Estreno teatral

La obra visionaria de Lluïsa Cunillé sobre el fin de Europa y el mundo que viene

Lurdes Barba dirige al Teatro Nacional 'Boira', situada en una ex república soviética 25 años después de la caída del Muro

BarcelonaDespués de inaugurar los Teatros del Farró con unos textos breves que acompañan Freshwater de Virginia Woolf y después de inaugurar temporada en la Sala Atrium con el excelente Cuento cada paso mío sobre la tierra, el Teatro Nacional de Cataluña abre la Sala Tallers con el tercer espectáculo firmado por Lluïsa Cunillé, una de las autoras más prestigiosas y representadas del teatro catalán. Lurdes Barba dirige, del 9 de octubre al 9 de noviembre, Niebla, un espectáculo situado 25 años después de la caída del Muro de Berlín en una ex república soviética en la que los sueños de progreso y libertad han quedado enterrados.

Niebla es una obra escrita hace una década pero, por los temas que aborda, parece más bien visionaria del mundo que viene –y que en algunos lugares ya parece haber llegado–. "Habla de un momento y una zona concretos, pero también habla de nosotros aquí y ahora. Estamos en un momento muy difícil, en el que la calidad democrática de nuestros países, que pensábamos que tenían valores inamovibles, está bajando; las libertades se están cuestionando; hay un cambio de paradigma que se está escurando de forma desacomplejada". la directora.

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El texto de Cunillé es oscuro y complejo, como es habitual en la autora, que radiografía a la gente más anodina y las situaciones más concretas para explicar el estado de toda una sociedad. "La caída del Muro supuso una esperanza para mucha gente y acabó siendo un fracaso bastante triste. Los indicadores son muy claros: diferencias sociales increíbles, una calidad democrática baja, el nivel de corrupción es inmenso... Y los fracasos de la sociedad repercuten en las personas. Lluïsa habla de las personas", señala Barba. En este caso se trata de una periodista que queda varada por culpa de la niebla en un país de Europa del Este que podría ser Bulgaria.

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Àurea Márquez, Quim Àvila y Jordi Collet

La mujer, interpretada por Àurea Márquez, alquila una habitación por una noche en casa de un matrimonio que necesita ese sobresueldo (Lina Lambert y Albert Pérez) y que vive recluido en la nostalgia y la parálisis, ella enferma de fibromialgia y en fase de demencia. Los dos personajes que rompen ese frágil equilibrio son un hijo cegado por el dinero fácil (Quim Ávila) y un exastronauta que ha pasado de aspirar a ir a la Luna a estar en riesgo de caer como un proyectil etílico en el sinhogarismo (Jordi Collet). El comunismo y el capitalismo pueden ser dos fuerzas antagónicas pero que converjan igualmente hacia la desintegración, del individuo y del mundo.

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Los personajes intentan flotar en este limbo húmedo, en el que la autora nunca da todas las claves de lectura: deja vacíos que deben llenar el actor y el espectador. "Las obras de Cunillé tienen un aire misterioso y parecen crípticas, pero no es verdad: están pasando cosas a los personajes pero no te las hace explícitas", dice Albert Pérez. Algunos de los actores, además de su directora, son habituales de la dramaturgia de la autora y saben apuntalar los pilares del relato. "La viajera se plantea el sentido de muchas cosas: si todavía queda una brizna de esperanza, si todavía se puede salvar algo", dice Barba. Pero el desmantelamiento del edificio europeo y el pesimismo serán difíciles de reconstruir. Lurdes Barba suelta una hipótesis implacable y muy en boga con los tiempos que vivimos: "Luïsa Cunillé no es alguien que tenga demasiada esperanza en el género humano".