'Última noche en el Soho': Anya Taylor-Joy es un espectro que nos advierte de los peligros de la nostalgia
El cineasta británico Edgar Wright dirige un turbio viaje en el Londres de los años sesenta
'Última noche en el Soho'
(3,5 estrellas)
Dirección: Edgar Wright. Guion: Edgar Wright y Krysty Wilson-Cairns. 116 minutos. Reino Unido (2021). Con Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith y Diana Rigg. Estreno en cines el 19 de noviembre.
Pocas cosas tan excitantes veremos este año como la primera hora de Última noche en el Soho, la primera incursión en los dominios de los anhelos y los miedos femeninos de un cineasta, Edgar Wright, hasta ahora conocido por su retrato cómico de las neuras y fraternidades masculinas, un motivo sublimado en Bienvenidos al fin del mundo. Haciendo tándem en el guion con Krysty Wilson-Cairns, Wright nos presenta a Eloise, una joven ilusionada por llegar a Londres a estudiar moda, a pesar de que la ciudad y la estética que ella idolatra es la de una época que no ha vivido: la del Swinging London. Una noche encuentra una inesperada puerta de entrada al tiempo pasado cuando, en sueños, se refleja en las peripecias de Sandie, una chica (¿imaginaria?) que quiere hacerse un lugar como cantante en la capital británica durante los sesenta. El encanto, un cuento de hadas con príncipe azul incluido, se va revelando progresivamente turbio, hasta que el destino trágico de Sandie impregna el presente de Eloise, convertida en paranoica detective de un crimen cometido seis décadas antes.
Wright pone en escena la complicidad en el espacio-tiempo entre Eloise y Sandie (Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy, perfectamente simbióticas) como si estuviera filmando una versión (todavía más) pop de las vidas paralelas que imaginaba Jacques Rivette. Un laberinto de sombras sobre el hecho mismo de mirar y quedar cautivado por una historia, donde el director saca su mejor pulso coreográfico y abracadabrante, a la vez que rinde homenaje a sus ancestros a través de presencias icónicas como las de Terence Stamp, Rita Tushingam y, sobre todo, Diana Rigg, a quien regala una gran despedida (es la última película en la que participó la actriz, muerta en 2020). Pero llega un momento en el que Última noche en el Soho pone demasiados elementos en juego, incluso para un malabarista dionisíaco como Wright, que acaba tropezándose con los matices narrativos (y morales) de su gran y, a ratos, brillante artificio a propósito de las trampas de sentirse fascinado por la nostalgia de un tiempo en el que, quizás, lo único mejor era la música.