Memoria Democrática

"Ni los vecinos sabían que en Puigcerdà había habido un campo de concentración franquista"

Después de una larga investigación, el historiador Marc Pont ha encontrado dónde estaba el campo de la población ceretana

BarcelonaNo hay ninguna señal visible de que en Puigcerdà hubo un campo de concentración franquista. Ni siquiera los vecinos tienen memoria. Sin embargo, existió y funcionó entre 1939 y 1941. Estaba en Villa San Antonio, una torre de veraneo convertida en casa de colonias durante la Guerra Civil, y más tarde en el lugar donde cerraron más de 400 personas. "En este campo, situado cerca de la frontera, cerraron muchos exiliados republicanos que huyeron hacia Francia y, posteriormente, volvieron convencidos por la propaganda franquista", explica el historiador Marc Pont Fitó. "La frontera servía para clasificar y controlar a las personas en condiciones de excepcionalidad legal, y hubo colaboración entre los sistemas represivos francés y franquista", añade.

En ninguna parte se explica la existencia de este campo, y Pont ha tenido que seguir muchas pistas para poder documentarlo. En la información de la torre, un edificio de Josep Azemar Pont, se dice que hubo una casa de colonias y una placa recuerda que es uno de los escenarios de la novela El juego del ángel (Planeta, 2008). En ninguna parte hay ninguna señal visible de su pasado como campo de concentración. "Hay una mención del campo de Puigcerdà en Los campos de concentración franquistas(Ediciones B, 2019), de Carlos Hernández, y se habla de ello en un artículo del historiador Aram Montfort, pero no estaba localizado. Toda la información que tenía es que había estado operativo desde diciembre de 1939 hasta junio de 1941. No hay ninguna memoria. Ni los vecinos sabían que había habido un campo de concentración franquista y mucha gente de Puigcerdà lo negaba", detalla Pont.

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Un testigo primordial

El campo de Puigcerdà se encontraba a escasos tres kilómetros y medio en línea recta del campo de la Tor de Querol-Enveig ya poco más de un kilómetro del de la Guingueta de Ix. El historiador y sociólogo empezó a estirar el hilo después de encontrar a Artur Solà, un vecino nacido en Puigcerdà que vive en Barcelona, que sí tenía memoria del campo. En una entrevista, Solà recordaba el lugar: "Yo sí recuerdo que en ese triángulo que hay en el Clausolles con Camí d'Ur había una gran torre, que todavía está ahí, pero entonces todo lo que era el triángulo era jardín y era de ellos [se refiere a los franquistas]". Solà explica que iba a jugar y había guardia: "Este triángulo, que es muy mayor, estaba lleno de gente retenida; ahora, si eran españoles, si eran republicanos, si eran extranjeras que no eran del régimen, que los tenían vigilados, o qué eran, no sé".

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En los archivos del Ayuntamiento de Puigcerdà, Pont encontró una carta en la que se pedía iluminar una zona: "Ruego a V, se sirva a la mayor brevedad iluminar convenientemente la parte de paseo comprendida entre el lago y el Campo de Concentración de Prisioneros de esta Villa, así como el trozo comprendido entre dicho campo y la carcel, por ser de toda necesidad para las fuerzas allí destacadas y que adornan aquella zona.". En los mismos archivos, se guardan unas memorias anónimas de un exiliado que regresó a España y, tras ser interrogado, llevaron a "un chalet que utilizaban para guardar a todos los que venían de Francia. Estaba vigilado por diez soldados, dos cabos y un sargento. [...] Se hizo tarde y fui a dormir. Camas, no faltaban, pues esta torre anteriormente estaba ocupada por una colonia de niños", decía el texto. Otro dato es que Miquel Coll, descendiente de la familia Moner, propietaria de la torre de veraneo, afirmó que les costó recuperar la torre porque la habían ocupado los franquistas.

Pont afirma que el campo empezó a funcionar tan pronto como los franquistas ocuparon la población, en febrero de 1939, pero el grueso de la documentación, que se encuentra en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, se refiere al período entre diciembre de 1939 y diciembre de 1941. de concentración. "Podrían ser bastantes más, porque el campo había empezado a funcionar en febrero y tampoco se conservan las altas y bajas de los meses de abril y mayo de 1941", detalla Pont.

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"A través de la megafonía en los campos franceses, en alguna ocasión, la propaganda franquista intentaba colar mensajes que prometían piedad y perdón, pero también se utilizaba el chantaje", señala Pont. Franco tuvo la colaboración de las autoridades francesas, que permitieron a los espías españoles infiltrarse en los campos para convencer a los internos de regresar. Además, los franceses temían la influencia política que pudieran tener los refugiados españoles, y estaban desbordados por la llegada de decenas de miles de refugiados republicanos en pocos días durante su retirada. "En Francia, los refugiados españoles se enfrentaban a muchas penurias ya la crueldad de las fuerzas del orden francesas, y los agentes franquistas prometían comida, cigarrillos y exención de represalias en la España de Franco", dice el historiador.

La mayoría permanecía muy poco tiempo en Puigcerdà, porque el campo funcionó primero como centro de clasificación y después como centro de distribución de personas procedentes de Francia con destino a otros campos. "Fueron trasladados a cientos de kilómetros a otros centros de distribución e internamente. Una cantidad importante también estuvo en batallones de trabajadores, batallones disciplinarios de soldados trabajadores y otras unidades de trabajo forzado. La mayoría ya venían de un largo camino al frente, huyendo de la guerra o de un largo y duro internamente a Francia", asegura. Puigcerdà era el primer capítulo de un largo periplo que, en algunos casos, tenía un final muy trágico: los consejos de guerra sumarísimos que podían acabar con reclusión perpetua o pena de muerte. En Francia, el futuro tampoco era demasiado esperanzador: reclusión en los campos, compañías de trabajadores extranjeros, deportaciones a la España franquista e incluso el envío a campos de concentración nazis que podían terminar en exterminio. "La represión sobre los vencidos era especialmente cruenta a ambos lados de la frontera, ejemplarizante y contundente", afirma Pont.