación de un hotel de mala muerte de la América profunda, un hombre gordo y ataviado como un personaje de western, Carmichael (Pol López), espera una pareja de traficantes de drogas (Mia Sala-Patau y Soribah Ceesay). Los jóvenes deben llevarle la mano que le fue arrebatada hace veintisiete años y que no ha dejado de buscar, porque le pertenece. Un recepcionista (Albert Prat) en pantalón corto, chaqueta y sombrero de botones de hotel (y muy amigo de los monos) irrumpe en una transacción que no tiene pinta de salir bien.

Esta comedia negra juega, pues, en el campo de una historia inverosímil que debe resultar creíble. Creíble en el sentido de que los espectadores entren en la convención con los personajes y esperen ver cómo avanzan los eventos. La obra no brilla por el lenguaje, que, como el autor ha dicho, quiere retratar los modos reales del habla de unos personajes tontos y malhablados, pero es de dónde sale el humor que envuelve la función.

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Diferencias interpretativas

La violencia que caracteriza a las obras de McDonagh –y que, para algunos, la emparenta con Tarantino– radica más que en el disparo de la pistola en la atmósfera tensa de lo que ocurrirá que debería contaminar la platea. Y esto no ocurre. El problema reside en las diferencias interpretativas entre los actores veteranos y los jóvenes. Los primeros saben cómo acentuar los personajes y darles entidad, pero los más jóvenes hacen lo que pueden con el grito, el lamento y la pataleta sin que la dirección les oriente para salir de los estereotipos.

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Entre el absurdo y la comedia, entre la fábula y el realismo, la dirección de Pau Carrió resulta esquemática y descuida la credibilidad y la eficacia dramática de las acciones (como el rifirrafe con las extremidades). Sin embargo, la función se deja ver cómo lo que realmente es: una cara B del autor de El hombre almohada (The pillowman) y acreditado cineasta (Tres anuncios en las afueras, Almas con pena en Inisherin).